Adiós, June | Review

Adiós, June es un drama familiar sólido y emotivo. Kate Winslet debuta como directora con sensibilidad y buen pulso actoral, aunque con poca audacia formal. Helen Mirren y Johnny Flynn destacan por su contención y profundidad.
Adiós, June (2025)
Puntuación: ★★★
Dirección: Kate Winslet
Reparto:  Kate Winslet, Helen Mirren, Andrea Riseborough, Timothy Spall, Johnny Flynn, Toni Colette y Fisayo Akinade 
Disponible en Netflix

Adiós, June marca el debut en la dirección de Kate Winslet, una actriz cuya trayectoria ha estado íntimamente ligada a cineastas de enorme rigor formal y sensibilidad emocional. Ese bagaje pesa —para bien y para mal— sobre una ópera prima que se mueve en un terreno delicado: el del drama familiar sobre la despedida, un subgénero tan fértil como propenso a la obviedad. Basada en un guion escrito por su hijo Joe Anders, la película apuesta por lo íntimo, lo reconocible y lo emocionalmente directo, con resultados desiguales pero honestos.

La premisa es clara desde el primer momento: June, la matriarca interpretada por Helen Mirren, afronta un cáncer terminal y decide tomar las riendas de su propia despedida en plena Navidad. A partir de ahí, la narrativa se centra en la reunión de una familia fracturada, atravesada por viejos resentimientos, silencios acumulados y una culpa que emerge cuando el tiempo se agota. No hay sorpresas estructurales; lo que importa no es el qué, sino el cómo. Y es justamente ahí donde Adiós, June muestra tanto sus virtudes como sus limitaciones.

El gran acierto del film es, sin discusión, su reparto. Winslet demuestra una notable seguridad a la hora de dirigir actores, algo lógico en alguien que ha pasado décadas observando —y aprendiendo de— algunos de los mejores directores contemporáneos. Helen Mirren, aun confinada la mayor parte del tiempo a una cama de hospital, logra dotar a June de una mezcla poderosa de estoicismo, ironía y fragilidad. Su presencia sostiene emocionalmente la película, y cada gesto suyo transmite una vida entera que se resiste a desaparecer sin dejar huella.

Johnny Flynn, en un registro contenido y silencioso, aporta algunos de los momentos más elocuentes del relato: basta una mirada suya para expresar lo que el guion a veces no se atreve —o no sabe— formular. Andrea Riseborough destaca como Molly, canalizando con precisión la ira y el miedo que despierta la inminencia de la pérdida. Sus escenas junto a Winslet, cargadas de una serenidad dolorosa, son de lo mejor que ofrece la película. Toni Collette cumple con solvencia, aunque su personaje cae con frecuencia en el trazo grueso, mientras que Timothy Spall queda relegado a un rol más funcional que complejo.

Como directora, Winslet toma decisiones inteligentes pero conservadoras. La puesta en escena es prolija, aunque demasiado esquemática: abundan los planos de dos personajes dialogando, las composiciones estáticas y las resoluciones previsibles. Hay un cuidado notable en elementos como el diseño de la habitación del hospital, que evoluciona de un espacio clínico y anónimo a un refugio íntimo y familiar, y en el uso de primeros planos que buscan capturar la vulnerabilidad sin subrayarla en exceso. Las tomas largas y fijas, facilitadas por micrófonos ocultos, permiten a los actores desenvolverse con una naturalidad que, en sus mejores momentos, logra perforar el sentimentalismo.

Sin embargo, el guion de Joe Anders —inspirado en la muerte de su abuela— es también el principal punto débil del film. A pesar de su evidente carga personal, la escritura resulta demasiado amplia y complaciente, más interesada en acumular golpes emocionales que en profundizar verdaderamente en sus personajes. Muchos de ellos se sienten delineados a partir de arquetipos reconocibles, especialmente las mujeres, lo que resta complejidad a un drama que aspira a ser íntimo y universal. La narrativa busca con insistencia el patetismo, y en varios pasajes roza el tono de esos tearjerkers televisivos que privilegian la emoción fácil sobre la ambigüedad.

Adiós, June no es una mala película. Es correcta, sensible por momentos y sostenida por interpretaciones genuinas que evitan que el conjunto se hunda en el melodrama más burdo. Pero viniendo de una artista con la inteligencia y la sensibilidad de Kate Winslet, resulta inevitable esperar algo más audaz, menos previsible, más dispuesto a incomodar. Su debut detrás de cámara revela una directora empática, atenta al trabajo actoral y capaz de crear atmósferas sinceras, pero aún tímida a la hora de asumir riesgos formales y narrativos.

Quizá ahí resida su mayor paradoja: Adiós, June conmueve cuando se permite callar, observar y confiar en sus intérpretes; decepciona cuando subraya, explica y tranquiliza. Es una película cargada de buenas intenciones, atravesada por un espíritu navideño que justifica su fecha de estreno, pero también por una prudencia excesiva que la mantiene siempre dentro de un terreno seguro. Como primer paso en la carrera como directora de Winslet, deja ver una base sólida y una voz honesta, aunque todavía en busca de un lenguaje propio.

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