Baz Luhrman eleva su estilo para contar la vida de Elvis Presley con un montaje implacable y frenéticamente llamativo que gira al ritmo de las canciones del artista. Austin Butler es simplemente espectacular.
Elvis (2022)
Puntuación: ★★★½
Dirección: Baz Luhrmann,
Reparto: Austin Butler, Tom Hanks, Olivia DeJonge, Richard Roxburgh, Helen Thomson, Kelvin Harrison Jr., Kodi Smit-McPhee y Dacre Montgomery
Disponible: Estreno en cines
Realmente no podemos describir el impacto sociocultural que generó la figura de Elvis Aaron Presley en la historia de la cultura pop, cuya música e imagen irrumpieron en la sociedad a tal punto que hubo una división mercable por aquellos tiempos, además de forjar lo que hoy es la comercialización de la fama, la sobreexposición de un artista y el descenso de la autoparodia. Eso es lo que intenta abordar la nueva película biográfica de Baz Luhmann, “Elvis”.
Para comprender este filme sobre la figura de Elvis, hay que entender quién está detrás del proyecto. y es Baz Luhrmann, aquí no vamos a ver el típico biopic al uso que cada rato nos recetan, el director es conocido por ser un autor que le gusta cargar las imágenes, hacer explosión de destellos, movimientos frenéticos de la cámara y utilizar siempre un montaje rápido lleno de cortes de imágenes y sobre todo utilizar la música como un elemento conductor a la hora de ir contando una historia, y eso lo vemos aquí, para tener un resultado que es una versión de la figura de Elvis desde el ideal de Luhrmann, una que puede vivir en el universo de sus obras Moulin Rouge! o The Great Gatsby. En otras palabras, Luhrmann nos ha dado una película basada en lo que él imagina que es lo mejor de Elvis Presley.
Al tener un ritmo tan dinámico y acelerado la cinta nunca reposan los momentos claves de la vida de Elvis, cada uno son empujados de tal manera que nos deja una sensación que estamos viendo fragmentos de su matrimonio, de la muerte de su madre o de su carrera en Hollywood. Los detalles de la biografía no son de mucho interés para Luhrmann, lo que casi juega a su favor, ya que la implacable falta de forma de la trama hace que uno esté más pendiente de lo visual o estemos tarareando las canciones.
Elvis como filme, tiene un enfoque extrañamente poco curioso sobre la música de Presley y su vida, y deja caer el peso en una actuación más que competente y sensual por parte de Austin Butler, quien mueve la pelvis y trastorna a la juventud estadounidense.
Siguiendo una versión caleidoscópica del logotipo de Warner Bros incrustado con joyas generadas por computadora, los primeros veinte minutos más o menos nos transportan a una velocidad vertiginosa que nos lleva a la iconografía Las Vegas, volando arriba y abajo del costado del Hotel Internacional como uno de los superhéroes idolatrados por un joven Elvis. Este extremo cinético de ‘detener el viaje, quiero bajarme’ disminuirá con el tiempo, incluso si Luhrmann no abandona por completo su fetiche por las pantallas divididas, los formatos de cámara contrastantes si se mantienen en todo momento.
En cuanto a trama, la historia nada más se posiciona en la relación entre dos hombres, una que nunca termina siendo desarrollada como uno esperaría, ya que cuando termina la película queda una sensación de que nunca vimos completamente la vida de estas personas, que solo nos contaron cosas, nunca descubrimos las personalidades o los ejes que motivaron a tener una relación tan tóxica y compleja.
El ascenso y la caída de Elvis se relata en la voz en off por el coronel Tom Parker, interpretado por un Tom Hanks vestido con un traje gordo y lleno de prótesis, que la película desperdicia el potencial de dicha actuación. Hanks encarna de forma espeluznante al manager parásito, el coronel Tom Parker, quien explotó sin piedad a Elvis, se negó a dejarlo viajar al extranjero, convirtiéndolo finalmente en una parodia en su interminable residencia en Las Vegas como fuente de ingresos mientras el resto del mundo seguía adelante.
La película deja muy en claro su posición hacia la figura de Parker, que en realidad era bastante malo manejando el talento de su artista, haciendo más malas apuestas sobre la trayectoria profesional de Elvis que en las mesas de póquer que probaron su caída. Su verdadera habilidad residía en la manipulación emocional, ya que constantemente convencía al artista más grande del mundo de que sería indefenso sin su guía. La disolución demasiado tardía de esta asociación apunta al patetismo, ya que el único hilo narrativo que Luhrmann pone en el tiempo para desarrollarse, sin embargo, la falta total de interioridad en cualquiera de los personajes les da a estas escenas un vacío un poco extraño.
La música es el principal valor aquí marca de su director, la banda sonora destaca absolutamente la línea narrativa, algunos momentos son deliciosos como la de Suspicious Minds. Al final Elvis brilla por su imagen que acompaña la entregada actuación de Austin Butler, que canta algunas de las canciones sin caer en la imitación o parodia.