Un invierno en Sokcho sigue a Soo-Ha, una joven que vive atrapada entre dos culturas y una rutina que ya no le pertenece. La llegada de un novelista francés desestabiliza su aparente calma.
Un invierno en Sokcho (2025)
Puntuación: ★★★½
Dirección: Koya Kamura
Reparto: Bella Kim, Roschdy Zem, Mi-hyeon Park, Tae-ho Ryu y Doyu Gong
Disponible en Mubi
A veces una historia se impone no por lo que dice, sino por la forma en que se desliza dentro de uno. Un invierno en Sokcho avanza así: con pasos suaves, con un ritmo que parece seguir el frío del lugar y la confusión interior de su protagonista. Desde el primer plano, Koya Kamura deja claro que lo importante no es la acción, sino ese leve temblor que se instala entre dos personas que apenas se conocen pero que, de algún modo, se reconocen. Soo-Ha vive en ese espacio incierto, y la llegada de Yan solo vuelve más visible todo lo que intenta mantener en silencio.
Kamura filma esta dualidad con una sensibilidad casi clásica. Su cámara sigue a Soo-Ha sin prisas, permitiendo que cada duda, cada intuición, cada mínimo gesto se despliegue en pantalla con una elegancia nada ostentosa. Las secuencias animadas de Agnès Patron —breves, poéticas, casi etéreas— funcionan como ventanas al subconsciente, un hilo visual que acompaña sin irrumpir, reforzando ese velo emocional que envuelve toda la película.
El encuentro entre Soo-Ha y Yan no se construye como un romance ni como una amistad clara. Es una relación marcada por la incomunicación, por lo que cada uno proyecta en el otro. Él, un novelista gráfico que ha hecho de la observación su refugio; ella, una joven cuyo mundo parece demasiado estrecho para un deseo que aún no sabe nombrar. La distancia de Yan —esa insistencia en mantenerse en la sombra— no es un defecto del guion, sino la forma en la que Kamura subraya el desbalance emocional: solo conocemos el interior de Soo-Ha, mientras él permanece impenetrable, casi espectral.

Todo en la vida de la protagonista remarca esta tensión identitaria: la madre que quiere moldearla, el novio que sueña con Seúl como salida, la presión estética que la rodea y una rutina que parece diseñada para que no pregunte demasiado. Cuando Yan empieza a indagar sobre su padre, la grieta se abre. Soo-Ha comienza a espiarlo, a seguirlo, a buscar en él lo que no encuentra en sí misma. Kamura acompaña estos momentos con un registro visual táctil, casi sensorial, donde el cuerpo expresa lo que las palabras no alcanzan.
Aun cuando algunos elementos —como la presencia del restaurante vendado o la figura artística de Yan— quedan un poco descolgados de la trama central, el conjunto mantiene una coherencia emocional admirable. Las actuaciones sostienen este equilibrio: Roschdy Zem aporta una hostilidad contenida; Bella Kim construye a Soo-Ha desde las fisuras internas; Park Mi-hyeon entrega una madre compleja, terca y profundamente humana.
En última instancia, Un invierno en Sokcho funciona como una historia de fantasmas contemporánea: no los que regresan, sino los que nunca estuvieron. Una película que habita el espacio entre dos mundos —geográfico, cultural, emocional— y que encuentra en su contención, más que en la resolución, su verdadera fuerza. Kamura firma un debut delicado, atento y preciso, una obra que observa más de lo que afirma, y que en esa mirada encuentra su identidad.