Until Dawn: Noche de terror

Until Dawn es una adaptación de videojuego correcta pero intrascendente, atrapada entre la repetición y el cliché. Aunque técnicamente sólida y con un reparto comprometido, carece de alma y frescura.
Until Dawn (2025)
Puntuación: ★★★
Dirección: David F. Sandberg
Reparto: Ella Rubin, Michael Cimino, Odessa A’zion, Ji-young Yoo y Belmont Cameli
Estreno en cines

Después del arriesgado y estilizado estreno de Sinners, la inusual propuesta de terror de Ryan Coogler, el género de terror regresa a su zona de confort con Until Dawn, una adaptación de videojuego tan convencional como intrascendente. Vista bajo sus propios términos, más modestos, Until Dawn es un ejercicio de horror pasable, aunque desprovisto de verdadera personalidad. Su ejecución técnica es competente y el elenco juvenil ofrece interpretaciones enérgicas, suficientes para elevarla levemente por encima de la mediocridad, pero no tanto como para justificar su existencia en un panorama saturado.

Basada en el exitoso videojuego homónimo, que el director David F. Sandberg describe como “prácticamente una película interactiva de diez horas”, la adaptación cinematográfica prescinde de su mayor atractivo: la posibilidad de alterar el destino de los personajes. Aquí, en cambio, se replica torpemente la sensación de jugar, dejando a los personajes morir —y revivir— en un bucle de fatalidad repetitiva.

La premisa básica sobrevive: un grupo de jóvenes tontos visitan una cabaña aislada en la montaña, solo para ser acechados por un asesino trastornado y fuerzas sobrenaturales. No obstante, Sandberg reinterpreta casi todo: nuevos personajes, nuevos vínculos, nuevas reglas. Peter Stormare, único vestigio directo del juego, retoma su rol como el enigmático psicólogo, ahora parte de una mitología más ambiciosa pero también más incoherente.

El reparto, encabezado por Ella Rubin (Anora), Michael Cimino (Love, Victor), Ji-young Yoo, Odessa A’zion y Belmont Cameli, interpretan a un quinteto de veinteañeros marcados por la culpa y el duelo. Clover (Rubin), en particular, regresa al lugar donde su hermana desapareció un año atrás, dispuesta a resolver el misterio mientras lidia con viejas tensiones sentimentales. La narrativa los somete a un ciclo de muertes y resurrecciones en el que cada intento de escapar termina inevitablemente en una nueva tragedia.

La idea del bucle temporal, aunque atractiva en teoría, no aporta la frescura esperada. La repetición de muertes pierde impacto al carecer de inventiva: cuchillos, objetos punzantes y alguna que otra combustión espontánea conforman un catálogo limitado de fatalidades. La película parece consciente de su falta de originalidad —hay diálogos que aluden abiertamente a películas como Triangle, Happy Death Day o The Final Girls—, pero reconocer clichés no es lo mismo que subvertirlos.

El problema de fondo es estructural, ya que Until Dawn oscila entre intentar capturar la esencia lúdica del videojuego y ofrecer una experiencia cinematográfica tradicional, sin comprometerse del todo con ninguna. El resultado es un híbrido tibio, donde las pistas esparcidas en la mansión recuerdan más a una versión torpe de Scooby-Doo que a un auténtico thriller interactivo. 

A su favor, Until Dawn ofrece un ritmo ágil y sustos efectivos de manual, adecuados para el público en busca de emociones ligeras. Sandberg, cuya filmografía incluye sólidos pero olvidables trabajos como Lights Out y Annabelle: Creation, demuestra nuevamente su pericia técnica: la película está correctamente montada, visualmente atractiva y nunca aburre abiertamente. Sin embargo, esa misma eficiencia revela su limitación.

Como adaptación, es una curiosidad poco fiel; como película de terror, un ejercicio superficial con destellos esporádicos de encanto. Funciona para quienes buscan una experiencia de terror breve y descomplicada, aunque su falta de riesgo y su dependencia de fórmulas gastadas la condenan al olvido. Until Dawn existe. Ni más, ni menos.

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