Presencia de Steven Soderbergh es una innovadora exploración de la distancia emocional y la impotencia, narrada íntegramente desde la perspectiva de un fantasma.
Presencia (2024)
Puntuación: ★★★½
Dirección: Steven Soderbergh
Reparto: Lucy Liu, Julia Fox, Chris Sullivan y West Mulholland
Estreno en cines
Desde sus inicios, Steven Soderbergh ha demostrado una inquebrantable voluntad de experimentar con el lenguaje cinematográfico. En Presencia, su colaboración con el guionista David Koepp da como resultado una obra que desafía la percepción tradicional del cine de terror y lo resignifica como un ejercicio de introspección. Lejos de los códigos convencionales del género, Presencia es una meditación sobre la distancia emocional y la incapacidad de intervenir en la vida de los demás, manifestada en la singular elección de narrar la historia enteramente desde el punto de vista de un fantasma.
Si bien el cine ha explorado en repetidas ocasiones el punto de vista subjetivo —desde el metraje encontrado hasta las narrativas en primera persona—, Presencia trasciende la mera formalidad de esta elección y la convierte en la esencia misma de su propuesta. A través de una cámara flotante y omnipresente, Soderbergh recrea la perspectiva de un ente invisible que observa, pero no actúa, que presencia el dolor y las tensiones familiares sin la posibilidad de intervenir. En este sentido, el filme no recurre a los sustos tradicionales, sino que genera un tipo de terror más profundo: el de la impotencia y el aislamiento.
La decisión de narrar la historia desde el punto de vista del fantasma convierte la cámara en un personaje en sí mismo, un ente que vaga silencioso por los espacios, testigo de momentos de intimidad, conflicto y desesperación. La puesta en escena es calculada, ya que está diseñada con una precisión para enfatizar la distancia emocional entre los personajes, y esto lo hace creando planos largos y una cinematografía fría que acentúa la sensación de alienación. Al no contar con un punto de vista humano tangible, el espectador se ve forzado a asumir el papel del observador impotente, una posición que genera incomodidad y reflexión más que miedo inmediato.

La historia se centra en Rebekah (Lucy Liu), su esposo (Chris Sullivan) y sus hijos, quienes experimentan fenómenos inexplicables tras mudarse a una nueva casa en los suburbios. Sin embargo, la verdadera fuente de inquietud no radica en la presencia sobrenatural, sino en la fractura emocional que ya existía en la familia. Rebekah, obsesionada con el éxito deportivo de su hijo Tyler, se distancia de su hija Chloe, quien lidia con el trauma de la pérdida de una amiga. Mientras tanto, el padre parece un elemento pasivo en la estructura familiar, una figura que presencia los conflictos sin intervenir de manera significativa, reflejando la propia condición del fantasma.
En lugar de construir la narrativa sobre el clásico enfrentamiento entre vivos y muertos, Presencia utiliza la figura del fantasma como una metáfora de la desconexión emocional. ¿Cuántas veces somos testigos del sufrimiento ajeno sin poder hacer nada al respecto? ¿Cuántas veces nos volvemos invisibles en nuestras propias relaciones? El espectro que habita la casa no es el único que se encuentra atrapado en un limbo; cada miembro de la familia está confinado en su propio espacio de incomprensión y soledad.
Es importante enfatizar que Presencia no es una película de terror en el sentido convencional. No hay demonios vengativos, ni entidades malévolas, ni sobresaltos orquestados por una partitura estridente. La sensación de horror proviene de la naturaleza misma de la existencia espectral y de la pasividad forzada del observador. La perspectiva del fantasma refuerza un sentimiento de impotencia desgarrador, evocando la idea de que la mayor tragedia no es la muerte, sino la incapacidad de influir en el mundo de los vivos.
En este sentido, la película dialoga con obras como A Ghost Story (2017) de David Lowery, donde la presencia espectral no es una amenaza, sino una entidad atrapada en el tiempo, condenada a la contemplación eterna. Sin embargo, a diferencia del tono poético y existencialista de A Ghost Story, Presencia incorpora una crítica incisiva a las dinámicas familiares modernas, donde la comunicación se ha vuelto frágil y la conexión emocional, una tarea cada vez más difícil.
En conclusión, Presencia es un testimonio del afán de Soderbergh por expandir los límites del cine y explorar nuevas formas de contar historias. La elección de narrar la película desde la perspectiva de un fantasma no es un mero artificio estilístico, sino un recurso que transforma la manera en que experimentamos el relato. Más que una historia de horror, Presencia es una exploración sobre la soledad, el duelo y la incapacidad de intervenir en la vida de aquellos que amamos.