‘Faye’ es un retrato revelador de una leyenda del cine, uno que celebra toda una carrera llena de grandes momentos, pero también malas decisiones. Así como la reputación de un mito en el cine: Faye Dunaway.
Faye: Entre luces y sombras (2024)
Puntuación: ★★★½
Dirección: Laurent Bouzereau
Documental
Disponible: MAX
Es claro y evidente que los documentales sobre personajes famosos no suelen ser brillantes ni interesantes, y algunos de ellos se sienten superficiales como fue el de STILL sobre Michael J. Fox, que pese a conmover por su enfermedad, todo lo que se hablaba en las entrevistas y escenas filmadas se sentía la voz de una persona privilegiada, que afronta un triste enfermedad en medio de privilegios; lo mismo se siente Remembering Gene Wilder, es conmovedora, pero no revela nada nuevo sobre Wilder o sus métodos cómicos. Por eso este año hemos tenido un par de sorpresas, por un lado I Am: Celine Dion, que sí, vemos a una mujer privilegiada que afronta una terrible enfermedad, pero ella es consciente de su ventaja y no lo niega, lo hace parte suyo a la hora de contar su historia, y bajo esas mismas líneas llega Faye, un documental que aborda con una mirada intrigante y feroz sobre el legado de Faye Dunaway.
Faye Dunaway fue una de las más icónicas actrices del siglo XX, fue famosa por sus personajes en obras maestras como Bonnie and Clyde o Chinatown, y podemos decir fríamente que en el panorama actual no hay actrices destacadas que puedan acercarse a igualar la racha de actuaciones que ofreció la actriz, racha que se puede decir que llegó hasta 1981 con Mommie Dearest. Es obvio que en esta época casi todo camina con las películas de franquicia, y los estudios de cine solo quieren dinero sobre arte. Tal vez actrices como Cate Blanchett o Emma Stone puedan ir por ese camino que creó Dunaway.
Faye Dunaway se caracterizó por tomar riesgos, eso se vio reflejado al acumular tres nominaciones al Oscar como mejor actriz (y una victoria); sus personajes siempre desafiaban al público. Pero esos personajes eran variados llenos de glamour, y de una gracia extravagante y neurótica. La actriz lograba transmitir todas las emociones que sentían, el misterio y la delicadeza, solo véase en la forma que proyecta todo eso en su Evelyn Mulwray en Chinatown, o su incendiaria ira de su Joan Crawford en Mommie Dearest, a quien Dunaway interpreta como una mujer operística e inolvidablemente necesitada: su violencia es monstruosa, pero tiene sus raíces en él autodesprecio que a menudo incita al abuso infantil.
A su vez, Dunaway era igualmente admirada y temida, y rara vez se sentía cálida con la prensa y el público. Esa imagen fue la que ha pasado a la historia, quedando una impresión polarizante; y es por eso que la ahora octogenaria actriz se sienta con el cineasta Laurent Bouzereau, para abrir su corazón, sus memorias, donde habla de sus obsesiones y caprichos, donde la ganadora del Oscar recorre su vida y obra, mientras analiza muchas de sus decisiones para bien o para mal. Faye, es un retrato gentil de una mujer que siempre quiso proyectar que era difícil.
Bouzereau entrevista a Dunaway y a su hijo adoptivo, Liam, para atrapar al espectador, ya que ese vínculo entre madre e hijo se utiliza para poder entrar en las memorias de la actriz, donde ella rememora sus relaciones personales y profesionales con artistas como Jack Nicholson, Mickey Rourke o Johnny Depp, así mismo habla de sus disputas con Roman Polanski o Bette Davis. Lástima que la platica que hace el cineasta con la actriz nunca se adentra tanto como uno quisiera, ya sea que hablemos de sus controversias o de sus métodos de trabajo. Siempre se queda en un tono alejado, como si todo lo que ella quisiera hablar estuviera pensado, pero eso no quita, que lo que cuenta sea fascinante.
Sin dudas lo más llamativo, emotivo y duro que se atreve hablar la ganadora del Oscar, es de su trastorno bipolar, de su alcoholismo, de puentes quemados, y sus demonios se contrastan con los frutos que ayudaron a producir su legado. Una vida que caminó entre grises, donde había un triunfo, había oscuridad. Ese tono somnoliento, triste y glamuroso se refleja en esa legendaria fotografía que su segundo marido, Terry O’Neill, tomó de Dunaway tumbada en una silla frente a una piscina con su Oscar sobre una mesa. La realización y la desolación se ven aquí juntos, como compañeros de cama.