Walter Salles retrata la historia de Rubens Paiva, un congresista brasileño desaparecido durante la dictadura militar de 1964. A través de la memoria y la cotidianidad de su familia, la película construye una relación íntima y empática que evita el sensacionalismo.
Aún estoy aquí (2024)
Puntuación: ★★★★
Dirección: Walter Salles
Reparto: Fernanda Torres, Selton Mello, Luiza Kosovski y Fernanda Montenegro
En cines selectos y VOD
El 31 de marzo de 1964 en Brasil, un golpe de Estado derrocó al gobierno democrático del presidente João Goulart e instauró una dictadura militar encabezada por Humberto de Alencar Castelo Branco. Los siguientes 21 años se convirtieron en una pesadilla para el pueblo brasileño, dejando un saldo estimado de 434 muertos y desaparecidos. Dentro de esta cifra escalofriante se encuentra la historia de Rubens Paiva, un congresista que se opuso a este régimen y que, en su retiro político, fue arrestado, torturado y asesinado. Gracias a la memoria de su recuerdo y a las vivencias antes del terrible evento de su aprehensión, su familia pudo trasladar su historia a la literatura, lo que derivó en una adaptación fílmica de Walter Salles, quien nos trae al celuloide este retrato personal que nos demuestra la importancia de la reminiscencia con el objetivo de no olvidar el pasado.
La estructura y manufactura de Salles no es casualidad, pues toma como eje central de su historia el recuerdo y la memoria como puente para la generación de la empatía. Aunque su narrativa es sencilla en su forma, la distinción con respecto a otros relatos sobre las dictaduras latinoamericanas es evitar caer en sensacionalismos extremos (violencia escatológica, drama lacrimógeno), enfocándose en su primer acto en la figura del desaparecido: Rubens Paiva. Para ello, toma como vehículo principal la cotidianidad de su vida y la unión con su núcleo familiar. Si bien hay un dibujo del contexto político de la época y de la ideología de su protagonista, la cinta no abunda en exceso en esos aspectos, enfocándose en que el asunto central es el entorno del excongresista.
Una vez que Salles termina de construir la estructura familiar de Paiva en todos sus aspectos, al punto de que incluso el espectador ha llegado a sentir afecto por ellos, el segundo acto de la película muestra los sucesos que llevaron a la desaparición y aprehensión de Rubens. Todo es visto a través de los ojos de la matriarca, Eunice, interpretada por Fernanda Torres, quien, con una actuación cargada de diferentes matices y de una complejidad emocional notable, eleva la película, siendo el ancla narrativa que nos muestra tanto las consecuencias sensibles como la ruptura en el núcleo familiar provocada por la ausencia de Rubens.

El puente que construye Salles es interesante, pues su primer acto es un aliciente para desarrollar la empatía a través de la intimidad, la rutina y la convivencia de los Paiva. Luego, en el segundo y tercer acto, presenta el resquebrajamiento de esta cotidianidad. De esta manera, la película comunica y dimensiona las consecuencias e implicaciones de la desaparición de un miembro en el tejido base de la sociedad (la familia) dentro de un régimen dictatorial, explorando sentimientos de dolor, vacío e impotencia de el no saber y no poder hacer, así como las consecuencias tangibles e intangibles de estos eventos.
La narrativa es sencilla y lineal, pero la magia del guion de Salles radica en usar elementos básicos, como el desarrollo de personajes y contexto, para comunicar un mensaje poderoso y empático a través de situaciones universales. Se dice fácil, pero no cualquiera construye de una forma tan íntima y natural esta dinámica.
Otro logro principal de la película es que no solamente la narrativa y la ejecución actoral del eje emocional principal hacen que esta máquina camine, sino también el lenguaje cinematográfico. Desde la elección del formato Super 8 como una manera de expresar la construcción de las memorias de esta familia (ad hoc), resaltando aún más el mensaje de preservación histórica y la necesidad de “no olvidar el pasado”, hasta la filmación de las secuencias más emocionales de la película. Estas tienen como foco la visión interna y externa de su protagonista (Fernanda Torres), desde la escena en un restaurante que refleja la tristeza que vive Eunice hasta aquella en la que, ante la negativa de un reportero de aparecer en fotografías tristes con el fin de provocar sensacionalismo, la familia, como contrapropuesta, aparece con una sonrisa, siendo el espejo de la resiliencia y un símbolo de lucha ante la adversidad. Con estos planos, la fotografía aporta aún más a la construcción de este relato complejo en lo emocional, haciéndolo aún más orgánico.
Con todas estas virtudes, uno puede llegar a entender el éxito de Aún estoy aquí, y por qué, incluso en contextos distintos a los latinoamericanos, ha sido aplaudida. De manera sencilla pero efectiva, Walter Salles ha creado un relato de cómo el totalitarismo puede destruir los núcleos sociales al punto de dejar heridas internas en cada uno de estos microcosmos que componen una sociedad, marcando incluso a varias generaciones. La memoria es otro factor central (resaltado aún más en el epílogo), para que no olvidemos y para que NUNCA MÁS se permita que los fantasmas del pasado absolutista resquebrajen lo que se considera la médula más importante de la sociedad: la familia.