Crónicas de exorcismo: El comienzo | Review

Crónicas del Exorcismo: El Comienzo deslumbra con una animación espectacular y un diseño visual que revive con fuerza la clásica novela de Lee Woo-hyeuk. Sin embargo, su guion se siente apresurado.
Crónicas del Exorcismo: El Comienzo (2024)
Puntuación:★★★
Dirección: Kim Dong-Chul
Reparto animado
Disponible en Cines

En el cambiante panorama del cine de animación coreano, pocas producciones habían generado tanta expectación como Crónicas del Exorcismo: El Comienzo (Toemarok, dir. Kim Dong-Chul). Basada en la monumental novela ocultista de Lee Woo-hyeuk, publicada entre 1993 y 2001 y con más de diez millones de ejemplares vendidos, la película prometía no solo revivir un clásico literario, sino también inaugurar un universo animado con aspiraciones de franquicia. La apuesta es grande: rescatar para la pantalla a personajes que marcaron a varios lectores, y hacerlo con un despliegue técnico que pudiera competir con las producciones más ambiciosas de Occidente.

La buena noticia es que el filme deslumbra visualmente: animación de alto nivel, diseños minuciosos y secuencias de acción coreografiadas con precisión quirúrgica. La mala noticia es que su narrativa no logra acompañar el espectáculo: personajes apenas delineados, un arranque demasiado largo y un clímax breve que deja sabor a poco. El resultado es una obra fascinante en lo estético, pero frustrante en lo dramático.

La película funciona como precuela y nos cuenta cómo tres figuras dispares —el exsacerdote Park, el artista marcial vengativo Hyeon-am y el joven chamán Joon-hoo— terminan formando un equipo improbable. El relato enmarca sus motivaciones en un sincretismo religioso que combina catolicismo, budismo y chamanismo: un terreno fértil para la reflexión sobre la autoridad espiritual y el lugar de lo sobrenatural en la modernidad. En este sentido, el filme honra la riqueza conceptual de la novela original.

Lo que deslumbra de inmediato es el mundo visual. Los fondos respiran vida propia, las criaturas evocan tanto tradición folklórica como imaginería contemporánea y cada batalla está planificada con la cadencia de un ballet. Locus Animation Studios, conocido por Red Shoes and the Seven Dwarfs, da un salto estilístico: mezcla técnicas 2D y 3D con un “cartoon render” de texturas suaves que logra un acabado cinematográfico sin caer en el hiperrealismo frío. 

Sin embargo, cuando se mira más allá de lo visual, emergen las grietas. El guion intenta condensar en dos horas una mitología vastísima y lo hace a costa de los personajes. El Padre Park, eje moral de la historia, está definido más por su pasado que por su transformación presente; Hyeon-am queda reducido a la caricatura del vengador; y Joon-hoo, pese a ser el corazón espiritual, no recibe el desarrollo suficiente para que su arco emocione.

El ritmo tampoco ayuda: la película se toma demasiado tiempo en su introducción, cargada de explicaciones y exposición, y cuando finalmente llega el clímax, este se resuelve de manera precipitada. Es un desequilibrio estructural que deja la sensación de que la cinta acelera justo donde debería detenerse. 

El resultado es una experiencia que emociona a nivel sensorial pero se queda corta en densidad dramática. Un festín de imágenes, sí, pero con un guion que nunca alcanza la misma altura.

En última instancia, la cinta de Kim Dong-Chul es una paradoja: un trabajo que alterna momentos de pura fascinación con instantes de desconexión narrativa. Lo espectacular de su animación contrasta con lo frustrante de su dramaturgia. Como revival, cumple: actualiza una historia querida, seduce con imágenes poderosas y reaviva una comunidad de fans que llevaba décadas esperando este regreso. Como obra autónoma, en cambio, queda a medio camino: no aterriza su complejidad temática ni da a los personajes la profundidad que merecían.

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