Ramón y Ramón | Review

Ramón y Ramón de Salvador del Solar, plantea un drama íntimo en pleno confinamiento, pero se queda en la superficie de sus temas: el duelo, el deseo y la desigualdad que apenas se enuncian sin profundizar.
Ramón y Ramón (2024)
Puntuación: ★★½
Dirección: Salvador del Solar
Reparto: Emanuel Soriano, Álvaro Cervantes, Darío Yazbek Bernal y Beto Benites  
Disponible en Filmin 

Diez años después de Magallanes (2015), Salvador del Solar regresa con Ramón y Ramón, un film que parecía prometer hondura al situar su trama en el contexto del confinamiento de 2020 en Lima, pero que se queda atrapado en un terreno demasiado convencional. La premisa es atractiva: un joven, Ramón (Emanuel Soriano), lidia simultáneamente con la ruptura de una relación amorosa, la llegada de las cenizas de su padre ausente y el asfixiante encierro pandémico. Su encuentro con Mateo (Álvaro Cervantes), un español varado en la capital peruana, abre la posibilidad de un relato íntimo sobre duelo, identidad y vínculos inesperados. Sin embargo, lo que podría haber sido un retrato complejo de la soledad y la fragilidad humana se diluye en un drama que nunca se atreve a profundizar en sus temas.

El principal problema reside en la falta de riesgo narrativo. Del Solar construye un relato que, en lugar de confrontar las tensiones que propone —el abandono paterno, la represión del deseo, la precariedad en medio de la pandemia—, las bordea con timidez, como si temiera incomodar al espectador. El resultado es una película que expone conflictos de enorme potencial emocional, pero que los abandona en la superficie. El viaje de los protagonistas hacia Junín, para esparcir las cenizas del padre, simboliza un camino de sanación, pero se reduce a estampas bellas y previsibles de la geografía peruana, sin el filo crítico ni la intensidad emocional que tales temas requieren.

Emanuel Soriano, en el rol principal, no logra sostener el peso del drama. Su interpretación contenida y carente de matices termina por contagiar de inercia al conjunto de la película, generando una distancia con el espectador que resulta difícil de salvar. Frente a esto, Álvaro Cervantes emerge como lo más destacado del film: con un personaje escrito de forma plana y apenas esbozada, logra insuflar carisma y autenticidad, convirtiendo a Mateo en un contrapunto luminoso para el desgastado Ramón. Su presencia introduce una calidez y una naturalidad que la película, por momentos, parece incapaz de generar por sí sola.

El film apunta, en algunos instantes, a reflexionar sobre la desigualdad social y el desarraigo, especialmente cuando retrata las caravanas de personas que abandonan Lima a pie durante el confinamiento. Pero estas imágenes aparecen como viñetas aisladas, desprovistas de articulación con el arco narrativo principal. La desigualdad, el duelo y el amor en tiempos de encierro son apenas enunciados, nunca interrogados con verdadera profundidad.

Ramón y Ramón se presenta como un relato de amistad inesperada y búsqueda de consuelo, pero su tibieza le impide alcanzar el humanismo al que aspira. Más allá de la belleza visual de sus paisajes y del pulso sensible en algunos diálogos, la película deja la impresión de una oportunidad desperdiciada: un viaje emocional que nunca se atreve a recorrer los caminos más oscuros de la pérdida y la fragilidad. Al final, lo que permanece es la certeza de que Álvaro Cervantes brilla incluso en un guion que no le da suficiente material, recordándonos que a veces una interpretación puede ser la única chispa en una historia que nunca enciende del todo.

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