Diamanti es una celebración coral del universo femenino detrás del cine, donde Ferzan Ozpetek entrelaza memoria, oficio y emoción en un homenaje a las mujeres que dan forma a las historias desde el vestuario.
Diamanti (2024)
Puntuación: ★★★★
Dirección: Ferzan Ozpetek
Reparto: Luisa Ranieri, Jasmine Trinca, Nicole Grimaudo, Paola Minaccioni, Elena Sofia Ricci y Lunetta Savino
Semana del cine Italiano
Tras su paso por las plataformas con Nuovo Olimpo, un film marcado por la introspección y el romanticismo melancólico, Ferzan Ozpetek retorna al cine con una propuesta mucho más luminosa, pero no menos profunda: Diamanti. Esta nueva obra, pensada para el disfrute colectivo en salas de cine, es una celebración del oficio, la memoria y el universo femenino que ha atravesado toda su filmografía. A través de un entramado coral y multigeneracional, el director evoca un pasado personal enmarcado en los años 70, donde el vestuario teatral y cinematográfico no era solo una cuestión estética, sino un acto de creación y resistencia.
Más allá de su apariencia, Diamanti se presenta como una pieza de orfebrería emocional, construida con retazos de historia, humor, dolor y deseo. Con un elenco deslumbrante compuesto por algunas de sus actrices más fieles, Ozpetek articula una narrativa que fluye entre el presente y el pasado, entre el artificio del cine y las realidades íntimas de quienes lo hacen posible. Así, lo que podría haber sido un simple homenaje al vestuario o una comedia ligera, se convierte en una reflexión afectiva sobre el arte de narrar desde los márgenes, desde los bastidores, desde lo femenino.
El punto de partida vuelve a ser autobiográfico, como en buena parte de la obra del director turco-italiano. A través de una estructura enmarcada entre pasado y presente, Ozpetek evoca sus primeros años en Roma, cuando trabajaba como asistente de dirección y recorría los talleres de vestuario donde el espectáculo comenzaba antes de llegar a escena. La película abre con una escena contemporánea que funciona como prólogo meta-cinematográfico: un grupo de actrices —todas ellas colaboradoras recurrentes del cineasta— se reúne en torno a una mesa suntuosa. Luisa Ranieri, Jasmine Trinca, Nicole Grimaudo, Paola Minaccioni, Elena Sofia Ricci, entre muchas otras, convocadas por el propio Ozpetek, quien aparece por primera vez en pantalla como una suerte de maestro de ceremonias. Esta reunión no es solo una excusa narrativa, sino una declaración de principios: el cine de Ozpetek siempre ha sido un cine de cuerpos que se recuerdan, que se reencuentran, que se resisten a desaparecer.

A partir de esa escena inicial, la narración se desplaza hacia 1974, a un taller de costura que se convierte en el microcosmos de una época convulsa y colorida. Las protagonistas son dos hermanas opuestas: una (Luisa Ranieri) es firme, decidida, casi despótica; la otra (Jasmine Trinca), vulnerable y profundamente herida. Ambas encarnan los extremos de una feminidad marcada por el trabajo, la presión artística y las heridas personales. El encargo de confeccionar el vestuario para una ambiciosa película de época las lanza a una carrera contrarreloj, en la que se entrelazan la creación estética, la tensión entre divas, y las problemáticas domésticas que cada mujer arrastra en silencio: desde un marido violento hasta la precariedad económica o la crianza en soledad.
Más allá de su trama, Diamanti se erige como un ejercicio de estilo, donde cada elemento visual refuerza el universo emocional que lo sostiene. El diseño de vestuario, a cargo de Stefano Ciammitti, no solo deslumbra por su belleza sino por su función narrativa: los trajes son armaduras, identidades, máscaras, y a veces, refugios. La banda sonora, con clásicos de Patty Pravo y Mina, añade una capa de nostalgia que no se limita a lo musical, sino que dialoga con toda una estética de lo perdido, lo deseado y lo no dicho.
Lo más admirable del film es su capacidad para equilibrar un reparto coral sin que ninguna voz se diluya. Cada actriz, incluso en los papeles más secundarios, tiene su momento de brillo. En este sentido, el título Diamanti no es una metáfora gratuita: estas mujeres, con sus fisuras y resplandores, encarnan la dureza y la belleza de las piedras preciosas. A través de ellas, Ozpetek construye una suerte de sinfonía femenina donde la sororidad convive con la rivalidad, el humor con la tragedia, y la fragilidad con la potencia.

En Diamanti, Ferzan Ozpetek no solo mira hacia atrás con ternura, sino que también revaloriza aquello que ha quedado fuera del foco protagónico del cine: los gestos invisibles, los espacios de trabajo silencioso, las mujeres que han sostenido —con hilos, telas y emociones— las fantasías del séptimo arte. Su propuesta, lejos de ser meramente nostálgica, se convierte en una reivindicación del detrás de escena como territorio de poder, de creatividad y de resistencia.
La película brilla precisamente porque no teme al exceso, a lo melodramático o a lo teatral: abraza el artificio con honestidad y lo vuelve vehículo de verdad emocional. Cada personaje, cada trama secundaria, cada prenda confeccionada contribuye a un relato que, sin renunciar al entretenimiento, interpela sobre la fragilidad y la fuerza, sobre lo que se recuerda y lo que se elige conservar.
Con este film, Ozpetek no solo reencuentra a sus musas, sino que se reencuentra también con su cine en su forma más expansiva: aquella que celebra lo colectivo, lo femenino y lo profundamente humano, y al mismo tiempo es un homenaje a esas grandes divas del cine Italiano como Mariangela Melato o Monica Vitti. Al final, Diamanti parece abrir un nuevo capítulo en su obra: uno donde la memoria y la creación se abrazan con una renovada vitalidad.