La nueva entrega de la longeva franquicia ha sido un fenómeno internacional al construir un relato inspirador sobre la resiliencia humana, la cooperación ciudadana y el terror nuclear de una nación, todo magnificado gracias al espectáculo visual de este drama humano anti-bélico.
Godzilla Minus One (2023)
Puntuación: ★★★★½
Dirección: Takashi Yamazaki.
Reparto: Ryunosuke Kamiki, Minami Hamabe, Yuki Yamada, Munetaka Aoki, Hidetaka Yoshioka, Sakura Ando y Kuranosuke Sasaki.
Disponible en cines selctos
Luego de 36 películas y 7 décadas, imaginarse un mundo sin Godzilla, el monstruo más reconocible cine y parte de la iconografía clásica de la cultura popular, sería difícil, al tomar en cuenta que su versatilidad como amenaza y villano sigue vigente, tanto en Hollywood gracias al Monsterverse de Legendary Pictures o en territorio asiático de la mano de Toho, estudio responsable de relanzar esta franquicia por todo lo alto con Godzilla Minus One, una obra que recupera las raíces de la primera entrega al viajar hasta el Japón posguerra (1945) y enfocarse en los desafíos que la reconstrucción de una nación en ruinas supone.
Bajo este atractivo contexto, la obra de entrada busca realizar una reflexión sobre las heridas abiertas que deja cualquier enfrentamiento armado, donde, a lo largo de la historia, las principales víctimas siempre han sido las personas y los ciudadanos que no toman acción directa en los conflictos. Alejándose de los convencionalismos del subgénero, el filme busca darle un peso narrativo y dramático al relato, desarrollando personajes creíbles cargados de humanidad, con los cuales es sencillo empatizar al huir del típico arco del héroe, dedicándose desde el guion a formar lazos hermosos de comunidad.
Dentro de esta idea, el punto central no es la batalla contra un monstruo de proporciones épicas (pese al título); la mayor virtud reside en la forma en la que la película abarca el tema de la creación de una familia poco convencional unida por la situación de supervivencia extrema de un Japón humillado y destruido, expuesto a peligros pero uno en el cual la humanidad se resiste a perecer al mostrar como poco a poco las ciudades comienzan a avanzar tras la Segunda Guerra Mundial.
Cuando la situación parece ir mejorando, de forma inteligente, Takashi Yamazaki decide liberar al monstruo por el que todos pagamos la entrada, el cual se muestra como un Dios desenfrenado al sentirse invadido por la intervención nuclear de Estados Unidos, tomando represalias a lo largo de varios años al punto de destruir, sin piedad alguna, poblaciones enteras dentro de coreografías espectaculares y dolorosas.
Como es evidente, los efectos visuales y el diseño de producción deben estar a la altura de la narrativa propuesta, y en este caso, con un módico presupuesto de 15 millones de dólares, los VFX aprovechan al máximo cada oportunidad de mostrar a Godzilla bajo una perspectiva aterradora, en especial cuando, gracias a la utilización de una banda sonora poderosa, el rugir de la bestia es capaz de estremecer a propios y extraños, ya que pese al fanatismo detrás de la figura del monstruo, existe un deseo genuino de que los protagonistas salgan ilesos.
Los elogios y el alcance del filme ha sido objeto de estudio, recaudando más de 100 millones de dólares a nivel mundial y recolectando nominaciones como la que alcanzó en los Critics Choice Awards a Mejor Película de Habla No Inglesa o su aplaudida nominación a Mejores Efectos Visuales en los venideros Premios de la Academia, un hito al ser la primera película de la franquicia en alcanzar este tipo de reconocimiento.
Como un todo, el filme funciona como un blockbuster y a la vez como una hermosa oportunidad de experimentar un cine fantástico que guarda una artesanía en los movimientos y en las acciones de un Godzilla que vuelve a su mejor versión como una criatura merecedora de miedo y respeto, sin olvidarse del peso temático y los valores estéticos de una de las mejores películas del pasado año.