Estamos en diciembre y hacemos los balances de fin de año, ahora nos toca mirar aquellas películas que no alcanzaron el nivel esperado, que son dignos clásicos del horror y de la pérdida de tiempo. Recomendación no verlas nunca.
El 2025 fue un año particularmente generoso en estrenos: llegaron películas a las salas, a las plataformas de streaming y al siempre confiable VOD. Algunas brillaron, otras cumplieron con lo justo y unas cuantas más se esfumaron sin dejar rastro. Pero también hubo un grupo selecto que no solo fracasó, sino que lo hizo con entusiasmo. A ellas pertenece esta lista: las peores películas de 2025.
Este ranking reúne títulos de todos los géneros, porque el desastre no discrimina formatos ni ambiciones. El único requisito para entrar fue claro: recibir críticas demoledoras y provocar la huida del público, ya sea a mitad de la función o al botón de “salir” del control remoto.
La selección no es caprichosa. Se analizaron aspectos técnicos, guiones que parecían borradores eternos, decisiones de producción difíciles de justificar y campañas de promoción que prometían mucho… y entregaron muy poco. También se evaluaron las actuaciones, algunas tan desorientadas que uno sospecha que los actores tampoco sabían muy bien en qué película estaban.
En definitiva, estas obras están destinadas a convertirse en ejemplos de lo que no hay que hacer: pequeños monumentos al horror cinematográfico, pérdidas de tiempo perfectamente evitables y títulos que, con suerte, el olvido se encargará de sepultar con rapidez.
10. ‘Blanca Nieves’ de Marc Webb
Snow White (2025) termina convirtiéndose en un ejemplo paradigmático de cómo una superproducción puede fracasar en casi todos sus frentes creativos. Aunque Rachel Zegler y Andrew Burnap ofrecen actuaciones competentes —y algunos de sus números musicales logran capturar fugazmente la magia que la película desesperadamente necesita—, la falta de química entre ambos impide que el relato emocionalmente arraigue. El resto es un despropósito visual y narrativo: un CGI tosco y omnipresente que arruina cualquier intento de encanto, unos enanos concebidos de forma tan artificial que resultan una distracción constante, y decisiones estéticas que rozan lo grotesco. A esto se suma el desafortunado apartado musical de Gal Gadot, cuyas interpretaciones vocales terminan siendo más una prueba de resistencia auditiva que un aporte dramático. En su intento por actualizar el clásico, la película no solo pierde la esencia del cuento original, sino que se convierte en una experiencia estridente, inconsistente y carente de alma, consolidándose así como una de las decepciones más notorias del año.

09. ‘La vieja guardia 2′ de Victoria Mahoney
Esta secuela de La vieja guardia (2020) evidencia una alarmante falta de ambición creativa y narrativa, conformándose con ser una mera película puente cuyo único propósito parece ser preparar entregas futuras que quizá nunca justifiquen su existencia. Aburrida y dramáticamente inerte, ni siquiera se toma la molestia de cerrar sus propios arcos argumentales, dejando una sensación de relato incompleto y perezoso. La trama avanza de forma confusa y mal articulada, sostenida por conflictos que apenas se desarrollan y personajes tan planos que parecen moverse por inercia más que por motivaciones reales. La incorporación de Uma Thurman, aunque prometedora sobre el papel, resulta completamente irrelevante para la historia, convirtiéndose en un desperdicio tan evidente como el de Charlize Theron, ambas atrapadas en un producto que no sabe qué hacer con su talento.

08. ‘Worldbreaker’ / ‘Tierras perdidas’ (Dios salve la carrera de Milla Jovovich)
El segmento “Dios salve la carrera de Milla Jovovich” encuentra su razón de ser en el desafortunado empate entre Worldbreaker de Brad Anderson y Tierras perdidas (In the Lost Lands) de Paul W. S. Anderson, dos películas distintas pero unidas por la misma incapacidad de convertir buenas ideas en cine funcional. Worldbreaker parte de un concepto intrigante, pero se hunde rápidamente en la tediosa inercia de un guion que jamás se atreve a explorar su propio universo: casi no hay acción, los monstruos quedan mal definidos, sus reglas nunca se explican y las interminables conversaciones solo acentúan el vacío narrativo. Por su parte, Tierras perdidas confirma, una vez más, los vicios del cine de Paul W. S. Anderson: ausencia total de desarrollo de trama, mundo y personajes, un relato que empieza y termina sin haber dicho nada, y giros finales que resultan absurdos porque no fueron construidos previamente. Ni siquiera el potencial del texto de George R. R. Martin logra sobrevivir a un guion torpe, carente de humor y ritmo, rematado por efectos visuales mediocres. En ambos casos, Milla Jovovich queda atrapada en producciones aburridas, flojas y narrativamente huecas, que no solo desperdician su presencia, sino que consolidan un empate poco honroso entre dos de las experiencias más insípidas y frustrantes del año.

