La Evaluación | Review

‘La Evaluación’ (The Assessment), es una distopía que reflexiona sobre la paternidad bajo un régimen autoritario en un mundo post-climático. A través de una evaluación absurda e invasiva, la película desvela las grietas emocionales de una pareja y el vacío existencial del nuevo orden. 
La Evaluación (The Assessment) (2024)
Puntuación:★★★½
Dirección: Fleur Fortune
Reparto: Alicia Vikander, Elizabeth Olsen, Himesh Patel y Minnie Driver  
Disponible: VOD Google Play

La directora debutante Fleur Fortuné irrumpe en la escena cinematográfica con La Evaluación (The Assessment), una obra de ciencia ficción de alto concepto que, en su forma y fondo, evoca tanto la sofisticación retrofuturista de la narrativa especulativa como una aguda crítica social envuelta en una estética elegante, perturbadora y a ratos deliciosamente absurda. El filme se inscribe en la tradición de una distopía cerebral que remite tanto a la inquietante domesticidad de La fiesta de Abigail como a las estructuras de control y planificación emocional de Un mundo feliz. En ese cruce, Fortuné construye un relato provocador sobre la paternidad programada y la erosión de los vínculos humanos bajo la vigilancia institucional.

La historia se sitúa en un futuro donde el cambio climático ha arrasado con gran parte del planeta. En este contexto posapocalíptico, una porción de la Tierra ha sido preservada —o más bien, secuestrada— por una élite que vive en condiciones óptimas, protegida por un régimen autoritario que regula cada aspecto de la vida. Esta nueva sociedad, aunque próspera, se sostiene sobre la exclusión sistemática de “indeseables”, exiliados al desierto tóxico del “viejo mundo”. La aparente estabilidad de este nuevo orden se revela pronto como un simulacro de armonía: tras su fachada higienizada, se esconde un sistema profundamente opresivo que limita incluso la capacidad de reproducirse, sujeta a un procedimiento burocrático conocido como “la evaluación”.

El film se centra en Mia (Elizabeth Olsen), una bióloga vegetal que investiga nuevas fuentes de energía orgánica, y Aaryan (Himesh Patel), un científico dedicado a la inteligencia artificial. Ambos encarnan el ideal tecnocrático del nuevo régimen, y están convencidos de que su solicitud para tener un hijo será aprobada sin contratiempos. Sin embargo, el proceso que enfrentan va más allá de cualquier examen psicológico convencional. Durante siete días, su intimidad es invadida por Virginia (Alicia Vikander), una figura enigmática y ambigua que personifica tanto la frialdad institucional como la amenaza latente del deseo desbocado. Vestida con una corrección casi caricaturesca, su presencia evoca la precisión robótica de Ava, el personaje que Vikander interpretó en Ex Machina, y resuena como una extensión siniestra del Estado.

La evaluación se transforma rápidamente en un experimento emocional de límites difusos. Virginia observa, interroga, manipula y desestabiliza. Les exige a Mia y Aaryan que se expongan en sus momentos más íntimos, incluso durante el acto sexual, con una lógica perversa que cuestiona la autenticidad de su afecto. Más inquietante aún es la introducción de dinámicas de juego de roles, como una cena con familiares que deriva en una puesta en escena artificial y violenta, o su regresión infantil que la lleva a buscar consuelo en la cama de la pareja como si fuera una niña traumatizada. ¿Es todo parte de una metodología institucionalizada? ¿O estamos presenciando el colapso de una figura de poder que, protegida por la estructura del sistema, descarga sus pulsiones personales en quienes están sujetos a su juicio?

El espectador, al igual que los protagonistas, queda atrapado en la ambigüedad. La actuación de Vikander es clave en ese juego: su Virginia es hipnótica, desconcertante y deliberadamente inescrutable, una figura que podría leerse tanto como agente de destrucción como catalizadora de una conciencia crítica. En ese sentido, remite al personaje de Terence Stamp en Teorema de Pasolini: un ser que irrumpe para desestabilizar las certezas burguesas y desnudar la fragilidad del orden establecido.

Las interpretaciones de Olsen y Patel son igualmente notables, equilibrando con precisión entre lo emocional y lo performativo. Sus personajes se construyen a partir de pequeños gestos de duda, orgullo herido y resignación, mientras tratan de navegar una situación donde la lógica ha sido sustituida por una mecánica kafkiana del control. El elenco secundario, con figuras como Minnie Driver, Indira Varma y Charlotte Ritchie, ofrece contrapuntos que enriquecen el tono tragicómico del relato.

El verdadero golpe del film, sin embargo, no está solo en su crítica al biopoder ni en su estética de ciencia ficción humanista, sino en su reflexión melancólica sobre el deseo de tener hijos en un mundo emocionalmente devastado. En este universo gélido, los niños se convierten en entelequias: no son seres humanos reales, sino promesas proyectadas sobre un futuro improbable, espejismos que intentan llenar el vacío que dejaron tanto la destrucción del planeta como las relaciones parentales fallidas. El anhelo de maternidad o paternidad, en este contexto, parece menos una aspiración vital que un eco desesperado por preservar alguna forma de continuidad.

La película culmina con una coda extensa que, si bien puede dividir opiniones, demuestra la ambición narrativa de Fortuné y su capacidad para cerrar una historia con sentido, algo que escapa a muchos cineastas contemporáneos. La Evaluación (The Assessment) no solo marca un debut prometedor, sino que se impone como una obra reflexiva, inquietante y estéticamente poderosa que reaviva la ciencia ficción como herramienta crítica del presente.

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