Babygirl | Review

La película de Halina Reijn explora la aventura carnal entre una ejecutiva de una empresa con su pasante, cuya exploración es atrapante, pero superficialmente es plana, a pesar de la audaz actuación de Kidman.
Babygirl (2024)
Puntuación: ★★
Dirección: Halina Reijn
Reparto: Nicole Kidman, Harris Dickinson, Sophie Wilde y Antonio Banderas
Estreno en cines

Lo nuevo de la cineasta Halina Reijn es un drama provocador que explora los límites del deseo, el poder y la identidad en el marco de una relación prohibida entre una poderosa directora ejecutiva y un becario mucho más joven, con quien, finalmente accede a los deseos sexuales que esta mujer tensa nunca se ha permitido disfrutar. Con un enfoque visual que roza lo opulento y actuaciones magnéticas, Reijn entrega una película que, aunque llena de momentos impactantes, no logra escapar del todo de ciertas trampas narrativas.

Nicole Kidman y Harris Dickinson están excelentes como estos combatientes carnales, cada uno de sus personajes compitiendo por el control. Sin embargo, las ideas más amplias de la guionista y directora (sobre el sexismo en el lugar de trabajo y los sentimientos de vergüenza que rodean las perversiones sexuales) no logran arder tan intensamente como la química fogosa de los dos protagonistas.

La historia sigue a Romy (Nicole Kidman), una ejecutiva de alto nivel que encuentra un escape a su rutina en una intensa relación con su joven becario Samuel (Harris Dickinson). A espaldas de su esposo Jacob (Antonio Banderas), Romy inicia un viaje de autodescubrimiento sexual, abandonando su papel dominante en el trabajo para explorar la sumisión en la intimidad. Esta relación, que mezcla erotismo, toxicidad y vulnerabilidad, también sirve como una vía para desafiar los prejuicios sobre la sexualidad femenina en la madurez.

Kidman entrega una actuación que oscila entre la frialdad calculadora y una fragilidad emocional desarmante. Su Romy es una mujer atrapada en la jaula dorada de su éxito, buscando algo que trascienda las fronteras del poder corporativo. Kidman capta con matices la lucha interna de su personaje: el conflicto entre la culpabilidad y la necesidad de afirmarse como mujer más allá de los roles impuestos.

Harris Dickinson, por su parte, encarna a Samuel con una mezcla de arrogancia y vulnerabilidad que lo convierte en una figura intrigante. Su relación con Romy está llena de tensión, pero también de momentos donde la dinámica de poder se torna peligrosamente ambigua. Su problema principal es que el guion le da poco o nada para desarrollar su personaje, ya que en ningún momento la cinta se detiene en conocer a Samuel, y al final el espectador nunca lo logra comprender sus motivaciones hacia el personaje de Kidman, cuyo personaje, Romy, si bien es fascinante, y podría haberse beneficiado más con una exploración más profunda sobre las motivaciones de este hacia ella, lo que le hubiera aportado más a una exploración más profunda sobre sus propios deseos y conflictos.

Por otro lado, Antonio Banderas interpreta a Jacob, el esposo de Romy, con una sobriedad que contrasta con el caos interno de su esposa. Su papel, aunque secundario, aporta un contrapunto necesario para entender las tensiones en la vida de Romy, pero el personaje se queda en un plano básico. Cuando estalla el conflicto principal, no logra conectar del todo con el público.

La mirada de Reijn es audaz, con escenas que alternan entre la intimidad cruda y una estética casi teatral. Su cámara se detiene en los detalles: una mirada sostenida, una caricia que se transforma en dominio, o un espacio de oficina que se siente tan opresivo como seductor. Sin embargo, esta atención al estilo visual a veces juega en contra de la narrativa, dejando al filme en un terreno algo superficial.

Babygirl busca desafiar los límites de la representación de la sexualidad femenina en el cine mainstream, pero se queda corta en sus ambiciones. Aunque las actuaciones son sobresalientes, especialmente la de Kidman, y la dirección de Reijn es visualmente cautivadora, la película se siente más como un experimento provocativo que como una exploración verdaderamente profunda. Temas como el despertar sexual de una mujer en edad madura, la opresión de la sexualidad femenina y las fantasías sexuales humanas quedan tratados de forma superficial.

Reijn ofrece una obra que inquieta y seduce, pero que también deja preguntas sin responder sobre las complejidades del poder, el deseo y las relaciones humanas. Babygirl es, en definitiva, un filme que, aunque imperfecto, se puede apreciar por su audacia y las discusiones que sin duda puede inspirarar.

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