David Mackenzie crea un thriller paranoico que sigue a Riz Ahmed como un negociador corporativo que trabaja a distancia a través del sofisticado sistema RELAY.
Relay (2024)
Puntuación:★★★
Dirección: David Mackenzie
Reparto: Riz Ahmed, Lily James, Sam Worthington y Willa Fitzgerald
Disponible: VOD Google Play
Relay, dirigida por David Mackenzie y protagonizada por Riz Ahmed, es un thriller paranoico que juega con la distancia y la desconfianza, tanto entre sus personajes como con el espectador. La película se centra en Ash (Riz Ahmed), un operador especializado en negociar conflictos entre grandes corporaciones y denunciantes, cuya vida está regida por el sofisticado sistema de comunicaciones RELAY, que le permite actuar como un intermediario casi invisible. Su mundo metódico y frío se ve trastocado cuando recibe la llamada de Sarah Grant (Lily James), una científica que posee información comprometedora sobre su antigua empresa farmacéutica y teme por su vida. Lo que comienza como un caso rutinario se convierte en una peligrosa carrera contra el tiempo, llena de filtraciones, persecuciones y traiciones.
La estructura narrativa de Relay refleja su temática central: la distancia y la vigilancia. Ash opera desde habitaciones espartanas y oficinas secretas junto a un tren de carga, recopilando información de manera meticulosa y evitando el contacto directo con sus clientes. Su uso del Sistema de Retransmisión Triestatal, un servicio público para personas con dificultades auditivas, no solo refuerza su capacidad de permanecer “invisible”, sino que también crea una tensión narrativa constante: cada mensaje intercambiado está medido, cada encuentro potencialmente letal. Este aislamiento recuerda a la maestría de Francis Ford Coppola en La conversación, donde la observación minuciosa y la paranoia definen la narrativa.
Mackenzie demuestra una economía narrativa que recuerda a su aclamado Hell or High Water, aunque sin alcanzar la misma audacia emocional. La película se beneficia de la presencia magnética de Riz Ahmed, quien logra transmitir la complejidad de Ash con una actuación contenida, mostrando tanto su ética profesional como sus inseguridades y arrepentimientos personales. Lily James, en el papel de Sarah, funciona como catalizador: su relación a distancia con Ash, construida con cautela, introduce la única chispa emocional en un thriller que se mueve principalmente en tonos grises. Esta relación es uno de los momentos más sólidos de la película, pues Mackenzie permite que la tensión crezca de manera orgánica, evitando que el romance se sienta forzado.

Visualmente, Relay mantiene un estilo elegante y calculado. Mackenzie aprovecha la expansión urbana, especialmente la ciudad de Nueva York, para crear escenarios que parecen amplios pero al mismo tiempo confinados, reflejando el aislamiento de Ash y la vigilancia omnipresente. La película se sostiene gracias a su ritmo pausado y a la mecánica deliberada del guion, lo que permite que la audiencia se adentre en la mente de un protagonista que, por naturaleza, nunca confía completamente en nadie. Cada intercambio de información, cada disfraz y cada maniobra táctica construyen un mundo de suspense convincente, en el que la paranoia no es solo un elemento estético, sino una característica intrínseca de la narrativa.
Sin embargo, la película flaquea en el tramo final. El giro inesperado que Mackenzie introduce no se siente orgánico ni emocionalmente adecuado; más bien, parece un recurso para recuperar al público que podría sentirse alienado por la frialdad y lentitud de la trama. Este momento, además de romper la coherencia interna del relato, disminuye la tensión que se había construido cuidadosamente durante toda la película. Es un tropiezo crítico, pues socava el delicado equilibrio entre intriga y credibilidad que caracteriza a los thrillers de alto concepto.
A pesar de este fallo, Relay brilla cuando confía en su audiencia y permite que los detalles del mundo de Ash y Sarah se desarrollen con calma. La película se convierte en un estudio de personajes y de dinámica de poder: Ash es un operador astuto y metódico, atrapado entre la ética y la supervivencia; Sarah es la encarnación de la vulnerabilidad y la determinación; y los antagonistas, liderados por Sam Worthington, representan la amenaza corporativa constante que tensiona la narrativa. La combinación de estos elementos crea un thriller elegante, sofisticado y a menudo fascinante, aunque la falta de resolución coherente al final empaña parcialmente la experiencia.