La última sesión de Freud | Review

El brillante duelo entre Anthony Hopkins y Matthew Goode en sus papeles respectivos es lo que hace que el filme sea atractivo y queramos seguir viendo. Desgraciadamente, Brown no sabe como lidiar con todos los argumentos que plantea el filme. 
La última sesión de Freud (2023)
Puntuación: ★★½
Dirección: Matt Brown
Reparto: Anthony Hopkins, Matthew Goode, Liv Lisa Fries, Jodi Balfour y Jeremy Northam
Disponible: Google VOD

La nueva película de Matt Brown La última sesión de Freud, es un debate que busca cuestionar las ideas de la razón y la fe, y para buscar ese ensayo, el filme utiliza a dos dignos combatientes que se enfrentan sobre el tema en 1939, pero a pesar de sus reflexiones unas actuaciones en duelo, el drama de Brown no sabe como lidiar con todos los puntos que cuestiona, al mismo tiempo que explora la vida de sus personajes. Anthony Hopkins y Matthew Goode son más que brillantes en sus papeles como, el psicoanalista Sigmund Freud y el autor CS Lewis.

La trama del filme se construye un debate imaginado que según rumores de historiadores sí ocurrió entre los dos hombres, y según informes el debate que sostuvieron era sobre la existencia de Dios yuxtapuesto con la invasión alemana a Polonia y la declaración de guerra de Gran Bretaña. Desafortunadamente, el enfoque de buen gusto termina siendo un obstáculo: el director y coguionista Matthew Brown permite que la historia sea tan majestuosa y reservada que la pasión de los dos hombres por sus visiones del mundo en competencia no queda bien debatía.

La historia ocurre en septiembre de 1939, en Londres, mientras se desarrolla la llamada “guerra falsa”, el anciano y enfermo Freud (Hopkins) recibe a Lewis (Goode) en su casa, curioso por descubrir por qué este profesor de Oxford cree en Dios. Lewis, un ex ateo convertido en cristiano cuyas anunciadas novelas de Las Crónicas de Narnia no se publicarían hasta aproximadamente una década después, está emocionado por la oportunidad de mostrarle a Freud que los verdaderos creyentes no son, como dice Freud, imbéciles. Pero mientras los dos hombres pasan el día discutiendo su caso, aprenden más el uno del otro, con flashbacks que les ofrecen información sobre su pasado.

Hopkins tiene el aspecto desgastado adecuado para Freud, quien está luchando contra el cáncer oral; el ganador del Oscar le da al icónico médico una actitud luchadora y despectiva mientras juega con el joven ligeramente intimidado. Modesto, pero rehusándose a dar marcha atrás, Lewis habla con suavidad y está desprevenido, aunque Goode disfruta los momentos en los que su personaje contraataca con eficacia, derribando temporalmente al arrogante Freud; y realmente son esos momentos de duelo que se roban la película. 

La última sesión de Freud es más que un enfrentamiento entre el neurólogo y el profesor religioso. Ambos hombres están luchando con relaciones complicadas con mujeres cercanas a ellos. Para Freud, es con su amada hija Anna, una brillante psicoanalista que está encerrada, temerosa de lo que su padre podría pensar de su sexualidad, a pesar de que ella felizmente satisface todos sus caprichos y busca constantemente su aprobación. Mientras tanto, Lewis ha estado involucrado durante años con Janie, la madre de su mejor amigo que murió junto a él en el campo de batalla durante la Gran Guerra. Toda una curiosa ironía que, a pesar de todas las posiciones filosóficas profundamente arraigadas entre cada hombre, ambos terminan experimentando casi las mismas dificultades en su vida personal como cualquier otra persona.

El problema más grande de la película, es que Brown quiere en todo momento construir una película de prestigio y seria, y realmente no es algo malo, pero al hacerlo el guion se niega a profundizar mucho o, lo que hace en profundizar en recurrir a un puñado de flashbacks provocados por la conversación de Freud y Lewis, lo que ayuda a abrir la historia más allá de la acogedora casa del médico, pero estos vistazos clave dentro de sus vidas no son especialmente reveladores, ya que son cosas que los mismos personajes nos han contado, o lo están haciendo, lo cual terminan nada más subrayando lo que sabemos.

Por lo cual, La última sesión de Freud termina siendo solo una conversación sobre los orígenes de la guerra que está emergiendo, pero eso termina siendo solo un telón de fondo en la vida de estos dos personajes, especialmente para Freud y su familia que son judíos y huyeron de Viena a causa de Hitler.

La última sesión de Freud es una película con gran potencial de ser explosiva, pero al igual que Lewis, es demasiado educada, demasiado reticente; y termina con una nota un tanto ambigua, sugiriendo que la existencia no puede entenderse completamente ni mediante la creencia en Dios ni mediante la lógica, por lo que todo lo que plantea Brown termina siendo un argumento deficiente, y para cualquiera que esté interesado en los temas que plantea La última sesión de Freud terminará decepcionado.

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