El baño del diablo es un oscuro drama psicológico dirigido por Severin Fiala y Veronika Franz, que explora la angustia mental de Agnes, una mujer atrapada en un matrimonio opresivo en la Austria rural del siglo XVIII. A través de una atmósfera claustrofóbica y una fotografía inquietante, la película retrata su descenso a la depresión y los dilemas morales que enfrenta dentro del contexto del catolicismo.
El baño del diablo (2024)
Puntuación:★★★★½
Dirección: Severin Fiala y Veronika Franz
Reparto: Anja Plaschg, David Scheid, Maria Hofstätter y Natalija Baranova
Lo nuevo de los cineastas Severin Fiala y Veronika Franz es, sin dudas, una de las mejores películas del 2024; un drama sombrío, claustrofóbico y lleno de tensión, donde el dúo vuelve a abordar el poder malsano del catolicismo, en este caso explorando la mente fracturada de una mujer atrapada en un matrimonio que rápidamente se transforma en una pesadilla emocional. Un matrimonio ambientado en la Austria rural de 1750, donde el trabajo diario extingue cualquier chispa de esperanza. Pero incluso para los desalentadores estándares de la época, la unión entre Agnes (Anja Plaschg) y Wolf (David Scheid) termina en fracaso casi tan pronto como comienza, dejando a la frágil Agnes hundida en una depresión paralizante y contemplando la posibilidad de escapar de su sufrimiento. Sin embargo, el suicidio es una garantía de condenación eterna, lo cual no es una opción para una católica devota y temerosa de Dios como Agnes.
Agnes, como sugiere el motivo recurrente de una mariposa, es un alma delicada, devota y desesperada por ser una buena esposa y, sobre todo, una madre. El suyo es el tipo de espíritu que se ve fácilmente aplastado por las realidades de su nueva vida. Y es una vida que trae consigo desafíos. Wolf se ha encargado de sorprender a su nueva esposa con una casa: una choza cubierta de musgo en el rincón más húmedo y oscuro del bosque. Ella intenta mostrarse valiente, pero también carga con la presión de realizar el trabajo que se espera que haga: sacar carpas recalcitrantes de un lago traicionero y lleno de barro.
Sin embargo, poco a poco, Agnes comienza a sentirse sofocada. Su mente y corazón se sienten pesados, como si algo oscuro comenzara a enraizarse en su interior. Día tras día, su visión del mundo se vuelve más turbia, atrapándola en un sendero de pensamientos negativos y oscuros, que quizás no son sólo pensamientos. La soledad y el silencio de su entorno doméstico se convierten en el escenario perfecto para que su mente sea asediada por la duda, el miedo y, tal vez, algo peor.
Para colmo, su nueva suegra, Ganglin (Maria Hofstätter), deja enfáticamente claro que Agnes no puede hacer nada bien. Pero lo que realmente duele es el hecho de que es poco probable que el bebé ansiado llegue nunca, dado que Wolf, cuyos gustos sexuales están en otra parte, apenas puede atreverse a tocarla o incluso mirarla.
Franz y Fiala son conocidos por su habilidad para crear atmósferas opresivas y desorientadoras, y El baño del diablo no es la excepción. La película utiliza encuadres cerrados y tomas largas que acentúan la sensación de aislamiento y claustrofobia que experimenta Agnes. A lo largo del filme, la cámara sigue a la protagonista con una frialdad clínica, observando su descenso al abismo psicológico con una distancia inquietante. Es aquí donde la presencia magnética de Plaschg se alza, y aunque la vida de Agnes no parece, en el papel, lo suficientemente extrema como para llevar a alguien a contemplar opciones inimaginables para esquivar las llamas del infierno, Plaschg captura la fisicalidad de una depresión profunda y ahogante (conocida, en la jerga del siglo XVIII, como estar en “el baño del diablo”).
El baño del diablo se sostiene en todo momento por su atmósfera cargada de tensión sin recurrir a sobresaltos baratos ni excesivos. El paisaje boscoso en el que viven Agnes y Wolf es de una belleza impactante, pero también hay algo ligeramente desagradable en la luz que se filtra a través de las copas de los árboles: es una paleta de colores que habla cada vez más de enfermedad y desesperación, de dientes podridos y prendas manchadas de sudor, del hedor de la descomposición, lo que convierte al filme en una experiencia profundamente incómoda pero cautivadora.
El baño del diablo es una exploración lenta y calculada de la mente de una mujer atrapada en una vida que la consume. Un estudio fascinante que captura con tanta claridad los síntomas distorsionantes y debilitantes de la depresión como enfermedad, toda una experiencia perturbadora que juega con la mente al crear planos inquietantes. Aunque no es una película para todos los públicos debido a su ritmo pausado y su enfoque psicológico, quienes disfruten de películas que profundizan en la psique humana encontrarán en El baño del diablo una pieza intrigante y provocativa.