La arquitectura es más que una metáfora humana en ‘El Brutalista’

El brutalista’, la arquitectura no es solo un recurso narrativo, es casi un personaje más que trasciende su función estructural para convertirse en un reflejo de la psicología humana y de las complejidades de la sociedad contemporánea.

El brutalista, cuenta la historia de László Toth, un arquitecto húngaro que huye de la Europa de la posguerra y llega a Estados Unidos para reconstruir su vida, su obra y su matrimonio con su esposa Erzsébet tras verse obligados a separarse durante la guerra a causa de los cambios de fronteras y regímenes. Solo y en un nuevo país totalmente desconocido para él, László se establece en Pensilvania, donde el adinerado y prominente empresario industrial Harrison Lee Van Buren reconoce su talento para la arquitectura, y lo contrata para diseñar un “centro comunitario” en su ciudad natal. A medida que el proyecto avanza, László se ve envuelto en una compleja red de relaciones personales y políticas, que ponen a prueba sus ideales y su integridad.

Ese oficio del personaje se vuelve el motor esencial de la película, ya que, la arquitectura se transforma en un personaje, que al mismo tiempo es un poderoso símbolo que trasciende su función estructural para convertirse en un reflejo de la psicología humana y de las complejidades de la sociedad contemporánea. A través de los imponentes diseños de László Toth, la estética brutalista no solo evoca una sensación de monumentalidad y frialdad, sino que también sirve como una metáfora de la identidad del protagonista y de las tensiones internas que enfrenta. Esta elección arquitectónica, con su énfasis en la funcionalidad y su honestidad estructural, permite a la película explorar la dualidad del ser humano y la influencia de los espacios que habitamos en nuestras emociones y relaciones.

La Arquitectura Brutalista como Metáfora

La arquitectura brutalista, surgida en la posguerra, se caracteriza por su estética austera, el uso de materiales como el hormigón y el acero, y la exposición de las estructuras sin adornos. Este estilo buscaba la funcionalidad y la honestidad en la construcción, rechazando lo superficial y ornamental. Sin embargo, su monumentalidad y frialdad también transmiten sensaciones de opresión y alienación. En El brutalista, estas cualidades se utilizan para reflejar no solo la visión artística de László, sino también las tensiones sociales e históricas de su tiempo. Además, la película contextualiza el brutalismo en su evolución arquitectónica, desde sus raíces en el Movimiento Moderno hasta su controversia en la era contemporánea. Al explorar este estilo, la obra resalta cómo la arquitectura puede ser un reflejo tanto de la funcionalidad como de las ideologías sociales y políticas de su época.

En la película, los edificios de László son grandiosos y ambiciosos, reflejando sus aspiraciones personales. Sin embargo, su frialdad e impersonalidad también representan sus relaciones distantes y su identidad fragmentada. La elección del brutalismo como estilo arquitectónico no es casual; actúa como un espejo de su compleja psique, revelando su lucha interna entre la ambición desmedida y la necesidad de control, frente a su deseo de construir un futuro mejor para sí mismo y su familia. Además, la arquitectura se utiliza como un recurso narrativo para explorar la noción de espacio psicológico, donde los entornos construidos reflejan los estados emocionales del protagonista. Este enfoque permite a la película profundizar en la percepción subjetiva del espacio, ilustrando cómo la mente humana proyecta sus conflictos internos en el mundo físico.

La Dualidad de la Arquitectura y del Ser Humano

El brutalista explora cómo la arquitectura puede reflejar la dualidad del ser humano, esto lo hace de una manera sutil, al mostrar la capacidad de crear belleza y grandeza en estas obras, pero también de construir estructuras que oprimen y alienan. Los espacios brutalistas no son meros escenarios, sino personajes que interactúan con los protagonistas, afectando sus emociones y decisiones. La monumentalidad de los edificios contrasta con la vulnerabilidad de quienes los habitan, creando una atmósfera de tensión emocional y aislamiento. Al explorar esta relación simbiótica entre el individuo y el espacio, El brutalista ofrece una reflexión sobre la experiencia existencial humana, mostrando cómo los entornos físicos no solo influyen en nuestras emociones, sino también en nuestra percepción de identidad y pertenencia. La monumentalidad de la arquitectura brutalista amplifica la sensación de insignificancia y vulnerabilidad humana, intensificando la narrativa introspectiva de la película.

La monumentalidad de la arquitectura brutalista representa la ambición y la promesa de progreso, cualidades inherentes al ideal americano. Sin embargo, en su afán por alcanzar el éxito, el protagonista se enfrenta a un entorno construido que, aunque grandioso en apariencia, resulta opresivo y deshumanizante. Esta dualidad refleja la paradoja del sueño americano: la promesa de libertad y oportunidad frente a la realidad de una existencia muchas veces solitaria y alienante.

Asimismo, el uso del hormigón y el acero, materiales duros y resistentes, se utilizan como una metáfora sobre la rigidez de las estructuras sociales y económicas de Estados Unidos, donde la competencia feroz y las jerarquías de poder pueden llevar a la deshumanización como son los personajes de la familia Van Buren. A través de esta metáfora arquitectónica, El brutalista no solo explora la psicología del protagonista, sino que también ofrece una crítica sutil a los valores de una sociedad obsesionada con la productividad y el éxito material, sin importar el valor de las vidas humanas.

En resumen podemos decir que en El brutalista, la arquitectura no es solo un mero recurso narrativo, ya que este se convierte en un personaje más, en uno que es parte del lenguaje cinematográfico y simbólico que ayuda a explorar la complejidad de la condición humana. A través de los edificios de László, la película revela cómo los espacios que habitamos pueden moldear nuestras emociones y relaciones, reflejando tanto nuestras ambiciones como nuestros miedos más profundos. 

Es por eso, que El brutalista, no solo destaca el poder de la arquitectura como metáfora narrativa, sino que también invita al espectador a reflexionar sobre el impacto de los entornos construidos en nuestra identidad y experiencia vital. Así, El brutalista trasciende su historia para ofrecer una profunda meditación sobre la dualidad humana y la sociedad contemporánea.

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