07. ‘Estado eléctrico’ de Anthony y Joe Russo
Estado eléctrico confirma que ni un material de origen potente ni un equipo creativo prestigioso garantizan una película con identidad. Básica, insulsa y narrativamente agotada, la cinta de Anthony y Joe Russo se conforma con recorrer lugares comunes del cine distópico sin profundizar jamás en sus temas: la relación con la tecnología, la soledad, la memoria o la pérdida quedan reducidos a simples decorados emocionales. Todo en la película es plano y superficial, desde sus personajes esquemáticos hasta un viaje que avanza sin verdadero conflicto ni descubrimiento, como si el guion tuviera miedo de incomodar o decir algo propio. Los Russo intentan emular el humanismo y el asombro spielbergiano, pero el resultado es apenas un eco vacío, una imitación sin alma ni sensibilidad. La película quiere ser épica, emotiva y reflexiva, pero nunca llega a ser nada de eso, quedándose atrapada en una narrativa trillada que desperdicia por completo el imaginario de Simon Stålenhag y convierte lo que pudo ser una odisea melancólica en una experiencia olvidable y frustrante.

06. ‘Sé lo que hicieron el verano pasado’ de Jennifer Kaytin Robinson
Hay franquicias que deberían permanecer enterradas en la memoria colectiva, sostenidas únicamente por la nostalgia, y Sé lo que hicieron el verano pasado es la prueba de por qué revivirlas suele ser una pésima idea. La película de Jennifer Kaytin Robinson no solo se siente innecesaria, sino estirada hasta el agotamiento, como un producto sin nada nuevo que decir. Su trama es tan rebuscada y artificiosa que roza la vergüenza ajena, incapaz de sostener una lógica mínima o un suspense efectivo. El regreso de Jennifer Love Hewitt y Freddie Prinze Jr., lejos de aportar peso o emoción, termina siendo un gesto vacío, casi humillante, al servicio de una historia que no los merece. Los personajes son torpemente escritos, la narrativa carece de pies y cabeza, y el misterio se desmorona desde muy temprano, permitiendo que el espectador vaya siempre un paso por delante del guion. Y en un slasher, no hay pecado mayor que ese: cuando la sorpresa desaparece, solo queda un ejercicio cínico, predecible y agotador que confirma que esta franquicia ya no tenía razón alguna para volver.

05. ‘Amor explosivo’ de Jonathan Eusebio
Amor explosivo (Love Hurts) es el tipo de película que confunde ruido con energía y acción con carisma. Salvo por algunos momentos de acción puntualmente bien ejecutados, el resto es un espectáculo vacío, un circo sin gracia y una papa sin sal que avanza sin rumbo. La historia es aburrida, trillada y francamente tonta, sostenida por giros previsibles y una narrativa incapaz de generar interés real. Los personajes son completamente olvidables y la supuesta relación central fracasa estrepitosamente: Ariana DeBose y Ke Huy Quan no solo carecen de química, sino también del carisma necesario para cargar una película de este tipo. La idea de presentarlos como interés romántico resulta forzada y desconcertante, restándole aún más credibilidad al relato. Todo se siente impostado, sin encanto ni personalidad, como si la película nunca supiera qué tono adoptar ni qué historia contar.

04. ‘Alarum: Código letal’ de Michael Polish
Alarum ejemplifica todo lo que puede salir mal en un thriller de espionaje cuando ni la acción ni la narrativa funcionan. En una película de este tipo, que las escenas de acción fracasen es un pecado capital, y aquí ocurre de principio a fin: los tiroteos son básicos, planos y carentes de cualquier atisbo de adrenalina o tensión, culminando además en un desenlace tan ridículo que termina por dinamitar lo poco que quedaba en pie. Michael Polish intenta construir un relato cargado de drama, espionaje global y dilemas morales, pero la película se pierde en una trama confusa, mal expuesta y sostenida por actuaciones desganadas. El planteamiento inicial prometía un entretenimiento sencillo —Scott Eastwood intentando heredar un carisma que nunca aparece y un Sylvester Stallone en piloto automático disparando contra secuaces genéricos—, pero Alarum aspira a una complejidad que jamás logra articular. La historia existe, sí, pero se diluye en una niebla de flashbacks torpemente editados, relaciones mal definidas y traiciones que nunca pesan. El resultado es un thriller sin pulso, sin emoción y sin identidad.

