Confinados es un retrato profundamente humano sobre dos jóvenes marginados por casta y religión en la India contemporánea. Ghaywan construye un drama realista que denuncia desigualdades estructurales sin caer en el sentimentalismo fácil.
Confinados (2025)
Puntuación: ★★★★
Dirección: Neeraj Ghaywan
Reparto: Ishaan Khattar, Vishal Jethwa, Janhvi Kapoor y Harshika Parmar
Disponible en Netflix
La fuerza de Confinados emerge desde la intimidad: dos jóvenes que se aferran a un sueño modesto —ingresar a la policía— para escapar de un sistema que los condena desde antes de nacer. Neeraj Ghaywan convierte esa premisa sencilla en un retrato amplio de la India contemporánea, un país donde la movilidad social es todavía un espejismo para millones. El director no utiliza la denuncia como un golpe estridente, sino como un pulso constante que atraviesa cada gesto de Chandan y Shoaib, testimonio de cómo la desigualdad se filtra en lo cotidiano, en los trabajos precarios, en los silencios, en la lenta burocracia que normaliza la espera.
La película encuentra su potencia en los cuerpos y miradas de Vishal Jethwa e Ishaan Khatter, cuya química no es un artificio narrativo sino el motor emocional de esta historia. Ghaywan reduce la música —un gesto inusual dentro del cine indio más comercial— para dejar que sean ellos quienes carguen con el drama y la luz. Esa decisión estilística, casi minimalista, permite que la amistad entre los protagonistas respire sin adornos y resista incluso en un ecosistema hostil marcado por prejuicios religiosos y jerarquías de casta que persisten pese a las leyes que intentan prohibirlas.
Si algo distingue a Confinados de otras ficciones recientes del cine indio, como All We Imagine As Light, es su claridad terrestre. No hay magia ni ensoñación ni bordes difusos aquí; hay polvo real, telares agotadores, ventas puerta a puerta, universidades inaccesibles y familias que sobreviven con lo mínimo. Ghaywan no se escuda en metáforas: su realismo es directo, honesto y, por momentos, abrasivo. La película sabe que el espectador no indio puede sentirse desconcertado ante costumbres o rituales sociales, pero rechaza suavizar esos detalles. Eso le da carácter y dignidad: no desea explicar India para Occidente, sino filmar India para quienes la viven.

La estructura del relato —dividida en etapas que iluminan distintos momentos de la vida de los amigos— sostiene una progresión emocional muy cuidada. Nada es inmediato: la esperanza, el desengaño, la tensión creciente entre ellos, la aparición del COVID como obstáculo final que iguala y separa a la vez. La pandemia no es el tema, sino la grieta que expone lo que siempre estuvo roto. En un país donde la distancia social funciona tanto como concepto sanitario como sistema de castas, el virus simplemente agranda las sombras.
Lo que evita que Confinados caiga en el sentimentalismo es su comprensión profunda de la lealtad. La película nunca fuerza la lágrima, incluso cuando el desenlace —poderoso, humillante, devastador— parece hecho para quebrar al público. La emoción proviene de otro sitio: de la persistencia de dos amigos que se niegan a dejarse caer, de la humanidad que aparece en los márgenes, de la solidaridad entre quienes ya no esperan nada del mundo. Es ahí, en esa resistencia mínima pero crucial, donde Ghaywan encuentra la verdad de su película y su esperanza más dolorosa.
Que Martin Scorsese haya acompañado el desarrollo del film es un dato curioso pero irrelevante frente al resultado. Confinados es plenamente de Ghaywan: una obra íntima, firme, profundamente política sin necesidad de proclamarlo. Un retrato de un país en transformación y, al mismo tiempo, un recordatorio de que ningún cambio estructural es posible sin mirar de frente a quienes cargan las desigualdades más antiguas.
Este drama, que llegó primero a Cannes y ahora a Netflix, confirma la madurez de un cine indio de autor que está encontrando su lugar en el gran circuito internacional. Pero más allá de festivales y selecciones, lo que perdura es el latido de su amistad central, una pequeña chispa de humanidad en medio de un sistema diseñado para apagarla.