Karate Kid: Leyendas | Review

Karate Kid: Leyendas intenta revivir una franquicia ya agotada, y lo hace reciclando fórmulas viejas y forzando la nostalgia. Aunque Ben Wang aporta frescura, la trama cae en clichés y repite escenas sin emoción. 
Karate Kid: Leyendas (2025)
Puntuación: ★
Dirección: Jonathan Entwistle
Reparto: Ben Wang, Jackie Chan, Ralph Macchio y Joshua Jackson
Disponible en HBO Max

La franquicia Karate Kid debería haberse detenido hace tiempo. Lo que en 1984 nació como un relato inspirador sobre la superación del desvalido, y que encontró un aire fresco con la serie Cobra Kai (2018-2025), hoy regresa convertido en un producto cansado. Karate Kid: Leyendas, dirigida por Jonathan Entwistle, no es más que un reciclaje de fórmulas pasadas: mezcla escenas de la tetralogía original, guiños al remake de 2010 y ecos de la serie de Netflix. El resultado es un pastiche sin identidad, un Frankenstein que confunde nostalgia con repetición.

La trama sigue a Li Fong (Ben Wang), una joven promesa del kung fu que, tras una tragedia familiar, se traslada de Pekín a Nueva York junto a su madre (Ming-Na Wen). Allí intenta encajar en su nueva vida, aunque los problemas lo persiguen. Entre romances, rivalidades y amistades inesperadas, Li se ve arrastrado a una competición de kárate para ayudar a un amigo, solo para descubrir que su estilo no basta. Su maestro, el Sr. Han (Jackie Chan), recurre entonces a Daniel LaRusso (Ralph Macchio), y juntos enseñan a Li a fusionar kung fu y kárate en un clímax que conecta la película con el universo de Cobra Kai. Sobre el papel, parece una síntesis ideal; en pantalla, se reduce a una fórmula reciclada y previsible.

Ni Ralph Macchio ni Jackie Chan logran darle vitalidad a una historia que los relega a los márgenes. El protagonismo recae en Li, un joven con carisma y buen físico, pero atrapado en un guion que se mueve entre clichés de manual: traumas familiares, romance juvenil, rival celoso y, por supuesto, el montaje de entrenamiento. Solo que aquí esos momentos carecen de magia, reducidos a rutinas previsibles que repiten gestos vacíos.

La película presume homenajes —clips de la Parte II, cameos, frases sobre el legado del Sr. Miyagi—, pero todo se siente manipulado, como si el verdadero objetivo fuera exprimir la nostalgia de los fans en lugar de ofrecer una propuesta nueva. Esa falta de convicción es lo que la hace tan evidente: Karate Kid: Leyendas no nace de una necesidad artística, sino de la inercia comercial de una franquicia que se niega a morir.

El mayor problema es que ya no genera pasión. No emociona ni inspira, apenas entretiene como relleno pasajero. La saga, que alguna vez fue un emblema de resiliencia y disciplina, se ha convertido en una serie de guiños automáticos, un eco vacío que confirma que la historia del karate kid terminó hace mucho tiempo.

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