La mujer de las sombras | Review

‘La mujer de las sombras’ es un thriller psicológico que explora el duelo, la soledad y la fragilidad mental a través de una premisa poderosa, pero su narrativa se desdibuja en su desarrollo.
La mujer de las sombras (2025)
Puntuación:★★½
Dirección: Jaume Collet-Serra
Reparto: Danielle Deadwyler, Russell Hornsby, Okwui Okpokwasili, Estella Kahiha y Peyton Jackson 
Disponible: VOD Google Play

En el cine de terror contemporáneo, no siempre es necesario un despliegue explícito de violencia o efectos espectaculares para generar inquietud; a veces, basta con una imagen enigmática, una presencia inexplicada, para sembrar una profunda sensación de desasosiego. La mujer de las sombras, dirigida por Jaume Collet-Serra y producida por Blumhouse, se construye a partir de este principio. En su núcleo late una visión perturbadora: una mujer vestida de negro, inmóvil en una silla del jardín trasero, cuya mera existencia desestabiliza la ya frágil realidad de una familia rota por el duelo. Lejos de ser un mero susto pasajero, esta figura encarna una amenaza ambigua, casi mitológica, que se manifiesta lentamente y desata una progresiva descomposición emocional y simbólica.

La película comienza con un retrato sombrío de una familia en crisis. Ramona (Danielle Deadwyler), incapacitada física y emocionalmente tras la muerte de su esposo en un accidente automovilístico, se ve obligada a cuidar sola de sus dos hijos en una casa que se desmorona tanto literal como metafóricamente. La falta de electricidad, la escasez de alimentos y las grietas en las paredes reflejan el estado interno de los personajes, especialmente el de Ramona, cuya salud mental se deteriora progresivamente.

El guion de Sam Stefanak alcanza su mayor profundidad cuando se adentra en lo folclórico y lo simbólico. La figura en el jardín no es simplemente una amenaza externa, sino una manifestación del dolor no resuelto y de los traumas no confrontados. La desconexión de la casa con el mundo exterior subraya la sensación de aislamiento y la imposibilidad de escapar de los fantasmas del pasado. La cinematografía de Pawel Pogorzelski, con sus imágenes soleadas que evocan la belleza inquietante de Andrew Wyeth, contribuye a crear una atmósfera de tensión constante, donde lo cotidiano se torna siniestro.

Durante la primera hora, la película mantiene al espectador en un estado de incertidumbre, sin revelar completamente la naturaleza de la amenaza. Sin embargo, a medida que avanza, la narrativa comienza a desmoronarse. Las alusiones a la psicología al estilo de Black Mirror y las sombras que rodean a los personajes se sienten derivativas y carecen de originalidad. Aunque Collet-Serra intenta disimular las deficiencias estilísticas del tercer acto, elementos clave se pierden en una narrativa que se vuelve cada vez más confusa y menos coherente.

La actuación de Deadwyler es notable, retratando convincentemente a una mujer al borde del colapso, empujada hacia la monstruosidad por circunstancias que escapan a su control. La figura enlutada que se acerca a ella representa una pesadilla tangible, una encarnación de sus miedos más profundos. Sin embargo, el resto de la película no logra igualar la intensidad de su actuación, y se tambalea al intentar ofrecer explicaciones que resultan insatisfactorias.

En última instancia, La mujer de las sombras presenta una premisa prometedora y una atmósfera inquietante, pero falla en desarrollar una narrativa sólida y coherente. La película se queda a medio camino entre el horror psicológico y el drama familiar, sin profundizar adecuadamente en ninguno de los dos géneros. A pesar de sus momentos de tensión y de las actuaciones destacadas, especialmente la de Deadwyler, la película no logra consolidarse como una obra significativa dentro del cine de horror contemporáneo.

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