Apocalipsis en los trópicos analiza el rol del evangelismo político en la crisis democrática de Brasil. Petra Costa expone cómo la fe se convierte en herramienta de poder y control.
Apocalipsis en los trópicos (2025)
Puntuación:★★★★
Dirección: Petra Costa
Documental
Disponible en Netflix
Petra Costa vuelve a mirar el corazón político de Brasil y lo hace, otra vez, desde la herida abierta. Apocalipsis en los trópicos no es una secuela formal de Al filo de la democracia, pero sí su continuación espiritual: donde antes observaba el derrumbe institucional, ahora se concentra en la fuerza que ayudó a empujarlo al abismo. El documental se instala en un territorio incómodo y urgente: la alianza entre poder político y fanatismo religioso como motor de descomposición democrática.
La película parte de imágenes que parecen irreconciliables pero que, bajo la mirada de Costa, se revelan profundamente conectadas: multitudes evangélicas rezando por la intervención divina mientras cuerpos de víctimas del COVID-19 son enterrados en fosas comunes; discursos de salvación espiritual superpuestos a un país que abandona cualquier forma de cuidado colectivo. Ese contraste no es solo estético, es ético. Costa construye un relato donde la fe deja de ser refugio para convertirse en arma política, una herramienta de disciplinamiento y poder.
Dividida en capítulos que evocan pasajes bíblicos, Apocalipsis en los trópicos recorre varias décadas de la historia brasileña, desde la fundación utópica de Brasilia hasta el asalto bolsonarista a los tres poderes en enero de 2023. El arco narrativo es claro: una nación que se pensó laica y democrática termina atrapada en una lógica de “revelación” permanente, donde la política ya no se discute, se predica. En ese sentido, el “apocalipsis” del título no refiere al fin del mundo, sino a la imposición de una verdad única, incuestionable, legitimada por Dios.
El eje humano y simbólico del documental es Silas Malafaia, pastor evangélico y figura central del bolsonarismo. Costa lo filma con una mezcla de fascinación y alarma: su carisma, su desmesura, incluso su costado grotesco, funcionan como síntesis perfecta del fenómeno que analiza. Malafaia encarna al líder religioso que ya no busca influir desde los márgenes, sino gobernar directamente el sentido común, definir enemigos y bendecir proyectos políticos. Su prédica anticomunista, su discurso sobre el “marxismo cultural” y su retórica de guerra espiritual resuenan peligrosamente familiares en toda América Latina.
Uno de los grandes aciertos del film es evitar una mirada simplista o condescendiente sobre los creyentes. Costa distingue con claridad la fe popular de la manipulación de sus líderes. Entrevista a evangélicos que apoyan a Lula y se esfuerza por comprender por qué este tipo de iglesias creció con tanta fuerza entre sectores históricamente excluidos, poco representados por el catolicismo tradicional o por las izquierdas institucionales. La religión aparece así no solo como dogma, sino como respuesta emocional a la precariedad, el abandono estatal y la promesa —falsa pero poderosa— de prosperidad individual.
Desde lo cinematográfico, Costa vuelve a apostar por un ensayo personal, reflexivo, lejos del documental periodístico clásico. Su voz en off no pontifica: duda, se pregunta, se contradice. La decisión de confrontar pasajes bíblicos con imágenes del Cristo compasivo de Pasolini y con pinturas de Bosch o Brueghel no es ornamental, sino conceptual. Frente al Mesías violento, espada en mano, que invocan los nuevos predicadores, la película recuerda que existen otras lecturas posibles de la fe, hoy deliberadamente borradas.
El alcance del documental va más allá de Brasil. La mención del acto de Javier Milei inaugurando un templo evangélico en el Chaco argentino no es anecdótica, sino reveladora. Costa traza, explícita o implícitamente, un mapa regional: Brasil, Estados Unidos, Argentina, y por extensión toda América Latina, comparten un mismo manual de operaciones. Fake news, presión religiosa sobre el poder judicial, líderes políticos dispuestos a sacrificar principios democráticos a cambio de votos bendecidos desde el púlpito.
Visto desde Costa Rica, Apocalipsis en los trópicos funciona como advertencia. Un país históricamente estable, con una democracia sólida en apariencia, no está exento de estas tensiones. El crecimiento de discursos religiosos en la esfera pública, la tentación de convertir la moral en ley y la instrumentalización de la fe como capital político son señales que ya comienzan a asomarse. Costa no filma un caso aislado, sino un espejo incómodo del futuro cercano: lo que ocurre cuando la política renuncia a la razón y se entrega a la “revelación”.
Lejos de cerrar con respuestas tranquilizadoras, el documental insiste en la idea original del apocalipsis como revelación. Mirar de frente este fenómeno es, para Costa, el primer paso para resistirlo. Apocalipsis en los trópicos no es solo un retrato del Brasil reciente, sino un diagnóstico regional y global sobre el colapso de los consensos democráticos del siglo XX. Un cine urgente, incómodo y necesario, que incomoda precisamente porque reconoce que el derrumbe aún está en curso.