La lección de piano es una adaptación de la obra de August Wilson que explora las tensiones familiares y el peso del legado. Destaca la impresionante actuación de Danielle Deadwyler, aunque el filme se apega demasiado a su vena teatral, lo que limita su lenguaje cinematográfico.
La lección de piano (2024)
Puntuación: ★★★
Dirección: Malcolm Washington
Reparto: Samuel L. Jackson, John David Washington, Ray Fisher, Michael Potts, Danielle Deadwyler y Corey Hawkins
Disponible: Netflix
Por estos días, llegó directamente a Netflix la adaptación cinematográfica de una de las obras homónimas del dramaturgo August Wilson, llamada La lección de piano. Es la tercera película, después de Fences y Ma Rainey’s Black Bottom, que Denzel Washington ha producido a partir del ciclo de Pittsburgh del dramaturgo. Sobra decir que también es la mejor, aunque el listón no estaba muy alto. Esta vez, se trata de un asunto familiar.
La historia sigue a Berniece (Danielle Deadwyler) y Boy Willie (John David Washington), dos hermanos que chocan respecto al destino de un piano familiar decorado con tallados que narran la historia de su linaje. Mientras Boy Willie ve la venta del piano como una oportunidad para avanzar económicamente, Berniece lo considera un símbolo invaluable de la identidad y el sacrificio familiar. A medida que la batalla por el piano se intensifica, emergen tensiones históricas y familiares que obligan a enfrentar el peso del pasado y la definición de legado.
La obstinada insistencia de Boy Willie en vender la reliquia familiar es un intento de liberarse del pasado (su carga emocional y el legado de la esclavitud) y usar ese dinero para adueñarse de un futuro en el que sea su propio amo. Berniece, por otro lado, que protege el sacrificio de quienes la precedieron, está emocionalmente atrapada en el pasado. Está de luto por su marido y lucha por encontrar su camino hacia adelante.
La tensión entre ellos nunca llega a arraigarse, ni siquiera cuando sus emociones se desbordan, y estás se manifiestan visualmente durante un ajuste de cuentas fantasmal caótico y divertido, logrando un tipo diferente de catarsis. A lo largo de toda la película hay una lucha por combinar las emociones humanas con el espectáculo surrealista y sobrenatural.
Malcolm Washington (hijo de Denzel) hace su debut como director, pero, contra todo pronóstico, ofrece una interpretación cinematográfica de la obra con un enfoque respetuoso hacia el material original de August Wilson, aunque con algunos ajustes para adaptarse al lenguaje visual del cine. La película conserva el lirismo teatral que caracteriza la obra, pero a veces lucha por equilibrar la fluidez narrativa con la intensidad de los monólogos y las dinámicas de confrontación. El guion, coescrito por Malcolm Washington y Virgil Williams, se esfuerza por mantener la esencia de los diálogos de Wilson, lo que resulta en un texto cargado de poder poético, aunque ocasionalmente estático para el medio cinematográfico, cayendo casi siempre en su vena teatral.
Ese peso teatral de la obra original se siente profundamente en las actuaciones y en la puesta en escena. Si bien esto enfatiza las raíces de la historia, también restringe la exploración de espacios y dinámicas más visuales que el cine puede ofrecer, haciendo que el filme dependa en gran medida de interiores cerrados y de una ambientación cargada de simbolismo. Esto refuerza el sentimiento de claustrofobia y herencia atrapada, pero puede resultar limitado para quienes esperan una adaptación más libre. La dirección de arte y el diseño de producción destacan al recrear con precisión los detalles históricos y culturales de la época, con el piano como pieza central simbólica.
Por ello, la base central del filme es la exploración de temas como la identidad, la memoria y la lucha generacional con profundidad, mientras invita al espectador a cuestionar cómo enfrentamos el pasado y qué sacrificios estamos dispuestos a hacer por el futuro. A pesar de su impacto, la narrativa puede sentirse didáctica en su insistencia por subrayar estas reflexiones, perdiendo a veces la sutileza en favor del dramatismo.
El peso del filme recae en su elenco, que eleva el material con interpretaciones matizadas y cargadas de emoción. Samuel L. Jackson, en el papel del tío Doaker, aporta una gravedad tranquila y una sabiduría estoica, mientras que Danielle Deadwyler ofrece una Berniece vulnerable, pero ferozmente protectora, destacándose como el corazón emocional de la película. Corey Hawkins y Ray Fisher brindan un apoyo sólido, enriqueciendo las tensiones familiares y temáticas. Por otro lado, John David Washington imprime energía y carisma a su Boy Willie, pero, aunque se aleja de su habitual rigidez, su interpretación tiende a ser estridente en ciertos momentos, lo que le impide estar en el mismo tono y ritmo natural que sus compañeros de reparto. Al final, termina siendo el eslabón débil del conjunto.
Es inevitable hablar de este filme sin mencionar la palabra “nepotismo”, un aspecto que abre el debate. El filme está dirigido por Malcolm Washington, protagonizado por su hermano John David Washington y producido por su padre, Denzel Washington. Es claro pensar que Denzel les hizo una película a sus hijos, aunque, al menos, Malcolm demostró tener una interesante habilidad detrás de cámaras. De John, todavía no podemos afirmar que haya demostrado ser un buen actor.
Al final, La lección de piano es una adaptación respetuosa que destaca por sus reflexiones sobre las complejas dinámicas familiares y el peso del legado. Sin embargo, su apego a las raíces teatrales y su ocasional rigidez narrativa limitan su lenguaje cinematográfico. Cabe destacar la brillante entrega de Danielle Deadwyler, quien demuestra ser una intérprete con potencial para llegar al Oscar.