El aroma del pasto recién cortado | Review

El aroma del pasto recién cortado es un drama intimista que retrata la crisis emocional de dos profesores universitarios atrapados en la rutina de la vida adulta. A través de historias paralelas y espejadas, el film reflexiona sobre el desgaste de los vínculos, el deseo de recuperar lo perdido y las diferencias de género.
El aroma del pasto recién cortado (2024)
Puntuación:★★★½
Dirección: Celina Murga
Reparto: Marina de Tavira, Joaquín Furriel, Alfonso Tort, Romina Peluffo, Emanuel Parga y Verónica Gerez.
Disponible: VOD Google Play

En El aroma del pasto recién cortado, es una mirada íntima y reflexiva sobre las rutinas, los vínculos y las pequeñas grietas que, con el tiempo, pueden desgastar incluso las estructuras más firmes. A primera vista, podría parecer una historia sencilla: dos docentes universitarios, casados y padres de familia, se ven envueltos en romances con estudiantes más jóvenes. Pero lo que realmente le interesa a su directora no es el escándalo ni la infidelidad en sí, sino las emociones más sutiles que se esconden detrás de esos desvíos: el tedio, la nostalgia, la sensación de estar atrapados en vidas que ya no reconocen como propias. Como sugiere el título, hay algo evocador en ese olor a pasto recién cortado: una memoria sensorial que remite a lo nuevo, a lo fresco, a los comienzos. A lo que alguna vez fue, o pudo haber sido. Y esa es justamente la atmósfera en la que se mueve esta película: entre lo que se extraña y lo que ya no se puede recuperar.

Murga construye su relato a través de dos líneas narrativas que funcionan como espejos: Natalie (una precisa y contenida Marina de Tavira) y Pablo (Joaquín Furriel, de gesto melancólico), docentes universitarios atrapados en la monotonía de sus respectivas vidas familiares. La idea de duplicidad atraviesa toda la película: ambos habitan el mismo departamento (reconfigurado desde la dirección de arte para marcar sutiles diferencias), enseñan en la misma facultad, y terminan involucrándose sentimentalmente con estudiantes más jóvenes. Sin embargo, lo que podría haber sido una mera repetición temática se convierte, gracias a un guion meticuloso y una edición calibrada, en una suerte de estudio de caso doble sobre el desgaste emocional, las decisiones aplazadas y las formas que adopta la insatisfacción.

Un punto interesante, es que la cineasta evita los grandes estallidos dramáticos y se concentra en los microgestos: un silencio sostenido, una mirada cargada de reproche, un diálogo contenido pero hiriente. El conflicto no irrumpe, se filtra. Y es en ese ritmo pausado, casi clínico, donde la directora despliega su tesis: la crisis no llega como un huracán, sino como un goteo constante. Esta decisión estilística –que refuerza la idea de una narrativa madura y deliberada– también le juega en contra por momentos, haciendo que el relato se vuelva algo predecible y carente de sorpresa, como si la forma no lograra desmarcarse del contenido.

La metáfora del pasto recién cortado alude tanto al deseo de volver a un estado original –de vitalidad, de autenticidad emocional– como a la acción de podar, de recortar lo que ya no sirve. Natalie y Pablo no buscan simplemente evadir el tedio con amantes más jóvenes: intentan, quizás inconscientemente, reconectar con una versión anterior de sí mismos, más ligera, más libre. Sus elecciones no son heroicas ni necesariamente condenables; son humanas, contradictorias, imperfectas. Murga no juzga, observa. Y en esa mirada sin moralismos –pero no por ello neutral– está uno de los mayores aciertos del film.

El peso de los mandatos de género atraviesa las historias paralelas de manera subterránea pero efectiva. No es lo mismo el affaire de Pablo que el de Natalie, y la película lo expone con sutileza pero firmeza. La sociedad, incluso en contextos progresistas y académicos, sigue leyendo las decisiones afectivas y sexuales de las mujeres con una lupa distinta. Aquí, El aroma del pasto recién cortado se inscribe con inteligencia en el marco de las discusiones feministas contemporáneas, sin recurrir a consignas ni esquematismos.

Marina de Tavira se convierte en el eje emocional de la película. Su interpretación, medida hasta el último músculo facial, le otorga a Natalie una dignidad dolida, una resistencia silenciosa ante el vacío que amenaza con tragárselo todo. Su trabajo actoral aporta la textura emocional que, por momentos, la puesta en escena –sobria, a veces excesivamente contenida– deja de lado. El elenco infantil, por su parte, funciona como una válvula de escape frente a la solemnidad general, inyectando frescura y humanidad.

El aroma del pasto recién cortado es una obra sólida, sí, pero también un tanto esquemática. Le falta, quizás, una dosis de caos, de ambigüedad emocional, de juego formal. En su intento por alcanzar una mirada adulta sobre la crisis de la mediana edad, Murga opta por el control casi absoluto de la estructura narrativa, lo que en ciertos tramos genera una sensación de previsibilidad y pesadez. Sin embargo, el film encuentra sus momentos de respiro en los detalles, en las pausas que permiten pensar, en los diálogos que invitan a cuestionar las reglas no escritas de la vida en pareja, la maternidad, la masculinidad, la adultez misma.

Celina Murga no ofrece respuestas, pero sí plantea preguntas pertinentes. ¿Qué se sacrifica para sostener una familia? ¿Hasta qué punto somos leales a los otros y hasta qué punto a la imagen que tenemos de nosotros mismos? ¿Qué se pierde cuando todo parece estar en su lugar? Y, sobre todo, ¿puede un aroma –una sensación efímera, casi fantasmal– servir como recordatorio de una época más feliz o ser solo un síntoma de lo que ya no volverá?

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