03. ‘Hurry Up Tomorrow’ de Trey Edward Shults
Hurry Up Tomorrow es un ejercicio de vacío absoluto, una película desprovista de aquello más elemental: un guion. Sin una estructura dramática mínima, no hay personajes, y sin personajes, el montaje y la continuidad quedan reducidos a una sucesión caótica de escenas sin función ni sentido. Lo que propone Trey Edward Shults —un director que había demostrado una voz potente en Krisha, Llega de noche y Waves— termina siendo un error pretencioso que confunde introspección con desorden y abstracción con pereza narrativa. Abel Makkonen Tesfaye, The Weeknd, confirma que su talento pertenece exclusivamente a la música: como actor carece de presencia y matices, y su interpretación no logra sostener ni un plano, mucho menos una película. Jenna Ortega continúa acumulando tropiezos que ponen en duda su rumbo profesional, mientras que para Barry Keoghan este proyecto se siente como una mancha innecesaria en su filmografía. Lo poco rescatable es una fotografía estilizada que funciona más como vitrina para videoclips diseñados para promocionar el álbum homónimo que como lenguaje cinematográfico coherente. Estirar esa lógica audiovisual hasta casi dos horas, con diálogos que parecen improvisados y crisis existenciales erráticas e irritantes, da como resultado una experiencia aburrida, agotadora y profundamente innecesaria de existir.

02. ‘Star Trek: Sección 31′ de Olatunde Osunsanmi
La primera pregunta que plantea Star Trek: Sección 31 es tan simple como demoledora: ¿qué hace Michelle Yeoh aquí? Ni su presencia ni su carisma —ni siquiera verla patear traseros— logran salvar lo que, sin exagerar, es la peor película de Star Trek jamás realizada. El principal problema no es solo su torpeza narrativa, sino el desprecio absoluto por la esencia de la franquicia: la ciencia ficción como espacio de ideas, dilemas éticos y reflexión. El error empieza desde el propio título, ya que la película no explica, desarrolla ni problematiza qué es la Sección 31, desaprovechando una oportunidad perfecta para explorar sus orígenes, su ambigüedad moral o su papel en conflictos como la guerra con los klingon. En lugar de eso, se nos presenta un grupo variopinto y caricaturesco, más cercano a una imitación sin alma de Guardianes de la Galaxia que al canon de Star Trek, acompañando a una Phillipa Georgiu del Imperio Terrano que tampoco encaja aquí ni justifica su presencia. Lo que queda es un vacío narrativo disfrazado de acción: un interminable pim pam pum sin sentido, diseñado únicamente para justificar explosiones y efectos especiales. l remate final, con la aparición de Jamie Lee Curtis como nueva jefa de la Sección 31, deja claro que el desastre no fue un accidente: realmente creen que esta patochada puede continuar.

01. ‘La guerra de los mundos’ de Rich Lee
Que La guerra de los mundos de Rich Lee exista ya es, en sí mismo, el mayor misterio de esta adaptación de H. G. Wells. Más que una película, es un spot extendido de Amazon Prime Air disfrazado torpemente de thriller tecnológico, el mayor ejercicio de product placement que se haya visto jamás en el cine. Concebida durante la época del confinamiento —aunque parezca un vestigio de otra era—, la película pasó años olvidada en un cajón hasta ser rescatada únicamente para engordar el catálogo de Amazon, y eso se nota en cada plano. La obra de Wells es usada como excusa, triturada sin pudor para mezclarla con la estética de Unfriended, apostando por una narración multipantalla que jamás encuentra ni tensión ni propósito. Para rematar el despropósito, el peso dramático recae en Ice Cube, probablemente uno de los peores actores del panorama contemporáneo, incapaz de sostener el más mínimo conflicto emocional. ¿Qué podía salir mal? Todo. Los efectos especiales parecen sacados de una serie Z cutre, el supuesto thriller se vuelve soberanamente aburrido y los pocos destellos de interés —como ver a Eva Longoria recorrer la ciudad móvil en mano mientras los trípodes atacan— son recursos desaprovechados hasta el hastío. El resultado es una película vacía, oportunista y vergonzante, que no solo traiciona a Wells, sino que se consolida sin discusión como la peor película del año.
