El imperio | Review

Con sables de luz, naves espaciales en forma de iglesias y una guerra entre el Bien y el Mal ambientada en un contexto humano cotidiano, Bruno Dumont ofrece una sátira hilarante y surrealista que bordea tanto lo cómico como lo inquietante. 
El Imperio (2024)
Puntuación:★★★
Dirección: Bruno Dumont
Reparto: Lyna Khoudri, Anamaria Vartolomei, Camille Cottin, Brandon Vlieghe y Fabrice Luchini
Disponible: Google VOD  

El Imperio es la nueva película del maestro Bruno Dumont, un filme que fusiona ciencia ficción con comedia absurda y surrealista, siguiendo el estilo característico del cineasta, mientras nos transporta a un pequeño y remoto pueblo en la costa francesa, donde una serie de encuentros con extraterrestres altera la vida de los habitantes que lidian con la presencia alienígena que poco a poco va perturbando su cotidianidad. Es por eso que el relato avanza de manera poco convencional, a través de secuencias desconcertantes, que bordean lo cómico y lo inquietante.

Dumont construye un filme cuyo tono fluctúa constantemente entre lo ridículo y lo existencial, lo que convierte la película en un híbrido entre sátira y fábula filosófica, haciendo una mezcla de géneros, que van desde la ciencia ficción hasta la comedia absurda, para ofrecer un comentario social que se siente tan surrealista como impenetrable a ratos.

El humor absurdo es la clave en la construcción tonal de la película. Escenas que bordean lo ridículo (encuentros con extraterrestres, personajes que reaccionan de maneras bizarras) son presentadas con una seriedad que genera una sensación de incomodidad, como si estuvieras frente a un universo paralelo donde lo extraordinario es lo ordinario. Es ese tono sobrio, con tomas largas y planos fijos que contrastan con la extrañeza del contenido; y para lograrlo en director coloca con una quietud la cámara, lo que refuerza ese tono surrealista, ya que los eventos sobrenaturales que suceden son presentados de una manera casi mundana.

La dirección de Dumont está más interesada en las reacciones humanas ante lo incomprensible que en crear grandes secuencias de acción o efectos especiales llamativos. En este sentido, el tono visual refleja el minimalismo narrativo, dejando que los pequeños momentos de interacción humana hablen por sí solos.

El Imperio está repleto de metáforas que se prestan a múltiples lecturas. Una de las interpretaciones más claras es el uso de la ciencia ficción y los extraterrestres para reflexionar sobre el “Otro” en la sociedad. Las criaturas alienígenas representan lo desconocido, lo extranjero, lo que desafía las normas de un pequeño y cerrado pueblo francés. En este sentido, la película parece ofrecer una reflexión crítica sobre la xenofobia y la exclusión de lo que no comprendemos. 

Como es habitual en el cine de Dumont, la religión vuelve a estar presente, aquí de una manera compleja y provocativa. El director continúa su meditación y el enfrentamiento sobre el bien y el mal, que se enmarca en una narrativa de ciencia ficción que incluye referencias tanto a la Iglesia Católica como al paganismo, explorando la tensión entre lo sagrado y lo trivial, lo divino y lo humano. Incluso, el filme presenta una lucha ideológica donde la religión aparece más como un elemento de confrontación que de reconciliación, destacando la ambigüedad moral de sus personajes y situaciones. Eso sí, Dumont evita tomar una postura clara sobre la fe, y en su lugar, utiliza el simbolismo religioso para reflejar los dilemas existenciales y las contradicciones de la humanidad.

Las actuaciones son deliberadamente antinaturales, lo que es común en el cine de Dumont. Los actores a menudo entregan sus diálogos con un tono plano, lo que refuerza la atmósfera de desconcierto y extrañeza. Camille Cottin y Anamaria Vartolomei destacan en sus papeles, aportando una seriedad que contrasta con la absurdidad de las situaciones. Fabrice Luchini, en su característico estilo, juega con una excentricidad que le permite ser un punto cómico dentro de la trama.

Para aquellos no familiarizados con el estilo de Dumont, la película puede resultar frustrante debido a su ritmo lento, y a la falta de una trama coherente. Por otro lado, las actuaciones que son casi antinaturales, aunque deliberadas, tienden desconectar emocionalmente, y el guion que no sigue una estructura convencional, crea una sensación de que la historia nunca termina de “arrancar”, y sus interpretaciones pueden quedar a la deriva, ya que las reflexiones la saca cada persona que ve la película.

En resumen, podemos decir que El Imperio es una película desafiante y profundamente enraizada en la visión única de Bruno Dumont. Si bien su tono absurdo y sus metáforas la convierten en una obra interesante, su ritmo deliberadamente lento y sus actuaciones antinaturales pueden alienar aparte del público. Sin embargo, para aquellos dispuestos a sumergirse en su atmósfera surrealista, lo nuevo del cineasta ofrece una rica reflexión sobre la naturaleza humana, la alienación, y la incomprensión de lo extranjero en un contexto de fábula contemporánea.

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