Alarum es un intento de ser un thriller de espionaje cargado de drama y acción, pero se pierde en una trama confusa y actuaciones desganadas. A pesar de su potencial, la película no logra generar un verdadero interés emocional.
Alarum (2025)
Puntuación: ★
Dirección: Michael Polish
Reparto: Scott Eastwood, Sylvester Stallone, Willa Fitzgerald y Mike Colter
Estreno en cines
Alarum, es uno de esos filmes que evoca la sensación de esas películas de acción modestas que uno encontraba por azar en un videoclub, donde un par de rostros conocidos en la carátula bastaban para tentar al espectador a consumir noventa minutos de entretenimiento palomitero. Sin embargo, a diferencia de aquellas modestas producciones, Alarum tiene delirios de grandeza. Y es allí donde empieza su caída.
El planteamiento inicial parecía prometer una simple pero disfrutable premisa: Scott Eastwood —hijo de Clint, intentando en vano heredar su carisma— y Sylvester Stallone —en piloto automático— disparando a oleadas interminables de secuaces genéricos. Pero Alarum aspira a más: a construir un relato de traiciones, espionaje global y dilemas morales que, lamentablemente, nunca logra sostener (ni construir).
La trama existe, sí, pero su presencia se diluye en una niebla de confusión narrativa. Todo arranca con un prólogo en flashback tan brevemente expuesto y torpemente editado que no resulta claro hasta bien entrada la película: Joe (Eastwood) y Laura (Willa Fitzgerald) fueron dos agentes encubiertos, que se conocen, se enamoran y se fugan, incluso planean un matrimonio, a pesar de militar en bandos opuestos. Joe, exagente de una agencia estadounidense clandestina; Laura, operativa de Alarum, un colectivo insurgente que busca demoler las estructuras de inteligencia mundial.
Este conflicto de lealtades, que en mejores manos habría servido la columna vertebral emocional, es aquí un accesorio narrativo sin capas. Cuando Joe encuentra accidentalmente una memoria USB que contiene secretos de estado —un recurso tan trillado como mal explotado—, sus antiguos colegas asumen su traición. Para eliminarlo, envían a Chester (Stallone), un sicario de métodos brutales y lealtades ambiguas, cuya conexión pasada con Joe queda sugerida pero nunca explorada con auténtica gravedad.
Lo más increíble de todo, es que la película busca querer abrazar todos los clichés del cine de espionaje paranoico de los setenta, pero sin entender realmente su esencia. En su intento por mantener la intriga, enreda la narrativa hasta volverla casi irrelevante. A esta cacería se suma Orin (Mike Colter), un mercenario francés que, con un acento caricaturesco, cuya película desperdicia el aplomo físico y la intensidad habitual del actor.
Lo peor de la película, es la falta de química entre Eastwood y Fitzgerald, cuya relación debería ser lo que sostenga todo el filme, pero su desconexión condenada a la cinta, aspecto crucial para que el drama funcione. Stallone, por su parte, atraviesa su papel con una indiferencia casi paródica, prestando apenas su nombre al cartel. Y aunque algunas situaciones rozan lo absurdo de manera entretenida, nunca queda claro si la película lo hace de forma consciente o si simplemente fracasa en su intento de tomarse en serio.
No sería justo catalogar a Alarum como una comedia involuntaria, pero tampoco como un thriller efectivo. Se encuentra atrapada en un limbo incómodo, donde el ridículo diluye cualquier atisbo de tensión o de grandeza trágica. En última instancia, la cinta es un recordatorio de que no basta con la nostalgia ni con nombres célebres para construir una película memorable.