Dreams: Sueños | Review

Michel Franco explorara con mayor madurez las dinámicas de poder entre una mujer de clase alta y un bailarín mexicano. A través de una puesta en escena sobria, evita el cliché romántico y muestra la crudeza de una relación marcada por el sexo, la desigualdad y la dependencia.
Dreams: Sueños (2025)
Puntuación:★★★★
Dirección: Michel Franco
Reparto: Jessica Chastain, Isaac Hernández, Rupert Friend y Marshall Bell
Disponible en cines

A veces, para representar los dilemas de un conflicto social, no es necesario escribir una historia compleja y general de las problemáticas que enfrenta un país o región; incluso en la vida diaria, los microcosmos son más descriptivos y simples de lo que podría ser algo más general.

Michel Franco, hace unos años, cometió quizás un error que le costó no solamente el desprecio de una parte importante del público mexicano y de la crítica en general de país mexicano: intentar crear una historia socialmente compleja abarcando mucho y apretando poco (Nuevo Orden).

Tras cinco años de aquella polémica, Franco ha encontrado cierta madurez fílmica, alejándose poco a poco de ese cineasta anclado en la sobreexplotación de la violencia y encontrando una manera más solemne y calmada de contar una historia.

La nueva cinta de Franco nos cuenta la historia de una mujer de clase alta que tiene un romance con un bailarín mexicano. Desde el primer momento, las diferencias de clase y, posteriormente, culturales quedan demasiado marcadas; estas vienen acompañadas por un juego de poder entre los protagonistas, Jennifer y Fernando. El común denominador que se convierte en el hilo conductor de este factor: el sexo y la pasión. Desde los primeros planos sabemos que esta es una relación poco idealista e incluso nada sana, y ya desde el ambiente sobrio y hasta frío se nos advierte que no pinta para acabar bien.

Para evitar cualquier tipo de apego o de idealización por parte del espectador, la cámara se mantiene casi toda la película en planos medios o generales. Franco no recurre nunca a los primeros planos, tratando de darle al público el equivalente a un narrador observador en tercera persona, limitándolo a juzgar los hechos, pero nunca a involucrarse por completo con los personajes. Con ello, recrea una vista más objetiva. Podrá ser criticada por ser una perspectiva fría, pero no solo responde al propósito de no caer en el romance cliché de las historias de ricos (o millonarias) que conocen a una persona de clase media, sino también a mostrar el trasfondo macabro y triste. La historia de Jennifer y Fernando no es más que una analogía de las dinámicas de poder que existen actualmente, tan dispares, donde los miembros de la sociedad estadounidense más acaudalada terminan por sacar ventaja y provecho de los migrantes. Pero, de manera casi codependiente, no pueden vivir sin sus servicios, al punto de que necesitan apropiarse de ellos tanto en lo personal como en lo cultural para poder sentirse vivos.

Es ahí donde se justifica la frialdad del ambiente, tanto en la narrativa como en lo visual; pues esta no es una historia de hadas, no es una canción de Selena ni otra telenovela mexicana. Es una historia de control, de sueños y promesas rotas, como las que viven millones de nuestros hermanos migrantes que, con la esperanza de tener una vida mejor, sacrifican la propia.

Con dos actuaciones impecables entre Jessica Chastain e Isaac Hernández —una consolidándose como la mejor actriz de su generación y el otro surgiendo como un perfil a tomar en cuenta— Dreams representa la madurez de Franco al pasar de lo particular a lo general. Logra mostrar, de manera acertada y con un excelente subtexto a través del microcosmos, algo más que un “romance” con diferencias de clase y culturales: un espejo de la relación tan tóxica entre México y EE. UU. en los últimos años.

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