Burton regresa con la secuela de uno de sus personajes más famosos de su carrera Beetlejuice. Un filme entretenido que expande su universo (tal vez demasiado), y no aprovecha el potencial de todos sus personajes.
Beetlejuice Beetlejuice (2024)
Puntuación: ★★★
Dirección: Tim Burton
Reparto: Michael Keaton, Winona Ryder, Catherine O’Hara, Justin Theroux, Monica Bellucci, Jenna Ortega y Willem Dafoe
Estreno en cines
Treinta y seis años después del estreno del filme original, Tim Burton regresa al cine de la mano de uno de sus personajes más famosos, el demonio de Beetlejuice, una secuela tardía, pero que carga por completo el estilo idiosincrásico, voluble y macabro del director. Beetlejuice Beetlejuice es una secuela ligera y entretenida, pero que carece de un desarrollo más interesante, haciendo que sus personajes tengan poca o nula profundidad, y no todos estén desarrollados.
Para esta secuela regresan sus actores originales, Winona Ryder, Catherine O’Hara y Michael Keaton (este último como el demonio de voz ronca que da título a la película), se trata en gran medida de un viaje nostálgico, y muy dependiente de las referencias de la cinta original que los recién llegados pueden no conectarse con él. Y para que las nuevas generación tengan ganas de ir al cine, en el reparto se integra Jenna Ortega, que se hizo famosa por interpretar al personaje protagonista de la serie de Burton, Wednesday.
El nuevo filme comienza con la joven heroína de Beetlejuice, Lydia Deetz (Ryder), ahora adulta, viuda y presentadora psíquica de un popular programa de televisión, donde asegura que es capaz de ver a los muertos (cosa que nosotros la audiencia le creemos obviamente), está también sufre visiones de su admirador del más allá: Beetlejuice, el cambiaformas lascivo y de rostro mohoso. Después de la muerte de su padre Charles (mostrada en una secuencia de animación), Lydia regresa a su antigua casa embrujada con su madre vanguardista y egocéntrica Delia (O’Hara que se roba cada escena que sea posible), y su hija desencantada Astrid (Ortega). En un eco de la trama original, Lydia se enfrenta a una boda de Halloween con su coercitivo novio/gerente (Justin Theroux), mientras que Astrid congenia con un chico local (Arthur Conti). Mientras tanto, Beetlejuice es perseguido por su ex vengativa, un demonio chupa-almas llamada Dolores (una Monica Bellucci tan siniestra como hermosa).
El guion teje astutamente una estructura que es narrativamente más intrincada que la primera película. Entrelazan varias hebras de la trama con un efecto astuto, pero a menudo confuso, haciendo que el espectador tenga que depender de estar reconociendo varios elementos recurrentes de la película de 1988, en particular la reaparición de sus secuaces de cabeza reducida y sus gusanos de arena mortales.
La película hace un trabajo convincente al darle a sus personajes humanos principales psiquis verosímiles, a pesar del registro caricaturesco. Pero la prioridad es meter a la fuerza tantos riffs cómicos como sea posible, desde juegos de palabras visuales con frases como “niño interior” hasta una digresión deliciosa sobre el romance de Beetlejuice con Dolores, contado en italiano a modo de homenaje al maestro del terror europeo Mario Bava (es lo mejor de la película). Pero el logro más loable de la película es su manera bulliciosa de recuperar esos geniales efectos prácticos y animatrónicos altamente táctiles para la era del CGI.
El elenco está correcto, especialmente Ryder y O’Hara que son las que más sobresalen. Esta última amplifica su Delia original a niveles más altos de neurosis narcisista. Al ponerse en la piel de Ryder como la adolescente problemática de esta película, Ortega aporta una agradable presencia sin destacar mucho. En el reparto también está Willem Dafoe, que sigue en su modo de maquillaje protésico luego de verlo en Poor Things; aquí tiene un papel agradable como policía/actor del más allá.
Beetlejuice Beetlejuice puede que no sea tan fresca o brillante como la original, pero tiene personalidad y es lo bastante entretenida, y nos recuerda el talento de un director que no en los últimos años ha perdido su camino.