Polvo serán de Carlos Marques-Marcet explora el derecho a una muerte digna a través de Claudia y Flavio, una pareja que enfrenta el final de la vida con amor y valentía. Con un enfoque poético y secuencias musicales, la película reflexiona sobre la existencia y la muerte sin juicios ni respuestas fáciles.
Polvo Serán (2024)
Puntuación:★★★★
Dirección: Carlos Marques-Marcet
Reparto: Alfredo Castro, Ángela Molina, Mónica Almirall Batet, Patricia Bargallo y Alván Prado
Disponible: Movistar Plus
La muerte es un tema que cualquier ser humano tiene presente a lo largo de su vida; de hecho, es parte de nuestro ser. Es más, es lo único seguro que tenemos en nuestra existencia, y ese detalle queda plasmado en el título tan directo, conciso y declarativo de la nueva película del joven director Carlos Marques-Marcet (10.000 KM, Los días que vendrán). Se trata de un admirable drama sobre el fin de la vida, poco sentimental y cautivador, que viene, inusualmente, salpicado de secuencias musicales. Estas pueden interpretarse como una metáfora de la celebración de lo bueno y lo malo que nos ha dado la vida.
El mayor encanto de la película radica en su enfoque atrevido y experimental, ya que este rompe con el tono dramático que podría tener un filme sobre el derecho a la muerte digna y la complejidad del amor en el ocaso de la vida. Polvo serán no es solo una película sobre la eutanasia; es una meditación profunda sobre la existencia, la fragilidad del cuerpo y la fuerza del espíritu.
Ese enfoque innovador queda ejemplificado en la secuencia inicial, donde vemos a Claudia (interpretada por la legendaria Ángela Molina) corriendo y gritando de dolor, mientras su marido, el director de teatro Flavio (el brillante Alfredo Castro), y su hija Violeta (Mónica Almirall Batet, en su debut cinematográfico) intentan calmarla. Todo esto ocurre mientras se escucha la voz de María Callas interpretando un aria de Sansón y Dalila de fondo. En ese instante, la escena se transforma en un ballet, creando un momento verdaderamente memorable.
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Claudia tiene un tumor cerebral y ha decidido acabar con su vida en Suiza, mientras que Flavio, incapaz de afrontar la vida sin ella, ha decidido morir a su lado. Aunque las consecuencias emocionales de esta decisión no se exploran con el detalle que podrían, la primera parte de la película hace un excelente trabajo al convencernos de que Claudia y Flavio, ambos provenientes del mundo del teatro, comparten una larga historia y una devoción eterna el uno por el otro. Es totalmente plausible que la enfermedad de Claudia, como explica Flavio, haya acabado con sus propias ambiciones.
Sin embargo, Violeta no está convencida de que el suicidio de sus padres sea una buena idea. La cinta está dividida en actos y, en el segundo, se enfoca en la incomodidad que sienten los otros hijos de la pareja y sus familias al asistir a una ceremonia para celebrar la renovación de los votos de Claudia y Flavio, quienes han organizado el evento sin revelar sus intenciones a nadie. En algunos aspectos, la pareja se muestra egocéntrica y poco atractiva, lo que le da a la película un enfoque fresco y poco convencional para este tipo de historias.
La narración se apoya en recursos cinematográficos originales y sorprendentes, como el uso de la música y la danza para expresar las emociones y los sentimientos de los personajes. La banda sonora, emotiva y evocadora, acompaña a los personajes en su viaje hacia lo desconocido, mientras que las coreografías, expresivas y conmovedoras, añaden una dimensión poética a la historia. La puesta en escena crea una atmósfera de intimidad y melancolía que envuelve al espectador desde el primer momento.
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Molina y Castro ofrecen interpretaciones que trascienden la actuación convencional. Molina, con su presencia imponente y su mirada penetrante, encarna a Claudia, una mujer que enfrenta una enfermedad terminal con valentía y determinación. Su interpretación es un torbellino de emociones contenidas, una mezcla de fuerza y vulnerabilidad que conmueve profundamente. Castro, por su parte, da vida a Flavio, el esposo de Claudia, un hombre que lucha entre el amor incondicional y el miedo a la pérdida. Su actuación es un ejemplo de contención y sensibilidad, transmitiendo el dolor y la angustia de su personaje con sutileza y profundidad excepcionales. La química entre ambos es palpable, creando momentos de intensa carga emocional que sostienen la narrativa con fuerza.
Polvo serán no es una película que ofrezca respuestas fáciles. Al contrario, plantea preguntas incómodas sobre la vida, la muerte y el derecho a decidir sobre el final de nuestros días. Invita al espectador a reflexionar sobre su propia existencia y sobre cómo quiere vivir y morir. Marques-Marcet no toma partido ni juzga las decisiones de sus personajes, sino que presenta una historia humana y emotiva que invita a la reflexión y al debate al abordar temas universales y trascendentales como el derecho a morir, la eutanasia, el amor, la pérdida y el duelo. Así, enfrenta al espectador con sus propias creencias y valores.