La chica de la aguja | Review

‘La chica de la aguja’ es un intenso cuento de horror que retrata la crueldad humana en el contexto de la posguerra, destacando la marginación de las mujeres y su pérdida de autonomía. Con una estética que evoca al cine expresionista alemán y actuaciones sobresalientes, esta obra combina crudeza y humanidad. 
La chica de la aguja (2024)
Puntuación:★★★★
Dirección: Magnus von Horn
Reparto: Victoria Carmen Sonne, Trine Dyrholm, Besir Zeciri y Joachim Fjelstrup
Disponible: Mubi 

Hay dos cosas por las cuales ubico a Dinamarca: su sistema de salud y su forma de hacer cine, destacándose especialmente por su movimiento fílmico Dogma 95. Este se caracteriza no solo por su enfoque estilístico meticuloso, sino también por su valentía al mostrar historias con elementos crudos que exhiben la parte más visceral de la humanidad.

La chica de la aguja es una digna representante de esta forma danesa de elaborar historias en el celuloide: un thriller convertido en cuento de horror al estilo Dickens cuyo objetivo principal es representar la crueldad humana.

La trama transcurre en Copenhague después de la Primera Guerra Mundial, centrándose en Karoline, una joven que trabajaba en una fábrica textil. Es despedida tras quedar embarazada de su exjefe y dueño del inmueble, quedando desempleada y abandonada en la calle. En esta situación, es acogida por Dagmar, una carismática anciana que dirige una agencia de adopción clandestina y ayuda a mujeres a encontrar un lugar para sus hijos no deseados. Sin ninguna otra opción, Karoline acepta trabajar con Dagmar como nodriza de su hija.

Desde los primeros 30 minutos, el director Magnus Von Horn no se anda con rodeos y comienza a construir el contexto de la posguerra y el entorno del pueblo con una crudeza notable. Ha elegido una fotografía con un formato 1:66:1, que permite un mayor uso del espacio vertical para dar énfasis a los elementos sorpresa, enfocarse en los sujetos y crear un ambiente claustrofóbico gracias a la reducción del espacio horizontal.

En cuanto al color, su paleta monocromática rinde homenaje al cine expresionista alemán, creando una atmósfera terrorífica con una distorsión peculiar que le da un aire de cuento de fantasía. La composición no solo exalta este estilo, base del cine fantástico, sino que también describe a sus personajes. Aunque la mayoría son viles, presentan claroscuros en su personalidad, evitando la robotización de los mismos. Narrativamente, desde el inicio se muestra esta maldad imperante: desde los antagonistas, como la madre del jefe de Karoline (una baronesa que no duda en dejar a una mujer embarazada en la calle) y la casera que le roba su liquidación, hasta la protagonista misma, quien, a pesar de sus contrastes emocionales, cree ilusionada que su jefe responderá por ella, dejando a su esposo recién llegado de la guerra con profundas heridas físicas.

Una vez establecido el contexto de la posguerra y la pérdida de humanidad derivada de ella, el director sube un peldaño más al mostrar cómo, ante la falta de garantías individuales y laborales, las mujeres terminan marginadas incluso en la libre elección sobre su cuerpo y su maternidad. En medio de esta confusión interna, Karoline no ve otra salida que entregar a su bebé a Dagmar, quien se convierte en la solución para muchas mujeres en condiciones precarias.

El personaje de Dagmar es tan sólido que podría tener su propia película. Es el motor de la historia y establece un vínculo con Karoline que va desde la compasión hasta la manipulación. Sin embargo, no opaca el arco interno de la protagonista, coexistiendo perfectamente en pantalla. A pesar de su papel salvador, Dagmar no pierde coherencia con el tono de la trama, representando una maldad aún más extrema que la de otros personajes. El giro final, aunque predecible (especialmente si se conocen los hechos reales en los que se basa la película), no resulta gratuito, y el director deja pistas sobre la oscuridad que se esconde detrás de su carisma y amabilidad. Estas escenas, algunas de las más impactantes del cine reciente, culminan con una última aparición aterradora que refleja un complejo de salvador narcisista que deja helado.

Es importante advertir que la película contiene escenas perturbadoras que han suscitado críticas, acusándola de sensacionalista. No obstante, aunque incómodas y difíciles de digerir, estas escenas no desentonan con el objetivo principal de la obra. No se trata de un espectáculo de “torture porn” al estilo Hostel, ya que incluso en los momentos más oscuros se encuentran destellos de humanidad: el esposo de Karoline, el único personaje que no muestra crueldad alguna; Karoline, que experimenta momentos de humanidad en su maternidad; y Dagmar, que, a pesar de su maldad extrema, muestra amor por su hija. Su mensaje final representa un respiro en un ambiente opresivo.

Aunque las actuaciones de la protagonista y la coprotagonista son sobresalientes, la película tiene un defecto: la falta de cohesión al transitar entre algunos eventos y al abordar ciertas temáticas. Especialmente, la conexión entre el contexto de clase de la época y la maternidad se siente, por momentos, algo forzada.

The Girl with the Needle, o La chica de la aguja, es un cuento de horror sobre la maldad y la crueldad humanas y cómo estas generan miseria a tantos niveles que llegan a coartar las garantías de distintos sectores sociales, especialmente las mujeres, que pierden su libertad sobre su cuerpo y su maternidad. Filmada de manera impecable, esta obra, aunque representa un intento de distanciarse del Dogma 95, no puede evitar evocar la esencia de esta corriente. Continúa la tradición danesa de crear historias impactantes y polémicas, que, como en los trabajos de Von Trier y Vinterberg, muestran los lados más abrasivos del ser humano. Mientras Dinamarca siga produciendo cine de este calibre, poco importa cuántos de sus cineastas sean declarados personas “non gratas” en Festivales de Cine Franceses .

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