Pese a los muchos problemas que tiene el filme como su terrible CGI y un guion que se hunde en las aguas llenas de petróleo que busca criticar, la cinta logra destacar debido a un mensaje muy directo, además que los actores cumplen con su trabajo.
Demonio Negro (2023)
Puntuación: ★½
Dirección: Adrian Grunberg
Reparto: Josh Lucas , Fernanda Urrejola, Omar Chaparro y Julio Cesar Cedillo
Disponible: En cines
Demonio Negro, de Adrian Grunberg, en una cinta que al igual que The Meg (2018) trata sobre un megalodón, pero en términos de producción es de una escala mucho más pequeña. Los escritores Carlos Cisco y Boise Esquerra adaptan la feroz leyenda mexicana de ‘El Demonio Negro’ a un thriller ecoacuático genérico, extrayendo historias de pescadores sobre un gran tiburón blanco o megalodón monstruosamente que acecha en las aguas del Golfo de California. Desafortunadamente, las inspiraciones de los cuentos susurrados no llegan a ser emocionantes debido a una serie de problemas que afectan a la mayoría de las películas de tiburones que salen hoy en día, y es que no hay emoción en sus relatos y tampoco se arriesgan a ofrecer nada nuevo.
Demonio Negro es un filme de fórmula. Sí, hay un tiburón descomunal merodeando por las aguas a lo largo de la costa de México, conocido localmente como “el demonio negro”. Pero el verdadero y nefasto problema es una plataforma de perforación de petróleo que ha estado presentando fugas en alta mar que pertenece a un conglomerado ficticio conocido como Nixon Oil, un nombre lo bastante irónico porque Richard Nixon, a pesar de todos sus pecados, fue el presidente que inició la Agencia de Protección Ambiental. Paul (Josh Lucas) es un ingeniero que trabaja para Nixon, y cuando comienza la película llega a la ciudad más cercana a la plataforma que supervisó hace años, con su esposa, Ines, (Fernanda Urrejola) y dos hijos, Audrey y Tommy a cuestas para unas vacaciones familiares mientras él inspecciona la plataforma.
El personaje de Lucas está escrito como el típico forastero que no reconoce el daño que su corporación causó a un pueblo de pescadores mexicano, además de darle todos los estereotipos posibles del estadounidense optimista e irrespetuoso en el extranjero, que trata a los lugareños y sus creencias como basura pese ver como un tiburón enorme se traga un bote pequeño. Realmente uno como espectador debería comprender al personaje, pero es irritante que más bien distrae y uno quiere que se lo coma el tiburón, pero para rematar el personaje termina siendo el salvador blanco del cuento.
Si alguien se destaca, es el veterano actor mexicano Julio César Cedillo como Chato, uno de los dos sobrevivientes que quedan en la plataforma cuando llega Sturges. Este logra plantarle cara al personaje de Lucas cuando comienza a decir tonterías vagamente xenófobicas, haciéndo eco de las frustraciones de las ciudades extranjeras trastornadas por compañías que prometen prosperidad y creación de empleo solo para dejar territorios en peor estado. Cedillo se alza como la voz de los que no tienen voz en una historia sobre el egoísmo cultural por encima de todo, mientras que la familia que acompaña a Sturges se pierde en un guion que los utiliza continuamente como elementos de acción que apenas merecen una mención.
Como dijimos en un inicio lo más destacable aquí es el elenco que se compromete con el proyecto, pero el guion realmente no les ayuda y el acto final aparte de ser un poco aburrido, es evidentemente predecible y lo ves venir desde el inicio del filme. Eso sin mencionar que el tiburón realmente nunca se ve bien, y se puede entender que es por la falta de presupuesto, lo que nos lleva a cuestionar la idea de hacer una película sobre un megalodón, pero nunca lo vemos bien en pantalla, podemos argumentar que el director lo puede utilizar para crear momentos de tensión como lo hizo Spielberg en su momento, pero como adivinan, tampoco está bien construido ese aspecto, ya que más bien deseamos que salga el Demonio Negro y se coma a todos los personajes, salvo al perrito, que tiene derecho a vivir.