El exiliado director Mohammad Rasoulof crea una obra que se siente como un grito de denuncia contra la misoginia y la teocracia que se vive en su país natal. Un filme que tiene sus falencias, pero su importancia está fuera de toda duda.
FICM 2024 | La semilla del fruto sagrado (2024)
Puntuación: ★★★★
Dirección: Mohammad Rasoulof
Reparto: Misagh Zare, Soheila Golestani, Mahsa Rostami y Seterah Maleki
Prácticamente durante la primera hora veremos esta tensión, y la película se muestra casi claustrofóbica al seguir las dificultades que enfrenta la madre para comprender a sus hijas y aceptar obedientemente a su marido. Pero dos acontecimientos clave conducen a la implosión de la familia. Uno es el destino de Sadaf, la amiga de Rezvan, atrapada en el caos: a regañadientes, Najmeh se encuentra cuidando a la niña. El otro es la desaparición repentina del arma que le dieron a Iman para protegerse a sí mismo y a su familia de los activistas. Desesperado por salvar su carrera y descubrir quién se la ha quitado, Iman pide ayuda a Alirezah, un famoso interrogador, cuyo interrogatorio a Najmeh y sus hijas, estas últimas con los ojos vendados, es la secuencia más perturbadora e impactante de la película.
Sin embargo, cuando la familia abandona Teherán para pasar unas vacaciones en una casa de campo en ruinas, la película, que hasta entonces tenía un guion muy preciso, comienza a descarrilarse (o más bien a desviarse) en una secuencia de persecución en coche que introduce una disonancia desconcertante, a medida que Rasoulof intensifica la narración. En la recta final, la paranoia de Najmeh se desborda cuando empieza a representar las brutalidades del régimen dentro de la casa; una última manifestación desafiante de las mujeres lleva las cosas a un clímax exagerado, mientras la familia se persigue entre sí por un laberíntico edificio en ruinas.
La cinta se alarga deliberadamente y, en ocasiones, se siente retórica al subrayar ciertos detalles, como cuando durante la primera hora se muestra el arma de fuego deliberadamente en cada oportunidad, haciendo que el espectador intuya que algo ocurrirá con dicha pistola.
Lo mejor del filme es la forma en que Rasoulof enfrenta progresivamente a los miembros de la familia. Al principio, presenta a Iman como una figura sensible y de principios, y a Najmeh como la auténtica conformista del hogar, cuya posición sólo comienza a cambiar cuando empieza a reexaminar su lealtad como esposa, madre y ciudadana. Las actuaciones de los cuatro protagonistas son impecables, y su naturalidad compensa la tendencia al melodrama.
La semilla del fruto sagrado es una obra incisiva, que juega con las miradas de sus protagonistas, y aunque puede que no sea perfecta, su coraje y relevancia están fuera de toda discusión.