F1: La película | Review

F1: La película recupera la esencia de los blockbusters clásicos con espectáculo visual, manufactura impecable y narrativa efectiva. Aunque usa clichés del drama deportivo, destaca por su ingeniería técnica.
F1: La película  (2025)
Puntuación:★★★★
Dirección: Joseph Kosinski
Reparto: Brad Pitt, Damson Idris, Javier Bardem y Kerry Condon
Estreno en cines

En los últimos años, estamos de acuerdo en que, entre los efectos de la secuelitis, los remakes y las películas de verano que, más que entretenimiento, parecen monumentos a la pedantería del director (por querer demostrar que es muy bueno), se ha perdido ese sabor clásico que solían tener los blockbusters: una mezcla de espectáculo y manufactura impecable, que obligaba a los espectadores a ir al cine, y una narrativa que, aunque no era innovadora ni transgresora, sí definía bien sus elementos básicos para contar una historia decente. F1: The Movie parece ser un recordatorio de esa manera de hacer cine. No es de extrañar que, al revisar la ficha técnica, encontremos como director a Joseph Kosinski (de quien ya tenemos la teoría de que no existe y es solo el alter ego de Tom Cruise en modo director). Desde su filmografía y su anterior éxito (Top Gun: Maverick), y por supuesto la influencia que Cruise ha tenido sobre él, Kosinski sabe perfectamente cuál es la fórmula para hacer que la gente regrese al cine. En palabras del propio Cruise, la única manera de hacer que el público salga de su sillón es darles algo que no puedan ver en casa y que les dé el incentivo para hacer el esfuerzo de ir a una sala.

Narrativamente, la película cuenta la historia de Sonny Hayes, un piloto veterano que fue promesa en los 90 en la F1 y que, tras un fuerte accidente, se retira para correr en competencias de bajo perfil. Treinta años después, regresa a las grandes ligas para competir en una escudería con problemas financieros y un novato engreído como compañero de equipo. Muchos de estos elementos son clásicos, e incluso clichés, de los dramas deportivos. La fórmula de novato vs. veterano ha sido vista mil veces, incluso replicada en la cinta antecesora de Kosinski: Top Gun: Maverick. Pero hay dos elementos que, aun usando piezas conocidas, hacen que la película se mantenga sólida:

La construcción de su personaje principal: un hombre solitario, con tendencias impulsivas y ludópatas, que recuerda a los antihéroes clásicos del cine de los 70 y 80. Bastan dos escenas clave para darle profundidad y lógica al personaje, sostenido además por una excelente actuación de Brad Pitt.

El papel del novato, si bien responde al estereotipo del deportista centennial obsesionado con Instagram, tiene una progresión lógica y creíble. El personaje de Kate (interpretado estupendamente por Kerry Condon), directora técnica de la escudería, aporta un subtexto interesante. Aunque su rol es básico, funciona como voz de la razón entre los dos protagonistas, incorpora un ángulo de empoderamiento femenino y añade una tensión romántica que no estorba.

Puede que narrativamente F1 no tenga las piezas más innovadoras, pero lo que realmente destaca es su ingeniería cinematográfica, su impecable apartado técnico: desde una fotografía inmersiva que va desde la perspectiva dentro del automóvil, pasando por el trabajo del equipo de pits, hasta la cabina de los pilotos, valiéndose de primeros planos precisos para captar las emociones y tensiones de cada momento, y un montaje que no pierde ningún detalle de las carreras o entrenamientos. El sonido, envolvente pero medido, sabe manejar los silencios y anclar el conflicto en los momentos importantes. Todo esto, además, está acompañado por un guion que logra ser didáctico para los no iniciados en la F1, explicando sin frenar la narrativa.

Con todos estos elementos, la película se convierte en un espectáculo inmersivo, casi simulado en primera persona, donde cada impacto, jadeo, acelerón y vuelta se sienten dentro de la sala, lo que la convierte prácticamente en una experiencia obligada para vivir en cines. Generalmente, considero una trampa de la crítica moderna enfocarse exclusivamente en los elementos técnicos, pero cuando estos están tan bien ejecutados que logran involucrar emocionalmente al espectador, ya no son adornos: son herramientas narrativas. En el caso específico de F1, estos aspectos no son un lujo innecesario, sino parte del motor principal de la cinta.

Y por supuesto, aunque uno no sea fanático de este deporte, es fácil reconocer a figuras como Checo Pérez, Hamilton o Verstappen, así como las referencias a las reglas y estructuras de la competición. Estos guiños, bien integrados a la historia (como el uso del safety car), serán agradecidos por los aficionados y quizás logren que algunos no tan cercanos al deporte se interesen más en él (en mi caso, ya tengo suficientes deportes que seguir…). Hay fanáticos de la Fórmula 1 que dicen que, muchas veces, para competir es más importante un buen auto y un gran equipo de ingeniería que el piloto. Tal vez eso también aplique para el cine de verano: si bien el guion y el director deben tener cierto nivel, a veces evitar caer en pretensiones artísticas innecesarias y apostar por lo técnico puede ser la decisión más acertada.

F1 es una muestra de alto nivel visual, sonoro, de edición y hasta actoral, gracias al trabajo de un equipo de ingeniería cinematográfica impecable. Con un “piloto” que, aunque no es el más brillante, sabe perfectamente a dónde quiere llevar el auto. Tal vez no sea la película más innovadora del año ni gane todos los premios, pero al menos puede competir. Y, considerando el estado actual del cine comercial, quizás hasta ganar.

Porque entre tanta propuesta basura de Netflix y tanto remake innecesario, Joseph Kosinski (o Tom Cruise con su director fantasma) está intentando algo muy claro: que la gente regrese a las salas. Porque sabe, como nosotros, que el cine se ve mejor, y se siente mejor, en el cine.

Grande Tom Cruise… digo, Joseph Kosinski.

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