Anaconda | Review

Anaconda propone una sátira metacinematográfica con potencial, pero nunca la explota del todo. El humor resulta blando y la crítica a Hollywood superficial.
Anaconda (2025)
Puntuación:★½
Dirección: Tom Gormican
Reparto: ack Black, Paul Rudd, Steve Zahn, Thandiwe Newton, Daniela Melchior y Selton Mello
Disponible en cines

La nueva Anaconda parte de una premisa que, sobre el papel, parecía ideal para una sátira afilada sobre Hollywood: un remake consciente de sí mismo, protagonizado por personajes que saben perfectamente que están explotando una propiedad intelectual gastada. Sin embargo, lo que podría haber sido una comedia de terror corrosiva sobre la nostalgia, el ego creativo y la desesperación de la mediana edad termina convirtiéndose en un ejercicio tibio, incapaz de decidir si quiere burlarse del sistema o formar parte dócil de él.

Tom Gormican insiste en el camino metacinematográfico que ya había explorado en The Unbearable Weight of Massive Talent, pero aquí el dispositivo se siente más reciclado que ingenioso. La película se limita a señalar lo obvio —Hollywood rehace todo, los artistas son vanidosos, los sueños juveniles se marchitan— sin encontrar un ángulo verdaderamente incómodo o revelador. La sátira nunca muerde: apenas roza la superficie de aquello que pretende criticar.

Ni siquiera el carisma combinado de Jack Black y Paul Rudd logra sostener el relato. Doug y Griff están escritos como variaciones previsibles del artista frustrado: uno resignado a la mediocridad doméstica, el otro atrapado en una ambición patética. Su conflicto, que debería ser el corazón emocional y cómico del film, avanza por carriles demasiado conocidos y se resuelve sin sorpresa ni verdadero peso dramático. La crisis de la mediana edad, lejos de generar humor incómodo o reflexión ácida, se vuelve plana y funcional.

El resto del elenco sufre un destino similar. Steve Zahn repite un arquetipo que ya ha interpretado demasiadas veces, sin aportar matices nuevos, mientras que Thandiwe Newton queda reducida a un rol decorativo, con destellos de humanidad que la película no se molesta en desarrollar. Los personajes existen más como engranajes narrativos que como presencias con verdadera entidad, lo que debilita cualquier intento de sátira colectiva.

Cuando Anaconda se traslada a la selva amazónica, promete una comedia sobre la incompetencia artística enfrentada a un entorno hostil. Sin embargo, esa idea se diluye rápidamente. La torpeza del rodaje dentro del rodaje no revela nada nuevo sobre los egos creativos ni sobre el absurdo del proceso cinematográfico. Doug es un mal guionista, Griff un actor exagerado, pero la película no va más allá de esa constatación básica.

Incluso los elementos de terror —la anaconda real, la amenaza de una serpiente aún mayor— quedan atrapados en una ambigüedad tonal poco productiva. Gormican logra algunos sustos aislados, pero constantemente los neutraliza con chistes forzados y una invitación permanente a reírse de los personajes, lo que reduce cualquier tensión genuina. El horror nunca se compromete, y la comedia rara vez despega.

Un giro narrativo tardío intenta justificar ciertas incoherencias del planteamiento inicial y ofrecer una sorpresa al espectador, pero llega demasiado tarde y carece de consecuencias reales. Lejos de potenciar la sátira, la película acaba abrazando las mismas dinámicas de los reinicios que pretende cuestionar, optando por un final ruidoso, genérico y poco imaginativo.

Así, Anaconda se ahoga en su propia falta de riesgo. Ni suficientemente cruel para ser una sátira efectiva, ni lo bastante desvergonzada para funcionar como comedia de terror desbocada, la película queda atrapada en un terreno cómodo. Su encanto inicial se desvanece rápido, dejando la sensación de una oportunidad desperdiciada: un remake que habla de remakes sin decir absolutamente nada nuevo sobre ellos.

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