Emma Mackey brilla como protagonista de la historia de Emily Brönte, joven escritora de “Cumbres Borracosas”, en un filme de época dotado de encanto y carisma.
Emily (2022)
Puntuación: ★★★½
Dirección: Frances O’Connor
Reparto: Emma Mackey, Oliver Jackson-Cohen, Adrian Dunbar, Fionn Whitehead
Disponible: Estreno en cines, no disponible en América Latina
Cada año se estrenan nuevas producciones que retratan épocas pasadas, cargadas de vestuarios y escenarios de ensueño, bajo diversos enfoques y miradas. Algunas de ellas alcanzan reconocimiento en la crítica o en forma de premios como en los casos recientes de “La Favorita” de Yorgos Lanthimos o “Mujercitas” de Greta Gerwig, mientras que otras, sin alcanzar este impacto, funcionan como crowd pleasers fáciles de ver, terreno en el que se mueve “Emily”, la más reciente producción escrita y dirigida por la versátil Frances O’Connor y que tuvo su premier mundial en el Festival Internacional de Toronto.
Funcionando como un biopic poco tradicional, en lugar de darle un estatus de mito o grandeza al personaje de Emily Brönte, la película busca humanizarla dentro del contexto social en el que habita, contando la vida imaginada de su protagonista, una de las autoras más famosas del mundo, que falleció a la temprana edad de 30 años y se describe como una rebelde e inadaptada a su tiempo.
Los aspectos técnicos de la película son conseguidos con éxito al cumplir con lo necesario para un drama de época: el vestuario es bello, la iluminación suave contrasta con el uso de sombras en los espacios cerrados y la banda sonora evoca el periodo en el que se mueve el relato, sumado a una puesta en escena cuidada, cuya imagen limpia refleja un escenario rural donde la lluvia tiene un papel preponderante, no solo en los momentos trágicos o difíciles, sino también en bellas secuencias en las que los personajes atraviesan el plano corriendo, dando forma a imágenes frescas que se complementan con la historia central que se está contando, siendo grabada con sutileza.
Este tipo de cine, en donde todo gira entorno al personaje central, desde las decisiones de los personajes secundarios hasta la posición de la cámara, requiere de una actuación capaz de atrapar la atención del público desde el arranque, algo que Emma Mackey (recordada por su papel de Maeve Wiley en la exitosa serie “Sex Education”) consigue al personificar con honestidad un ser humano que se siente ajeno a su entorno plagado de éxito superficial y banalidades disfrazadas de prestigio, algo con lo que es sencillo identificarse y posibilita que uno entre en el relato. Es una pena que el reparto que le acompaña no reciba el mismo tratamiento, al ser más un elenco de apoyo carente de desarrollo alguno, que personas reales con acciones claras y una personalidad definida.
Los clichés están a la orden del día, en “Emily” la directora no busca innovar o cambiar la fórmula del género, por el contrario, el filme replica, quedándose algo lejos, la estructura de obras como “Orgullo y Prejuicio”, “Maria Antonieta”, “Mujercitas” o, más recientemente, “Emma”, al crear una trama sencilla, chistes que sobran y ocurrencias para hacer que la historia avance, pero dotada de un aparato estético que permita disfrutar sin mayor complejidad o exigencia. Ahora, el filme destaca porque, bajo esas conveniencias narrativas, existen momentos que reflejan ingenio y creatividad al poner en práctica recursos poco utilizados como incorporar sonidos que evocan al mar en medio de una tormenta o quitar del todo el sonido cuando una noticia desgarradora es contada, esto para generar un vacío literal tanto en pantalla como en la audiencia.
En el fondo, más allá de la búsqueda de inspiración para escribir y dejar sus ataduras, esta obra busca retratar las complejas relaciones e interacciones que Emily tiene con sus pares, desde una figura paterna decepcionada que siempre espera más de ella, pasando por una hermana hipócrita, un hermano alcohólico y un pueblo que le llama freak a sus espaldas, en donde el vínculo amoroso que desarrolla con el cura ese (interpretado por no se), no solo ofrece una capa de credibilidad al relato sino también permite incrementar el interés del público en sus vivencias y el cómo se enamoran pese a la obvia desaprobación que esta unión puede traer para ambos.
Hacia el tercer acto, el ritmo sufre un bajón y la historia se extiende más de lo necesario, aunque a la larga, sus más de dos horas suponen una oportunidad para desconectar de la realidad abrumadora en la que nos movemos día a día y acompañar a un personaje agradable que aspira a grandes cosas en el mundo de la literatura, siguiendo su pasión y aprendiendo a vivir dentro de un mundo que rechaza su naturaleza, por lo que, pese a los fallos y jugar a la segura, la cinta en general resultar ser una experiencia cinematográfica complaciente e inclusive atrapante en momentos específicos.