Joy | Review

Una película que aborda la historia real del primer “bebé probeta” y los esfuerzos de los científicos interpretados por Thomasin McKenzie, James Norton y Bill Nighy, en su lucha contra la resistencia social y médica. 
Joy (2024)
Puntuación:★★★
Dirección: Ben Taylor
Reparto: Thomasin McKenzie, Bill Nighy, James Norton, Joanna Scanlan, Rish Shah y Tanya Moodie
Disponible: Netflix

Thomasin McKenzie, James Norton y Bill Nighy forman un trío de actores entrañables y son la base emocional de un filme ligeramente teatral, que narra la historia de la primera “niña probeta” del mundo y los diez años de arduos esfuerzos que lo hicieron posible.

El debut de Ben Taylor es una película que aborda un tema que todavía resuena en ciertos sectores de la población. La propuesta de Taylor está cargada de simpatía, calidez y franqueza, aunque quizás carece de alegría explícita. Basada en una historia real, relata un acontecimiento que llegó a los titulares y cambió vidas en todo el mundo.

La cinta busca dramatizar el dolor, la tensión y el triunfo que llevaron al primer nacimiento de lo que la prensa, con una mezcla de hostilidad y asombro, llamó “un bebé probeta”, es decir, un bebé concebido mediante fertilización in vitro. Esto ocurrió el 25 de julio de 1978, con el nacimiento de Louise Brown (cuyo segundo nombre es Joy). Fue un avance médico revolucionario, resultado de décadas de investigación tenaz con fondos insuficientes, enfrentando el rencor de los medios y la tensión social.

El siempre fascinante James Norton interpreta al biólogo pionero Robert Edwards, un científico de Cambridge impaciente por la resistencia del establishment a sus ideas. Bill Nighy, con su habitual elegancia y gentil aplomo, encarna al obstetra Dr. Patrick Steptoe, cuya técnica revolucionaria podría materializar las ideas innovadoras de Edwards. Pero lo más destacable es la actuación de Thomasin McKenzie, quien interpreta de manera precisa a la enfermera embrióloga Jean Purdy, la fuerza impulsora de la investigación. Purdy llevó a cabo su labor a menudo mientras cuidaba a su madre enferma (interpretada de forma conmovedora por Joanna Scanlan) y fue la primera persona en reconocer y describir el histórico grupo de células en división.

La supervisora ​​de quirófano del hospital, Muriel Harris, es interpretada formidablemente por Tanya Moodie como una figura compuesta de “Matrona”, que mezcla elementos de la persona real con el personal del NHS en general.

De hecho, la escandalosa exclusión de Jean Purdy del registro oficial tras su desgarradora muerte prematura por cáncer, a los 39 años, es una historia que la película no desarrolla plenamente, limitándose a mencionarla en los créditos finales. Podría decirse que ese relato es incluso más interesante que lo que vemos en pantalla.

En cuanto a los escrúpulos religiosos, el guion introduce una tensión entre Purdy y su madre que quizá añade un tipo de melodrama secundario innecesario. Además, la película pone en primer plano la infertilidad de Purdy, mostrando una escena en la que el Dr. Steptoe, en un gesto cariñoso y profesional, la examina ginecológicamente. Este momento, aunque extraño, se maneja con tal cordialidad por parte de Nighy y McKenzie que termina siendo entrañablemente humano.

Los momentos de tensión están subrayados con precisión por la eficiente banda sonora de Steven Price, que acompaña a la película con la misma determinación con la que la formidable matrona interpretada por Tanya Moodie patrulla el hospital. En otros aspectos, los valores de producción son de alta calidad. La ambientación de la época se evoca vívidamente, desde las acertadas elecciones de vestuario hasta los interiores de cafeterías adornados con fórmica y la distintiva luz verdosa de las escenas hospitalarias, que reflejan la desilusión institucional de los años 70. Pero, el principal atractivo de la película es Bill Nighy, que está fantástico como el cascarrabias cirujano, ocultando el más bondadoso de los corazones bajo sus frases cortantes y su ceño fruncido.

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