Ballerina | Review

Ballerina brilla como un vibrante y estilizado espectáculo de acción donde Ana de Armas deslumbra con una actuación intensa y físicamente imponente.
Ballerina(2025)
Puntuación:★★★½
Dirección: Len Wiseman
Reparto: Ana de Armas, Anjelica Huston, Gabriel Byrne, Lance Reddick, Catalina Sandino Moreno, Norman Reedus, Ian McShane y Keanu Reeves
Estreno en cines

En el universo estilizado y sangriento de John Wick, la danza de la muerte siempre ha tenido coreografía propia: una mezcla de pólvora, furia y elegancia. Con Ballerina, ese mismo universo cede el protagonismo a una nueva figura, una silueta decidida que se desplaza entre luces de neón y sombras ancestrales: Eve, interpretada con brío indomable por Ana de Armas. Ella no solo asesina; ejecuta, en el más literal y escénico sentido del verbo. Sin embargo, no todo paso de baile encuentra su ritmo, y no toda bala da en el blanco. Porque si Ballerina deslumbra en su movimiento, tropieza en su melodía.

Ana de Armas es el alma de este spin-off. Con una mezcla de rabia contenida y elegancia letal, encarna a una protagonista forjada entre la muerte y el arte. Desde la infancia marcada por la violencia hasta su implacable búsqueda del Canciller, la actriz imprime una energía feroz que casi —solo casi— logra disimular las grietas narrativas que surcan el filme. Su mirada perfora, su cuerpo habla el idioma de la destrucción, y aun así, uno siente que está atrapada en una estructura que no sabe bien qué hacer con ella.

La película parece debatirse entre la ópera de sangre y el melodrama filosófico de supermercado. Cada vez que Ballerina intenta profundizar en temas como el destino o la libre elección, se enreda en un guion que suena más a eslogan de autoayuda que a reflexión existencial. Lejos del pathos que impulsaba a John Wick —ese duelo minimalista por un perro, una esposa y un pasado en ruinas—, Eve se mueve por un motivo que la película nunca logra encarnar del todo: su venganza no duele, solo arde.

Visualmente, el filme baila al compás ya conocido del universo Wick: luces de neón, coreografías imposibles, violencia estilizada al borde de la parodia. Y cuando se deja llevar por ese frenesí coreográfico, Ballerina encuentra su mejor versión. El combate se vuelve danza, los cuerpos armas, y los escenarios, teatros de guerra. Ya sea sobre hielo o bajo la nieve, con lanzallamas o cuchillas, cada enfrentamiento tiene la firma de un coreógrafo de la muerte que sabe lo que hace. No es casualidad que Chad Stahelski, el arquitecto de la saga original, haya tenido mano en más de una escena crucial: su intervención se siente como la presencia de un director que entiende que la acción, como el ballet, requiere ritmo, precisión y alma.

Y, sin embargo, cuando la violencia se detiene, el hechizo se rompe. Las secuencias sin acción caen en un letargo predecible, como si el filme esperara ansiosamente volver a empuñar un martillo o detonar una granada. Las apariciones de personajes clásicos —el Winston de McShane, la Directora de Huston, el Charon de Reddick— se sienten más como cameos nostálgicos que como parte orgánica de una trama. Incluso el mismísimo Keanu Reeves, en su rol de eterno asesino melancólico, aparece con una dignidad casi ornamental, como una figura de porcelana en un museo que no termina de justificar su existencia.

En términos generales, el filme recuerda inevitablemente a otras mujeres letales del cine de acción: Nikita, Beatrix Kiddo, Dominika Egorova, Hanna. Pero a diferencia de aquellas figuras con trasfondos densos y mitologías propias, Eve se siente más como un arquetipo en busca de identidad que como un personaje plenamente realizado. ¿Quién es ella más allá de su misión? ¿Qué la mueve, además del impulso de matar? El guion no responde; apenas insinúa.

Pese a todo, Ballerina no es un fracaso. Es, más bien, una estilizada y disfrutable extensión del universo Wick, una nota lateral que, sin ser indispensable, resulta atractiva. Sus defectos narrativos se compensan con escenas que rozan el virtuosismo visual, y su desenfado violento logra, por momentos, suspender la incredulidad. En definitiva, es un filme que entiende que, a veces, basta con que la sangre fluya con gracia para que el espectáculo continúe.

Como toda bailarina, Ballerina se enfrenta al reto de mantenerse en equilibrio. Y aunque a menudo tambalea, cuando encuentra su centro —cuando se deja llevar por la acción sin ataduras ni pretensiones—, deslumbra. No es la más brillante del repertorio, pero sí una intérprete digna de un aplauso medido, aunque no de pie.

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