Guy Ritchie regresa con una serie que derivada de una de sus películas más recientes, Los Caballeros (2019) dandole varios giros ingeniosos, ágiles y elegantes, con un Theo James sorprendente.
El mejor Guy Ritchie ha regresado, su estilo ingenioso, ágil, elegante, y con un vestuario icónico, Los Caballeros es una delicia en gran medida sorprendente, una comedia criminal entretenida con un chasquido fresco y con una personalidad propia, que sigue la fórmula de la película que nos enamoró en el año 2019, pero cabe aclarar que no es una nueva versión o una secuela, se podría decir que la serie es como “un spin off”, pero realmente tampoco lo es, aunque comparten ciertas conexiones con el material original que son, en el mejor de los casos, nada más que los entornos de los imperios del cannabis y las drogas en el Reino Unido y el desagradable elenco de personajes que lo habitan, en realidad, pero con una chispa efervescente y un atractivo similar.
Coescrito por Ritchie y Matthew Read (un guionista de Peaky Blinders), que ayuda a contener a Ritchie cuando se vuelve demasiado impulsivo en su forma de narrar incluso cuando la trama a veces pone a prueba la credulidad. Claro, hay una dispersión de personajes, y las dificultades cada vez mayores se vuelven un poco complicadas, pero en gran medida es fácil seguir el hilo y el juego de los personajes. Si bien el Mickey Pearson de Matthew McConaughey en la película Los Caballeros nunca se menciona por su nombre, su dinastía clandestina de cultivo de marihuana es claramente el tejido conectivo que une las narrativas.
En Los Caballeros (la serie) se introduce una nueva clase de criminales, tal vez proponiendo que en el fondo, los miembros de la aparentemente noble aristocracia inglesa fueron los gánsteres originales desde el principio. La nítida serie de Ritchie se centra en la familia Horniman y en Eddie Horniman (un Theo James inesperadamente hábil y sexi), el segundo hijo del duque de Halstead. Sin esperar heredar nada de las propiedades o riquezas del campo de la familia, Eddie es en gran medida un hombre realizado, sobresaliendo en la vida y ascendiendo al rango de Capitán en el ejército británico, presentado inicialmente, en su puesto, como un emprendedor extremadamente competente. Pero cuando su padre fallece inesperadamente, y el inútil primogénito de la familia Freddy Halstead (un Daniel Ings deliciosamente divertido) es ignorado intencionalmente en el testamento, y es así como Eddie hereda el patrimonio de su padre, pero lo que no sabe es que le hereda también ciertos inconvenientes que de repente la vida de este da un giro deliciosamente inesperado, y se enfrenta a un destino y una fortuna que nunca pidió.
Mientras el heredero se enfrenta a las innumerables responsabilidades que conlleva ser propietario de esta finca inglesa, incluidas las innumerables deudas que ha acumulado la responsabilidad imprudente y estúpida de su hermano, llega a su vida la elegante, sardónica e ingeniosa Susie Glass (una estupenda Kaya Scodelario) llamando a su puerta y le revela que la finca Halstead alberga un enorme cultivo de marihuana, cuyo negocio es liderados por el gran jefe llamado Daddy, Bobby Glass (Ray Winstone), y que les gustaría continuar la relación quid-pro-quo de operar sin impunidad bajo su nuevo propietario.
Aparentemente no muy interesado en asociarse con criminales o con Susie, la astuta hija de Glass, quien dirige el negocio, Eddie desafortunadamente está en medio de varios problemas, como lidiar con la deuda millonaria de su idiota hermano idiota —que siempre esperó el cómodo colchón de la herencia, por lo que nunca llegó a nada— que es una fortuna de ocho millones de dólares, y este se la debe a una banda de despiadados matones traficantes de cocaína.
Si no fuera suficiente todo eso, hay un hombre millonario (Giancarlo Esposito), que está muy interesado en adquirir la finca de la familia Horniman. Eddie propone un tratado que resolverá los problemas de ambos. Habiendo alineado intereses (Susie espera mantener el status quo, Eddie necesita una inducción sería de flujo de caja para rescatar a su desvergonzado e insensato hermano), llegan a un entendimiento mutuamente recíproco que permitirá que la mansión permanezca en manos de la familia Horniman, Freddy vivir, las deudas que pagar y que el feudo cannábico siga operando.
Pero cuando todo va en buen camino, las cosas se complican mucho más cuando Freddy hace un desastre increíblemente colosal y lo arruina todo, una y otra vez. Y así, Los Caballeros es esencialmente una sucesión de situaciones y estrategias de Eddie intentando salvar a su hermano que la embarra una y otra vez, mientras este intenta administrar y resolver los acuerdos con el cartel de cannabis. Pero una serie de eventos desafortunados y mala suerte (a menudo Freddy, pero también existen otras meteduras de pata dentro del entorno) arruinan las apuestas y exageran las consecuencias, que se van volviendo divertidas.
Lo más atractivo de la serie es la delicia de pareja que forman Eddie y la sofisticada y calculadora Susie, juntos logran llevar a sus familias al siguiente nivel. Inicialmente casi dulces el uno con el otro, pero muy pronto comienzan a chocar, lo que hace que sea difícil evitar que el vertiginoso giro hacia el final no sea sorprendente, ya que desde el inicio sabemos que Eddie lo que intenta es liberar a su familia de la criminalidad. Pero en el camino, parece cogerle el gusto a todo, demostrando que tal vez es un caballero despiadado y no un tan valiente y noble como parece ser.
Theo James es fantástico en el papel del aristócrata cortés y afable, un papel para el que aparentemente nació. Simplemente nunca ha estado mejor. Mientras que Scodelario es un contraste tremendo a la hora de interpretar a esta emperatriz sensata. Juntos logran sacar a flote los momentos cuando el guion falla, en sus muchas exageraciones cómicas que superan la incredulidad, incluso para una comedia criminal salvaje como está, pero que en conjunto todo funciona sin problemas.
Muchos de los personajes secundarios aportan chispa y humor como el interpretado por Dar Salim (The Covenant de Ritchie) este ofrece un giro humorístico como un “limpiador y agente de eliminación de cadáveres”.
Como todas las series realizadas por cineastas hoy en día, Los Caballeros no se libra de tener ciertos excesos que se van repitiendo alrededor de los episodios cuatro, cinco y seis, en medio de todas las tramas y giros incluso el momento donde aparecen un grupo de gitanos se nota que la serie se ha estirado demasiado, y tal vez haber hecho ocho episodios de duración no fue la mejor opción, y si se hubiera reducido a cinco o seis hubiera sido mucho más redonda, pero no implica que sea una genial y brillante serie, y todos esos detalles se pueden obviar.