Eskil Vogt construye un filme inquietante y completamente cautivador de miedo ambientado en una urbanización noruega, donde los adultos desconocen las habilidades de unos niños nada inocentes.
FCE2023 | Juegos Inocentes (2021)
Puntuación: ★★★½
Dirección: Eskil Vogt
Reparto: Rakel Lenora Fløttum, Alva Ramstad, Sam Ashraf, Mina Asheim y Ellen Dorrit Petersen
El nombre de Eskil Vogt nos sigue sorprendiendo, principalmente como guionista por sus colaboraciones con Joaquin Trier en los guiones de Louder Than Bombs, Oslo, el 31 de agosto y con La peor persona del mundo; en su segundo largometraje como director titulado Juegos Inocentes, crea una película inteligente, cautivadora y, a menudo, electrizante que combina el suspenso con el terror de una manera ajustada y satisfactoria. Puede que el título del filme nos recuerde a la película de 1961 de Jack Clayton que adapta el libro de Henry James The Turn of the Screw y pese a que pueda compartir el nombre, ambos filmes son muy diferentes entre sí, salvo que ambos trata sobre niños que acceden a su poder en un nivel atávico; sin dudas una gran diferencia entre ambos filmes es que Vogt se despoja del sentimentalismo para adoptar una visión del mundo de un niño salvaje y cruel.
Juegos Inocentes es una combinación de tres elementos que hacen que la cinta se sostenga. Por un lado, tenemos un concepto fuerte y original destilado a través de un guion inteligente; dos, contiene brillantes actuaciones por parte de los niños; y por último tenemos una puesta en escena que coloca al espectador en la visión de un niño que habita un mundo muy pequeño y diminuto por la naturaleza de la propia infancia, en el que las áreas más pequeñas son insondablemente grandes, Los tres se unen gradualmente y se expanden con éxito para llenar el marco.
El filme comienza una escena desde el asiento trasero de un automóvil, donde la cámara enfoca la cara de una niña medio dormida, y luego la cámara se enfoca hacia otra niña que va en el mismo auto. Ida (Rakel Lenora Fløttum) tiene nueve años y se muda con Anna (Alva Ramstad), su hermana mayor que es autista y no verbal, debido a que su padre tiene un nuevo trabajo. Anna no es más que una molestia para Ida, que la pellizca y le pone cristales en los zapatos para hacerle daño. ¿Está celosa porque Anna, sin saberlo, se traga toda la atención de sus padres, o hay algo más siniestro en su juego? Ida es casualmente peligrosa para Anna, quien solo observa a la niña sin que sus padres noten dichos eventos.
Ida ya instalada en su nuevo hogar sale al patio de recreo de la urbanización para dar vueltas sin rumbo, hasta que conoce a un niño llamado Ben (Sam Ashraf) que es marginado por los otros niños del lugar. Ben tiene moretones en el pecho y poderes telequinéticos, o es solo un truco infantil de ¿la luz?. Ben e Ida se complementan jugando juntos, incluso llegan a tratar salvajemente a un gatito que se ha escapado de la casa de la dulce y pequeña Aisha (Mina Asheim). Este es un comportamiento de psicópata en entrenamiento, ciertamente, por parte de Sam, sin embargo, es engañosamente rápido hasta las lágrimas.
Vogt constantemente ofrece varios giros interesantes en el desarrollo de los eventos, haciendo que uno como espectador esté atento a lo que ocurre con estos niños no tan inocentes. La cámara puede moverse de vez en cuando hacia arriba y alrededor e incluso al revés para darnos una vista como si un niño estuviera en un columpio, o cuelga de las barras del patio de recreo ubicado en el centro de todos los apartamentos. Los padres no tienen ningún papel que jugar aquí, como adversarios o de otra manera, aunque sería prudente no interponerse en el camino, como descubre la madre de Ben.
Con una historia como esta, es tentador encontrarla legible solo como una metáfora; es decidir: que la existencia de Ida, Anna, Ben y Aisha es una parábola del abuso infalton, la disfunción familiar o racismo (son los dos jóvenes de color los que tienen los poderes, al menos inicialmente). El guion de Vogt para la película Thelma de Trier de 2017, es obviamente susceptible de lecturas metafóricas. Pero quizás la fuerza de esta película viene del hecho de que no hay otro nivel que encontrar en ella. Simplemente tienen estas habilidades sobrenaturales, es algo que tiene que ver con ser niños, y eso es todo. La escena final del “duelo”, que tiene lugar en un silencio casi total y bajo las narices de los adultos supuestamente competentes, es toda una escena brillante, especialmente en como su director construye toda su atmósfera y la tensión que hay solo con la mirada de los niños. Juegos Inocentes es una pesadilla que se desarrolla a la luz del día, fría y clara.