El Último Viaje es un emotivo documental que sigue a un hijo intentando reavivar el ánimo de su padre anciano llevándolo de vuelta a la Riviera Francesa. Mezclando ficción y realidad, la película combina humor, ternura mientras explora temas como el envejecimiento.
El Último Viaje (2024)
Puntuación:★★★½
Dirección: Filip Hammar y Fredrik Wikingsson
Documental
Estreno en cines
Llega a los cines de nuestro país el famoso documental sueco El Último Viaje (The Last Journey), mismo que ha roto todos los récords de taquilla para un documental en dicho país, consolidándose como un fenómeno cultural en dicha nación. Este éxito, sin embargo, no puede comprenderse sin tomar en cuenta la presencia de sus creadores: Filip Hammar y Fredrik Wikingsson, el dúo mediático conocido como “Filip & Fredrik”, que lleva más de dos décadas marcando la televisión sueca con un estilo irreverente, caótico y abiertamente humorístico. Paradójicamente, es en esta ocasión su mirada adquiere una profundidad emocional y melancólica inesperada.
Dicha película se estructura como una road movie con tintes nostálgicos y cómicos. Su punto de partida es aparentemente simple: Lars, padre de Filip, se jubila tras cuarenta años enseñando francés en la pequeña ciudad de Köping. Ícono de vitalidad y carisma docente, Lars había convertido su aula en una extensión de la cultura gala, adornada con boinas, juegos, chansons y su célebre ratatouille. Sin embargo, el retiro trae consigo una pérdida de propósito. Encerrado en casa, sin ganas de moverse ni participar, Lars parece diluirse en una depresión silenciosa.
Es entonces cuando Filip, en complicidad con Fredrik, idea un plan que mezcla ternura, nostalgia y una pizca de manipulación: llevar a su padre de vuelta a Beaulieu-sur-Mer, en la Riviera Francesa, donde solían vacacionar cuando él era niño. El viaje, cuidadosamente orquestado, pretende ser una reconstrucción casi teatral del pasado. Compran un viejo Renault 4 —idéntico al de antaño—, recrean situaciones de la infancia de Filip, y con la cámara siempre encendida, transforman esta travesía personal en una experiencia fílmica entre la ficción y el documental.

A nivel formal, El Último Viaje se despliega como un híbrido entre el documental autobiográfico y el cine de no ficción escenificada. Si bien se presenta como testimonio de una experiencia íntima, muchas de sus escenas revelan un grado de puesta en escena que no se oculta: dramatizaciones, repeticiones coreografiadas, y hasta simulacros de conflictos cuidadosamente preparados. En este sentido, el filme se acerca a ejercicios metacinematográficos como Good Bye, Lenin! (2003), donde los protagonistas manipulan la realidad con fines afectivos.
Uno de los grandes aciertos del film es la figura de Lars Hammar, convertido sin querer en el alma del relato. Su humor seco, su dignidad incluso en la fragilidad, y su calidez natural generan una empatía inmediata. Desde momentos entrañables —como cantar “Les copains d’abord” frente a la tumba de Georges Brassens— hasta instantes más ambiguos —como la puesta en escena de una discusión de tráfico “a la francesa”—, Lars oscila entre personaje y persona, entre símbolo y ser humano.
Sin embargo, esta misma estrategia narrativa, basada en la recreación afectiva, no está exenta de tensiones éticas. ¿Hasta qué punto el viaje es un acto de amor y hasta qué punto es una imposición? ¿Cuánto hay de libertad en las decisiones de Lars y cuánto responde a la voluntad del hijo cineasta que necesita darle sentido a una crisis? En algunos pasajes, la película roza una forma de control coercitivo que pone en tela de juicio los límites del documental participativo, sobre todo cuando se juega con la vulnerabilidad emocional y física de una figura paterna en declive.
La propuesta visual alterna grabaciones familiares, material actual y una fotografía cálida que busca evocar un pasado idealizado. La edición, por momentos, subraya el sentimentalismo, aunque sin caer del todo en el melodrama, gracias al contrapunto irónico que aporta Fredrik, siempre escéptico desde el asiento trasero del auto. La banda sonora acompaña con sutileza, apelando a los recuerdos compartidos más que a la épica del viaje.
Como obra cinematográfica, El Último Viaje funciona en varios niveles: es una carta de amor a un padre, un ensayo sobre la vejez, un homenaje a los buenos maestros y una reflexión sobre la memoria y su potencial performativo. Pero también es un experimento narrativo que no teme difuminar las fronteras entre lo real y lo ficticio, entre el afecto genuino y la construcción estética.