El cineasta chileno Vinko Tomičić crea una cinta que habla sobre la identidad, la aceptación y el como cometemos errores en busca de ser visibles todo desde la mirada de un joven lustrabotas en La Paz, capital de Bolivia.
CRFIC 2024 | El ladrón de perros (2024)
Puntuación: ★★★½
Dirección: Vinko Tomicic
Reparto: Franklin Aro, Alfredo Castro, Wolframio Sinué y Teresa Ruiz
El cineasta chileno Vinko Tomičić debuta en solitario en la dirección luego de su trabajo como codirector en El fumigador, y lo hace con un filme íntimo, naturalista y lleno de reflexiones desde la mirada de un joven marginado que vive en La Paz, Bolivia, y trabaja como lustrabotas; todo un retrato de las vivencias de miles de niños y jóvenes que viven en dicho país, haciendo un contraste a las de las crecientes presiones capitalistas globalizadas.
El trabajo de lustrabotas, es un oficio que vivió su auge en la década de los ochenta, pero extrañamente en Bolivia todavía sigue vigente, y es servido por miembros de comunidades indígenas que emigraron al centro urbano en busca de oportunidades económicas, lo cual este contexto social es la base del desarrollo que construye Vinko Tomičić en su película.
La cinta sigue el viaje emocional de Martín (Franklin Aro) un chico huérfano que se gana la vida como lustrabotas mientras va esporádicamente al colegio, donde sufre acoso por parte de sus compañeros debido a su estatus social. Este logra vivir en la casa de una anciana adinerada llamada Señora Ambrosia, que es cuidada por la amiga de su difunta madre, Gladys.
Martín tiene un cliente especial, el señor Novoa interpretado por el magistral Alfredo Castro. Este es un hombre mayor que se gana la vida como sastre y cuida a su premiado perro de raza pastor alemán llamado Astor. Martín y sus amigos planean robar a Astor para que Novoa ofrezca una recompensa por la devolución de su perro. Sin embargo, tras convertirse en hijo sustituto en ausencia de Astor, Martín inicia un debate moral en decidir si reclamar el dinero deshonesto o seguir fomentando la bondad y guía pseudopaternal de Novoa.
Martín es el reflejo de muchos jóvenes trabajadores invisibles de La Paz, que para tener trabajo tienen que cubrir sus caras con pasamontañas para evitar ser discriminados, pero cuando sus compañeros de escuela lo reconocen comienzan a acosarlo, y para evitar sufrir esas humillaciones en ocasiones se refugia en un depósito de chatarra; todo esto se logra transmitir gracias a la emotiva interpretación de Franklin Aro, quien realmente sostiene la película, es verdad que puede ser que el personaje necesite un poco más de expresividad, pero la forma en que el Tomičić lleva a Aro, se siente que es la forma correcta, ya que estamos ante un personaje solitario, casi apagado debido a la vida que lleva, y es por eso que los momentos que tiene con el perro son los más sinceros del filme.
Sin dudas lo mejor del filme es la forma en como se va construyendo el guion; uno que no coloca a Martín como un héroe, ni como un rebelde, simplemente como un chico que busca un poco amor, cariño y visibilidad, ya que él como persona no se siente aceptado ni apreciado, incluso perdido en la gran ciudad de La Paz, que es retratada como una ciudad vibrante, llena de calles que son como un laberinto, llena de edificios y casas apretadas que se van revelando casi de forma escalonada, dándole una identidad propia a dicho lugar, todo eso se adorna con el sonido que produce la propia ciudad, que todo ese conjunto crea una atmósfera opresiva, una en la que Martín se siente atrapado.
Vinko Tomičić propone una interesante resolución hacia el final, haciendo que el espectador reflexione y reconsidere lo que ha visto, sugiriendo la posibilidad de que Martín sea un narrador no confiable. Este aspecto crea una capa de complejidad que añade una dimensión intrigante a la propuesta, y te hace la pregunta ¿Podemos cometer un acto incorrecto por buscar atención y encontrar aceptación?