Tran Anh Hung regresa al cine con esta fábula culinaria protagonizada por Juliette Binoche y Benoît Magimel, sobre un romance de otoño qué surge al calor de las brasas y de las cebollas, un romance ‘foodie’.
El Sabor de la vida (2023)
Puntuación: ★★★★
Dirección: Tran Anh Hung
Voces: Juliette Binoche, Benoit Magimel, Pierre Gagnaire, Galatea Bellugi y Emmanuel Salinger
Disponible en Prime Video
Uno de los cineastas más curiosos del cine moderno regresó a la pantalla con su séptimo largometraje, uno que explora un romance de otoño que surge en medio de la pasión por la comida, cuyo elemento se convierte en un medio para explorar la apreciación de la belleza y el misterio de la existencia, además de contar una delicada y complicada historia de amor. Pero, nada de eso funciona sin dos actores que logren transmitir esas emociones mientras cortan una cebolla, Juliette Binoche y Benoit Magimel, interpretan (respectivamente) a una cocinera y un gourmet cuya devoción por su oficio se corresponde con su adoración mutua. Sobra decir la maestría con la que Tran Anh Hung filma de manera exquisita todo el proceso culinario, es casi un orgasmo visual.
La película adapta la novela de Marcel Rouff de 1924 La Vie et la passion de Dodin-Bouffant, Gourmet, cuya trama se desarrolla en 1885, cuando Dodin (Magimel) trabaja con su brillante cocinera Eugenie (Binoche) para preparar platos increíbles. De hecho, la primera media hora del filme es una elaborada escena en la que los vemos a los dos (aunque sobre todo a Eugenie) cortar, cocinar, glasear y espolvorear varios platos que se servirán a los invitados de Dodin, y la experiencia y el entusiasmo del dúo se ven en cada movimiento impecable.
Eugenie y Dodin, han trabajado juntos durante dos décadas, también han cultivado una relación romántica, aunque con límites impuestos por Eugenie. Ella no quiere ser su esposa y rechaza cortésmente sus propuestas de matrimonio para poder mantener un nivel de autonomía. Pero la creciente regularidad de sus desmayos hace que Dodin tema por su salud.
Superficialmente, varias personas la han etiquetado como una pornografía culinaria debido a la forma en que la cámara de Jonathan Ricquebourg se detiene en las creaciones de Eugenie, pero a Tran no le interesa tanto la exquisitez de sus comidas como la seriedad con la que ella y Dodin se toman su vocación. Su lenguaje corporal y visual es la discusión profunda de las artes culinarias, y Binoche y Magimel retratan sin esfuerzo a una pareja que se estimula intelectual y físicamente.
Los colegas de Dodin lo elogian como el Napoleón de la gastronomía, pero él sabe que no sería nada sin Eugenie, y la película se construye bajo una relación madura que se guía por el respeto mutuo y la igualdad. Al darse cuenta de que están llegando al otoño de sus años, ambos quieren aferrarse a cada momento que les queda, incluso si Eugenie se resiste tímidamente a sus sugerencias de convertirse en esposos. Pero esta resistencia, es algo leve, y es parte de su coqueto: viven en habitaciones separadas, pero Eugenie ocasionalmente le permite visitar su dormitorio por las noches.
Y es esta cinta es creada por un cineasta que no busca hacer las cosas simples o banales, y es por eso que Tran lo que hace es un estudio meditativo de los personajes en el que se dan espacio para que florezcan varias metáforas potenciales. Es fácil interpretar la meticulosa gastronomía de Eugenie y Dodin como un sustituto de la dedicación de todos los artistas que dan todo de sí mismos para crear algo hermoso. Pero la película también parece un comentario sobre las formas silenciosas en que demostramos nuestro amor hacia alguien, o hacia algo que amamos, como en este caso el cocinar
El filme transmite desde el principio que Eugenie no se encuentra bien, ya que a veces pierde el equilibrio o se ve vencida por el agotamiento. Cuanto más se preocupa Dodin, más insiste ella en que está bien, pero él y el público lo saben mejor, lo que añade una capa extra a los acontecimientos.
Al final Tran nos dice que por muy espléndida que pueda ser una comida, está solo dura un breve momento y, del mismo modo, una historia de amor tiene una fecha de caducidad inevitable, pero esa comida deliciosa que es como el amor, siempre te deja un recuerdo que perdurará.