Grotesca, frenética y orgullosamente vulgar, El Vengador Tóxico de Macon Blair rescata el espíritu desquiciado de Troma con un homenaje tan excesivo como irregular.
El Vengador tóxico (2023)
Puntuación: ★★★½
Dirección: Macon Blair
Reparto: Peter Dinklage, Jacob Tremblay, Taylour Paige, Kevin Bacon, Elijah Wood y Julia Davis
Disponible en VOD
Fascinante, grotesca y orgullosamente salida del mundo underground, El Vengador Tóxico de Macon Blair se presenta como una reinvención que mantiene viva la llama de Troma, pero también evidencia los límites de su propio homenaje. Estrenada finalmente en cines en 2025, tras circular por festivales desde 2023, la película llega envuelta en una nostalgia radiactiva que intenta equilibrar la irreverencia ochentera con una sensibilidad contemporánea más autoconsciente. El resultado es una comedia negra empapada de sangre, vísceras y deformidades morales, donde el exceso no es un defecto, sino el único lenguaje posible.
El mayor mérito de Blair está en entender el espíritu de Troma: la libertad absoluta, la incorrección, el humor grotesco y la violencia caricaturesca. En ese sentido, El vengador tóxico conserva su ADN gamberro. Hay vísceras, humor negro, sátira social y sangre a borbotones, pero también una sensación de autoconsciencia que la separa de la ingenuidad brutal de 1984. La película parece mirar al pasado con nostalgia, pero sin atreverse del todo a ensuciarse.
Peter Dinklage encarna con entusiasmo a Winston Gooze, el conserje convertido en justiciero mutante, mientras Jacob Tremblay y Taylour Paige aportan el toque emocional que mantiene a flote el delirio. Sin embargo, lo que predomina es la celebración del desmadre visual: cuerpos que estallan, miembros que vuelan, efectos prácticos gloriosamente toscos y un sentido del humor que se complace en su propia vulgaridad. Blair entiende la estética Troma —esa mezcla de anarquía, mala leche y desdén por el “buen gusto”—, pero la embellece con una producción más pulida que, paradójicamente, le quita parte del encanto sucio que definía al original de 1984.

El guion es tan simple como sucio: un paria que, bañado en residuos tóxicos, se convierte en un vengador radioactivo contra la corrupción corporativa y la desigualdad social. Lo que podría ser una sátira feroz sobre el capitalismo y la decadencia moral, se queda en una “basura divertida” más que en una crítica punzante. Hay destellos de inteligencia —una reflexión sobre el cuerpo como campo de mutación y venganza, o la ironía de un héroe deformado en un mundo deformado por dentro—, pero la película nunca se detiene lo suficiente para profundizar en ellos.