Perfecta ama de casa, esposa, madre, una mujer que vive feliz con lo que tiene pero que guarda un secreto que no puede revelar.
Creo que lo primero que debería decir antes de profundizar en todo lo que me genera El Secreto de Vera Darake es que me declaro fan del cine Mike Leigh. Cada obra suya que veo me parece magnífica, es válido decir que todavía no he visto todas sus películas, pero las que he visto me han dejado atónito, o en otros términos fascinado, más que todo en la forma en que narra y construye a sus personajes hasta llevarlos a los límites más humanos, y en ese sentido Secretos y mentiras de 1996 me sigue pareciendo su obra maestra, pero El Secreto de Vera Darake (2004) no es una excepción.
Realmente no encuentro nada en la obra que pueda significar un, pero: la ambientación es magnífica, destacando la dirección artística a cargo de Andrew Grant y Ed Walsh, el vestuario perfecto por la leyenda Jacqueline Durran, con una maravillosa de fotografía por parte de Dick Pope que logra capturar en todo momento el rostro de Imelda Staunton, al mismo tiempo que carga el filme con una paleta de grises y sepias que ayuda a darle al filme un color casi neutro o misterioso que ayuda a entender el mundo que camina la protagonista; Leigh combina todos esos recursos para construir la evolución del personaje de Vera Drake.
Habiendo mencionado esos detalles, una cinta como Vera Drake en manos de otro cineasta podría haber llevado al filme en otros territorios e incluso la podría colocar como una asesina en serie, fijo si la hubiera realizado Ryan Murphy el título sería Vera Drake: retrato de una asesina en silencio o cosas así; pero Mike Leigh es más que eso, y lo que hace es capturar la vida de una mujer que ayuda en silencio sin pedir nada a cambio, y lo hace porque en su bondad solo está la idea de ayudar, que en este caso es a mujeres que no tienen a donde más acudir, ya que la ley no está con ellas.
Leigh retrata de manera pausada la vida secreta de su heroína, su modus operandi y su calamidad final con la gélida habilidad de un maestro del suspenso. Es tan apasionante y fascinante como el mejor thriller, además de ser un drama desgarradoramente conmovedor y maravillosamente actuado que busca reflejar la vida social de la clase obrera londinense de la posguerra.
Pero lo que hace todavía más inmenso del filme es la brutal y conmovedora actuación de Imelda Staunton como Vera Drake, una señora de la limpieza de mediana edad con una existencia oculta. Su Vera es sin dudas una de las mejores actuaciones del cine, es equilibrada, sin una lágrima de más ni menos.es contenida y brillante, sabe como expresar en todo momento las emociones, y para prueba la escena de la cena familiar cuando llega la policía, el trabajo de Staunton es colosal, nunca cae en la sobreactuación. La veterana actriz lo hace admirablemente, logra reflejar en todo momento a una mujer que articula una familia de clase media-baja, pero feliz, intentando sobrellevar la postguerra de la mejor manera posible, siendo a la vez madre, compañera, trabajadora infatigable, fiel y bondadosa, pero con una actividad secreta que ella no se plantea jamás como inmoral, sino como una vocación de ayuda a muchachas que están en un apuro. Ese detalle se eleva con el guion del propio Mike Leigh, que en ningún momento cuestiona a su personaje.
Es 1950 y Vera sigue adelante con su vida, poniendo una sonrisa a cada día pese a todas las circunstancias. Ella siempre busca ayudar a sus vecinos, cuida a su anciana madre y cuida a su familia. Pero esta vida coexiste con, parafraseando otro título de Leigh, un secreto y una mentira: algo que ha ocultado a todo el mundo, incluidos a sus seres queridos. Con su fiel botiquín de jeringas y otros implementos variados, Vera ha estado durante décadas ayudando a mujeres miserables y desesperadas que tienen problemas. Con una sonrisa alegre, Vera llega a sus departamentos, enciende la tetera (para todo el mundo, como si estuviera preparando una buena taza de té) y les dice enérgicamente que se tiren en la cama y se quiten la ropa interior. Por este servicio, Vera no acepta ni un céntimo.
La vocación de Vera existe enteramente dentro de los círculos concéntricos del encubrimiento criminal y el tabú. No es simplemente un secreto hacia las autoridades: es un secreto de la propia Vera. No tiene lenguaje para describir lo que hace o reflexionar sobre ello de ninguna manera. Lo más cerca que llega a decirles a las mujeres es lo que les sucederá después de su peligroso tratamiento, es decir que pronto tendrán un dolor “abajo”, momento en el que deben ir al baño y “se les quitará”. Entonces, cuando una de estas mujeres es llevada al hospital casi muriendo en agonía, la policía enfrenta a la pobre y respetable Vera, ella está tan desventurada y desesperanzada como sus víctimas-pacientes, sin forma de defenderse o explicarse. Su única respuesta es absorber en silencio y soportar las cantidades inimaginables de vergüenza hacia ella y su familia.
Vera ha ocultado este asunto a todo el mundo con la misma naturalidad y despreocupación con que una comadrona de la época ocultaría el momento del parto al futuro padre. Es solo un trabajo, y Leigh nos brinda sus escenas características que muestran la clase de vida de sus personajes: en Secretos y mentiras, eran los sujetos fotográficos de Timothy Spall; en Todo o Nada(2022), fueron sus tarifas de minitaxi. Ahora son las mujeres a punto de someterse a abortos ilegales.
El triunfo de la película está en yuxtaponer despreocupadamente el delito de Vera Drake con su vida ordinaria como esposa y madre, y en hacer que nos preocupemos por esta otra historia tanto o más con compasión y dulzura, Leigh nos cuenta sobre su esposo Stan (Phil Davis) y su vida como mecánico con un hermano que, a pesar de haberlo hecho mejor materialmente, envidia la simple felicidad de Stan. Vera da la bienvenida al hogar a un vecino solitario, Reg (Eddie Marsan), quien, de manera conmovedora, se convierte en parte de la familia. También está el hijo de Vera, Sid (Daniel Mays), este trabaja como sastre.
El cineasta da un crudo golpe a un tema que todavía seguimos conversando, su filme no es simpático ni cae en el drama cursi, incluso la cinta hace una crítica en como algunas mujeres con más dinero pueden buscar otras formas de hacerse el aborto, además de hacer una brillante inversión de los estereotipos y devociones tradicionales. Sin embargo, esto no es lo mismo que neutralidad, y la película muestra claramente la sórdida hipocresía de Gran Bretaña antes de la Ley del Aborto.
En este punto hay que comprender la época en que ocurre la historia y el momento en se estrenó el filme, ya que todavía el tema del aborto en el 2004 era algo tabú, prohibido o incluso poco comentado, cosa que en el año 2023 ya se habla más de este tema que invita a la gente a compartir y debatir, haciendo que el filme de Leigh sea todavía más importante por plantear el tema en una de sus películas en ese momento.