2000 metros hasta Andriivka sumerge al espectador en una ofensiva mínima convertida en experiencia límite. Chernov filma la guerra desde el cuerpo, el cansancio y el miedo inmediato. La cercanía con los soldados transforma cada avance en pérdida.
2000 metros hasta Andriivka (2025)
Puntuación:★★★★½
Dirección: Mstyslav Chernov
Documental
**Vista en screening de prensa**
2000 metros hasta Andriivka es un documental construido sobre una paradoja brutal: una distancia mínima convertida en una eternidad. Mstyslav Chernov no filma la guerra de Ucrania desde el análisis estratégico ni desde la retórica heroica, sino desde la materialidad más cruda del combate. Dos kilómetros de bosque bastan para condensar meses de avance, decenas de muertes y una sensación persistente de futilidad. La guerra, aquí, no avanza: se atasca.
La propuesta formal del film es tan clara como arriesgada. Chernov se introduce literalmente en el frente, acompañando a un pelotón ucraniano durante la contraofensiva de 2023, y construye el relato a partir de cámaras en los cascos de los soldados. El resultado es una experiencia inmersiva, en primera persona, que borra la distancia entre espectador y combatiente. La cámara ya no observa: respira, se agacha, corre, se esconde. El cine se vuelve cuerpo.
Esa elección estética, cercana al lenguaje de los videojuegos bélicos, no es gratuita ni complaciente. Al contrario, funciona como un mecanismo de confrontación. Allí donde el imaginario contemporáneo ha banalizado la guerra como espectáculo interactivo, 2000 metros hasta Andriivka devuelve el peso de lo irreversible. No hay reinicio posible. Cada error, cada avance, cada explosión tiene consecuencias definitivas. La sensación de “misión” se desmorona frente a la evidencia constante de la muerte.
Chernov articula el relato sin construir grandes personajes, pero sí presencias. Soldados que hablan de cigarrillos, de reconstruir un país mejor, de empezar de cero en pueblos destruidos. Son frases simples, casi triviales, que adquieren una dimensión trágica cuando la voz en off del director anticipa su destino: muchos de ellos morirán meses después. La película trabaja con una temporalidad doble, donde el presente del combate convive con un futuro ya sellado, intensificando la sensación de pérdida.

El bosque que separa al pelotón de Andriivka se convierte en un espacio simbólico central. Lejos de cualquier imagen romántica de la naturaleza, es un territorio devastado, sin hojas ni ramas, atravesado por drones, morteros y minas. Un no-lugar donde todo intenta matar. Esa franja de árboles funciona como metáfora del estado actual de la guerra: avance mínimo, destrucción total, estancamiento violento.
La edición de Michelle Mizner y el diseño sonoro de Sam Slater potencian esta experiencia sensorial extrema. El sonido de las balas, los gritos y los motores se superpone a una banda sonora pulsante, casi elegíaca, que subraya la dimensión trágica sin estetizarla. En una de las secuencias más duras, la cámara se interna en una ambulancia que queda atascada en el barro, recordando que incluso la evacuación médica es una lucha contra el terreno y el tiempo.
A diferencia de otros documentales sobre la guerra, Chernov elige no construir un marco político explícito. No hay discursos, ni contextualización estratégica detallada. Esa ausencia no es una carencia, sino una postura. La película se concentra en la realidad física inmediata del combate, en el desgaste cotidiano, en la repetición absurda de acciones que no garantizan ninguna victoria duradera. El resultado es una sensación persistente de inutilidad, reforzada por los textos finales que revelan que muchas de las “conquistas” fueron efímeras.
En los momentos finales, cuando la película se aleja del frente para mostrar funerales y duelos colectivos, la violencia se transforma en silencio. Mujeres y niños entierran a sus muertos mientras el sonido ambiental se apaga. Es ahí donde el film alcanza su dimensión más política, aunque nunca lo declare: la guerra no se resuelve en el campo de batalla, sino en decisiones que están muy lejos de estos cuerpos.
2000 metros hasta Andriivka es, en última instancia, un cine de resistencia contra el olvido. Chernov advierte que cuanto más se prolonga el conflicto, menos le importa al mundo. Su película responde a esa amenaza con una experiencia que no permite la distancia ni la indiferencia. No hay épica, no hay triunfo, no hay consuelo. Solo la certeza de que cada metro conquistado tiene un costo humano imposible de justificar.