“Alcarràs” lo nuevo de Carla Simón es una mezcla de emociones naturales e interpretaciones naturalistas que invitan a la reflexión.
FICM 2022 | Alcarràs (2022)
Puntuación: ★★★½
Dirección: Carla Simón
Reparto:Jordi Pujol Dolcet, Anna Otín, Xenia Roset, Albert Bosch, Ainet Jounou y Josep Abad
La directora catalana Carla Simón regresa tras su debut Verano 1993, en este nuevo trabajo Simón nos vuelve a meter de lleno en el drama de una familia de agricultores rurales de melocotón que luchan heroicamente contra todos los elementos, tanto externos como internos, entre el progreso y la codicia, donde vuelve a mostrarnos quizás de forma un poco más madura los interminables días de verano que envuelven a la familia y nuevamente planta su mirada a la infancia.
Vista en el Festival de cine de Morelia, la cinta española tiene todas las características de una película muy específica con un gran atractivo emocional, un ensayo reflexivo que busca mostrar lo que es la familia.
Simón, que basa esta película en eventos vividos en su familia (el pueblo de Alcarras es su hogar), además que para darle un poco más naturalidad la gran mayoría de los actores son totalmente de la región y no profesionales. Hablando claramente en un dialecto catalán propio de la zona y de los agricultores. En particular, Jordi Pujol Dorcet, que interpreta al padre e hijo mayor canoso y obstinado Quimet Sole, su trabajo proyecta muy natural a la de un hombre de la tierra.
La cámara de la directora a menudo se basa en la realidad. Utiliza una granja en crisis para examinar la relación fracturada de la sociedad. Pero también ofrece un tierno retrato de la vida de una familia extendida y profundamente amorosa que comienza a desmoronarse cuando se enfrenta a la pérdida de sus raíces. Simón utiliza a la irreprimible joven Iris, la hija menor de Quimet, como punto de partida de la historia, para luego ir construyendo a los miembros de la familia.
La historia tiene su núcleo en el abuelo de Iris, quien recibió el derecho de cultivar la tierra por parte del rico clan Pinyol durante la Guerra Civil Española, en los días en que la palabra lo era todo. Ahora su anciano abuelo tiene que admitir que no existe nada en el papel, más allá de la tenencia de la casa. Y el nuevo vástago de Pinyol quiere derribar los huertos de melocotoneros para construir campos de paneles solares -ya no le importa que los Soles protegieran a los Pinyols durante la Guerra Civil Española. Nada se interpondrá en su camino y el huerto será destruido cuando termine la cosecha actual de duraznos. El digno abuelo de Iris (Josep Abad) quién está herido más allá de las palabras, y solo quiere encontrar un momento de paz, pero no logra encontrar una respuesta.
En sí, ese es el desarrollo del filme y cumple con lo que desea la directora que es transmitir exactamente lo que se siente vivir en familia
El drama de Simón se desarrolla a partir de aquí. En su deseo de transmitir exactamente lo que se siente al vivir en una familia numerosa, los diálogos se superponen y los trasfondos emocionales tienen largas historias que nunca se explican convenientemente, lo que con lleva a que en ocasiones no terminamos de comprender a los personajes o porque reaccionan de cierta manera en algunos momentos.
Como por ejemplo, que lleva a que la hermana de Quimet y su esposo terminan de aceptar el trabajo de Pinyol, o porqué Roger el hijo mayor de Quimet quiera ayudar a su padre cuando este lo pasa mandando a estudiar. Se sienten narrativas cotidianas, pero en el lenguaje cinematográfico no termina de funcionar al cien. Esto sucede con casi todos los personajes que vamos conociendo.
El hecho de que esta sea una pieza muy natural no significa que Simón, calibra cuidadosamente su cinta, retumbando hasta un clímax emocional prolongado algún tipo de catarsis, por pequeña que sea.