La nueva versión de The Wedding Banquet, reinterpreta con sensibilidad la comedia original de Ang Lee desde una perspectiva queer contemporánea, aunque oscila entre el drama y la comedia sin definirse del todo.
The Wedding Banquet (2025)
Puntuación:★★★½
Dirección: Andrew Ahn
Reparto: Yang, Lily Gladstone, Kelly Marie Tran, Han Gi-chan, Youn Yuh-jung y Joan Chen
Disponible: VOD Google Play
El más reciente largometraje de Andrew Ahn propone una relectura contemporánea de The Wedding Banquet (1993), la emblemática comedia romántica de Ang Lee, nominada al Óscar. En esta nueva versión, el propio James Schamus —coguionista del filme original— regresa como coescritor y coproductor, aportando una continuidad autoral que establece un puente entre generaciones. Aunque el eje narrativo sigue orbitando en torno a un matrimonio de conveniencia, Ahn actualiza las dinámicas de las relacionales, centrándose en temáticas como el compromiso afectivo, la parentalidad queer y la construcción de familias elegidas. El resultado es una comedia de modulación amplia, con momentos de marcada exposición, que se apoya en un elenco coral capaz de sostener emocionalmente la estructura narrativa.
En esta adaptación, la acción se traslada de la Nueva York de los años noventa al Seattle contemporáneo, donde cuatro amigos queer conviven en una comunidad vecinal. Chris (Bowen Yang), figura central del relato, mantiene una relación estable con Min (Han Gi-chan), un joven coreano proveniente de una familia adinerada cuya visa estudiantil está próxima a expirar. Min propone a Chris casarse para regularizar su estatus migratorio, pero este, paralizado por sus dudas sobre el compromiso, rechaza la oferta. En paralelo, Angela (Kelly Marie Tran) y Lee (Lily Gladstone) enfrentan una segunda y costosa ronda de fecundación in vitro, mientras Angela lidia con la sombra de su madre May (Joan Chen), una mujer que, lejos de rechazar su orientación, la respalda con tal vehemencia que ha sido premiada como “Aliada del año”. Esta inversión del tropo clásico de la madre homófoba añade una capa de ironía que el guion aprovecha con inteligencia.
La solución que encuentra el grupo para resolver ambos conflictos —un matrimonio ficticio entre Min y Angela a cambio de financiamiento para el tratamiento de fertilidad— se inscribe plenamente dentro de la lógica artificial del género. La transacción, sin embargo, se torna aún más complicada con la llegada inesperada de la abuela de Min (Youn Yuh-jung), que viaja desde Corea para conocer a su supuesta futura nuera. La actuación de Youn, ganadora del Óscar por Minari, dota a la película de una energía vibrante y una hondura emocional que redefine el tono del relato. Su personaje, más perspicaz de lo que los protagonistas suponen, desplaza el conflicto hacia un terreno más íntimo, donde la puesta en escena de la boda se transforma en un espejo de las tensiones subyacentes.

Ahn opta por filmar este remake con la sobriedad de un drama independiente, dejando que la comedia emerja de manera episódica y contenida. En lugar de abrazar el slapstick o la farsa, el director privilegia una aproximación realista que, si bien limita la comicidad, refuerza la dimensión emocional de los personajes. Esta decisión tiene efectos ambivalentes: por un lado, eleva momentos de autenticidad —como una escena muda entre Gladstone y Tran cargada de significado—; por otro, inhibe el potencial humorístico que una situación tan inherentemente absurda podría desplegar. Incluso las escenas de comedia más efectivas, como el intento del grupo por “heteronormatizar” el hogar antes de la llegada de la abuela, se sienten contenidas, como si la película dudara entre rendirse al artificio o denunciarlo.
En términos de diseño de producción, destaca el trabajo de vestuario de Matthew Simonelli, que articula visualmente las diferencias de clase, edad y cultura entre los personajes. Desde el estilo casual y urbano de los protagonistas más jóvenes, hasta el refinado atuendo tradicional confeccionado por Min para su abuela, el vestuario se convierte en una herramienta narrativa que enriquece el subtexto del film.
A pesar de que no hay antagonistas claros y, por ende, el conflicto carece de una amenaza sustancial, Ahn consigue articular una resolución afectiva y convincente, donde lo importante no es lo que los personajes declaran, sino cómo performan su amor. La película se distancia así de la lógica del clímax dramático y apuesta por una disolución de los conflictos en gestos, silencios y actos simbólicos.
En última instancia, The Wedding Banquet (2025) sortea con solvencia la trampa del remake innecesario. Ni se limita a replicar servilmente el original ni lo traiciona; más bien lo reinterpreta a la luz de un nuevo contexto sociopolítico y cultural. Ahn y Schamus, conscientes del paso del tiempo y de los cambios en la representación LGBTQ+, reformulan el relato original con sensibilidad y un grado de melancolía. El núcleo temático —el deseo de reconciliar los vínculos afectivos con las estructuras familiares y legales— permanece intacto, pero adquiere nuevas resonancias en un mundo donde lo queer ya no se esconde, pero sigue negociando su legitimidad.