Sonríe 2 | Review

‘Sonríe 2’ es una secuela intensa que sigue a Naomi Scott como una superestrella del pop que, tras superar una crisis de adicción, se enfrenta a una maldición que causa visiones aterradoras de personas con sonrisas macabras.
Sonrie 2 (2024)
Puntuación: ★★★½
Dirección: Parker Finn
Reparto: Naomi Scott, Rosemarie DeWitt, Lukas Gage, Miles Gutierrez-Riley, Raul Castillo y Kyle Gallner
Estreno en cines 

La vida de una superestrella del pop bajo escrutinio público es lo suficientemente estresante como para tener que preocuparse por perder la cabeza. Que lo digan artistas como Britney Spears o la fallecida Whitney Houston. Pero ese posible destino le espera al personaje principal de Sonríe 2, continuación del éxito de 2022 que carece de la novedad y la inteligencia de su predecesora, pero en la que su guionista y director, Parker Finn, se las ingenia para llevar la maldición de las enfermedades mentales a un terreno un poco más grande y complejo como es la industria musical.

Esta secuela, ahora protagonizada por Naomi Scott, interpreta a una cantante que se recupera de vivir una crisis de adicciones y de la muerte de su novio, además de tener visiones aterradoras de personas con sonrisas casi macabras. Al principio, la película ofrece muchos escalofríos junto con algunos comentarios astutos sobre la industria de la música, pero finalmente Finn sucumbe a los trillados tropos de terror que la película original evitó tan hábilmente.

Scott interpreta a Skye Riley, una de las figuras más importantes de la música pop, que está a punto de lanzar su gira de regreso tras su rehabilitación por adicción al alcohol y la cocaína. Ha pasado un año desde que su novio, que era actor, Paul (Ray Nicholson), murió al volante en un accidente de coche del que ella apenas sobrevivió, y Skye quiere demostrar que ha dejado atrás su pasado de pesadilla. Pero cuando visita a un amigo traficante de drogas, Lewis (Lukas Gage), para conseguir Vicodin para su dolor de espalda, se sorprende al encontrarlo en un estado de paranoia severa. Su rostro de repente se ilumina con una sonrisa amenazante antes de suicidarse. Pronto, comienza a imaginar que las personas a su alrededor tienen esa misma sonrisa inquietante. ¿Está todo en su cabeza o está en peligro?

El pecado de esta secuela es que cualquier espectador que haya visto la primera va un paso adelante de su protagonista, ya que todos sabemos lo que le ha sucedido a Skye. Ella no es consciente de que ha heredado una maldición que se transmite de persona a persona, y cada una de ellas muere una semana después de ser “infectada” por la presencia demoníaca que rápidamente atormenta su mente. Gran parte del placer de Sonríe se deriva de desentrañar ese misterio pero, aunque Finn vuelve a demostrar un talento para las composiciones elegantes y un irónico sentido del humor, a esta secuela le falta la sorpresa, a pesar de lograr una buena construcción de su personaje protagonista.

Lo mejor de esta segunda parte es que logra fundamentar una idea ingeniosa, utilizando el mundo lleno de ansiedad de una estrella del pop muy solicitada como el caldero perfecto para un escenario de terror tan desgarrador. En un intento de apaciguar a su ambiciosa madre Elizabeth (Rosemarie DeWitt), que también es su representante, Skye se encuentra bajo una presión increíble mientras se prepara para esta gira de regreso tan esperada, que será un espectáculo caro y lujoso. Trabajando nuevamente con el director de fotografía Charlie Sarroff y el editor Elliot Greenberg, Finn describe la vida de Skye como un entorno sofocante, de encuentros y ensayos interminables. Incluso antes de que se vea plagada de esas figuras sonrientes, está claro que está atrapada en una existencia solitaria y deshumanizante en la que simplemente es una mercancía para vender, ya que a nadie (incluida su madre) le preocupa su salud mental.

Naomi Scott es toda una revelación aquí, una screen star entregada, quien además es cantante en la vida real, por lo que tiene tanto la voz como la presencia para transmitir las credenciales de superestrella de su personaje. (Además, la actriz británica logra con habilidad imitar el acento estadounidense). La actuación de Scott es el pilar fundamental que sostiene la película, incluso en los momentos en que el guion pierde intensidad o se torna repetitivo. Scott logra de forma convincente transmitir esa angustia y desesperación que vive el personaje. Hay unos momentos de flashback que son un tanto innecesarios y subrayan lo que ya sabíamos del personaje.

A medida que la cordura de Skye se desmorona, la película se empantana tanto en la entrega de sustos (algunos más efectivos que otros) predecibles, que nunca llega a dar cuerpo a su confusión interior. Scott insinúa la culpa, el dolor y la resistencia de la música (las caras aterradoras que ve están destinadas a encarnar sus luchas por mantenerse sobria), pero, a medida que los terrores aumentan y Skye hace lo absurdo para combatir las imágenes en su cabeza, la cinta va dando giros argumentales un tanto efectivos, pero otros un tanto inverosímiles, incluso dentro de la lógica del filme.

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