Crash, puede ser el trabajo más reconocido del director David Cronenberg, pero sigue siendo esa película que no quieres ver con tus padres.
Crash, puede ser el trabajo más reconocido del director David Cronenberg, y eso es decir mucho sabiendo la larga y prestigiosa carrera que tiene el cineasta. Pero si de algo podemos estar seguros, es que cuando se estrenó está cinta en el año 1996 marcó para siempre a Cronenberg, haciendo un antes y después en su trayectoria.
Cronenberg, era conocido por su enfoque clínico y quirúrgico dentro del cine de terror durante los años 70 y 80, pero a inicios de los años 90 empezaría un cambio en la forma de experimentar sus propios universos, esto ya se venía viendo en el filme Naked Lunch que era una adaptación casi imposible de la novela de William Burroughs. Con la adaptación de la historia de Ballard, el director iría a un más lejos al jugar de muchas formas esas ideas experimentales que plantea la obra original.
Claramente no era la primera vez que una novela de J.G. Ballard era llevada al cine, en 1987 Steven Spielberg había hecho lo casi imposible en llevar El imperio del sol, lo cual le dio la confianza al escritor de ver otra obra suya en la pantalla grande, y es que Crash era una historia incómoda y difícil de plasmar en imágenes, lo cual el reto de Cronenberg era encontrar que ese escrito tuviera vida, y vaya que lo consiguió para el gusto de muchos o disgustos de otros.
Crash es una película incómoda. Lo era en 1996 y lo sigue siendo en pleno 2022. La obra de Cronenberg con base en la novela de JG Ballard es por un lado imaginativa (respetando con fidelidad el material de origen) y, a pesar de su contenido ‘escandaloso’, logra atinar en lo que quiere contar desde su primicia. Básicamente, se trata de una pareja (Spader y Unger), ambos viven con un desencanto por las nociones del sexo convencional, esto nos lo deja muy claro el arranque de la cinta cuando la Unger llega a casa y se encuentra con su marido, este le pregunta si esta vez ella se ha corrido (ambos han tenido sexo con otras personas en sus respectivos trabajos), y ella le dice que no, a lo que él contesta que quizá la próxima vez… Por ende, entendemos que ambos viven en una continua búsqueda de la felicidad basada en el placer, quizá metaforizando la frenética monotonía de nuestro estilo de vida actual, en el que nada parece satisfacernos por completo.
Su mundo cambia cuando se encuentran con Hunter, la viuda víctima de un accidente automovilístico que tuvo el personaje de Spader. Ella le presenta a Koteas, un fanático de los accidentes automovilísticos, un hombre perverso, casi loco y lleno de cicatrices que les presenta un estilo de vida erótico donde todo es placer, pero es un placer que viene mostrado por la adrenalina hacia los coches. Toda una experiencia nueva y arriesgada, que les exige ponerse al límite cada vez, salvando la delgada línea que les separa de la muerte para obtener así lo que buscan.
Los accidentes de coche se nos muestran viscerales, con todos esos hierros humeantes y retorcidos impregnados de sudor y sangre, mezclados dolorosamente con la carne y cobrando una textura orgánica bastante inquietante que basta como estampa visual para poder entender la atracción sexual que genera en esas mentes enfermas, alienadas quizá por una sociedad conformista que nunca aceptaría su comportamiento.
Nuestros protagonistas nunca se plantean el porqué de este estilo de vida, ni tan siquiera parecen extrañarse ante la existencia de este, lo dan por hecho y lo aceptan, lo que podría interpretarse como la intención de Cronenberg de dejar en evidencia el grado de perversión al que ha llegado la humanidad, empujado por la monotonía y la gradual pérdida de los sentimientos. En sí, estos son interpretaciones de uno que busca analizar las capas con las que juega el director, ya que la cinta se presta para diferentes lecturas y cada una de ellas puede ser válida, pero lo que queda claro es que Crash, habla de la soledad del ser humano, su eterna búsqueda de aceptación y las constantes ganas de conocer o de experimentar algo nuevo en un mundo que puede ofrecer cientos de cosas tanto buenas como incorrectas, ante una sociedad que le cuesta el afrontar el cambio.
Todo ese mundo que construye la cinta se refuerza por la estética del filme que es fría, cada plano está cargado por colores de tonos azulados constantes, el vestuario es impersonal en todo momento, los escenarios inherentes, alienantes favorece la idea de distorsionar al espectador de lo narrado. La música siempre está en un tono de pesadilla con toques de melancolía, subrayando el mundo caótico en el que viven los personajes.
Crash, es una pesadilla en sí. Marco la carrera de su director al arriesgar por una obra que es casi perturbadora pero que su tono de humor negro ayuda a liberar un poco las imágenes que vemos. Crash, es incómoda en muchos sentidos y todavía es ese filme que no deseas ver con tus padres.