El drama tunecino dirigido por Kaouther Ben Hania es una visión mal ejecutada de la problemática de los inmigrantes, bajo la óptica del arte en modo de sátira.
El hombre que vendió su piel (2020)
Puntuación: ★★½
Dirección: Kaouther Ben Hania
Reparto: Koen De Bouw, Monica Bellucci, Husam Chadat, Rupert Wynne-James y Adrienne Mei Irving
Disponible: Estreno en cines
Cuando una propuesta original se estrena con algún éxito en festivales condecorados, resulta natural el tener expectativas al momento de vivirla dentro de una sala de cine. “The Man Who Sold His Skin”, dirigida por Kaouther Ben Hania, se mueve al rededor de una premisa diferente: Sam Ali, un refugiado sirio que huyó al Líbano escapando de la guerra, acepta convertirse en el tapiz humano de un afamado tatuador a cambio de un pasaje a Europa; sin embargo, el desarrollo de la película es decepcionante, al quedarse corta en sus intenciones y aspiraciones.
Para comenzar, es una pena que una historia asociada con el mundo del arte y las exhibiciones, no aproveche esta oportunidad para resaltar en los aspectos técnicos que componen la obra. Si bien es cierto que la fotografía y el montaje no deben ser lo único relevante al momento de contar un relato, la precisión y belleza estética sin dudas ayudan a elevar de nivel lo mostrado en pantalla. Además, la composición de la banda sonora no ofrece algo novedoso por lo que los elementos que rodean la narrativa no resultan llamativos.
Entrando en materia, el filme tiene serios problemas en arrancar, ya que el primer acto se siente confuso y mal orquestado, al no definir de manera correcta a sus personajes y perder el norte con facilidad. Como ya se mencionó, la idea de explorar los límites que separan al ser humano de las mercancías y las consecuencias de utilizar la piel como lienzo suena como un viaje por lo menos atractivo, aunque el producto ofrecido carezca de calidad.
La actuación de Yahya Mahayni liderando el reparto es sólida, su trabajo y compromiso son palpables, pese a que su personaje represente un estigma complaciente, al mostrar bajo una óptica sin ganas de generar debate o polémica al rededor de la guerra o la inmigración.
El mayor conflicto que genera la película es en referencia al tono, ya que nunca existe una verdadera ruta o camino por recorrer: ¿es un drama de denuncia? ¿una sátira sobre el mundo del arte y las políticas internacionales? ¿un estudio de personaje sobre la inmigración y sus implicaciones en la sociedad moderna? Para mal, “The Man Who Sold His Skin” es todo esto y a la vez nada, ya que no existe una homogeneidad en el relato.
El mensaje muchas veces es puesto en nuestra cara sin filtro, no hay sutileza, por lo que, a pesar de los aspectos negativos que hacen de este filme una mediocre propuesta, no deja de ser una oportunidad para ver a Mónica Bellucci en la pantalla grande, aunque sea en una producción simple y consumible sin más.